Hace unos días, salía a la luz pública el uso dado por muchos consejeros de una importante entidad bancaria española a unas tarjetas que la entidad les había concedido y que ya se conocen en todas partes como "tarjetas black". Ciertamente escandaliza leer las cantidades extraídas a cargo de la compañía, su destino final y la tranquilidad con la que, en una situación como la que estamos viviendo, muchos de ellos lo afrontan al no haber, según ellos, ilegalidad en sus actos.
Coindide curiosamente con un momento de reflexión eclesial sobre la familia, con un importante Sínodo cuyo principal fruto es el haber sacado a la luz debates y "discusiones" sobre cómo afrontar determinados asuntos que parecían "tabú" en la Iglesia, como si hablar de ellos fuera ya en sí mismo un auténtico pecado. El Sínodo sigue su marcha y seguramente sus conclusiones gustarán a unos más que a otros.
El caso, lo que me sorprende, es la diferente manera de afrontar, desde determinados entornos eclesiales, ambas cuestiones. Mientras seguimos dándole vueltas a los homosexuales o la comunión de los divorciados (que no dudo que sea de importancia), el silencio es protagonista con respecto a grandes pecados del mundo ante los que nadie levanta la voz. ¿Qué nos pasa como Iglesia como para no cargar con dureza contra estos "príncipes" de la economía, ante estos Herodes del siglo XXI, que viven en la opulencia, vendidos al sistema y chupando de él, alejados del pueblo al que someten y rodeados de pecado y corrupción? ¿No es de suficiente gravedad? ¿No afecta este tema de las tarjetas black a la justicia, a la misericordia, al bienestar social, a la paz social?
Comentar estas cosas es, a veces, tachado de populismo eclesial porque parece que hemos convertido la Iglesia en un castillo de altos muros donde nuestra mayor preocupación es juegar a "Saber y Ganar" de teologías varias, doctrinas, concilios, documentos papales y enseñanzas centenarias. Fuera de nuestras discusiones siguen viviendo "los otros", las personas, con sus limitaciones, sus obligaciones, sus desvelos, sus sufrimientos. Fuera, el mundo se consume por haber colocado a la economía y al dinero como gran becerro de oro al que seguir. Tengamos cuidado. De mosquitos y camellos está llena la historia.
@scasanovam