Los obispos mexicanos, a través de la Dimensión de Justicia, Paz y Reconciliación, Fe y Política de la Conferencia del Episcopado Mexicano, han externado, mediante un comunicado, su indignación y dolor por los terribles sucesos acontecidos en Iguala, Guerrero, en los que fueron “desaparecidos”, a principios de este mes, 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, sin que, hasta el momento, se sepa su paradero.
Los jóvenes secuestrados –presumiblemente por fuerzas de seguridad asociadas al crimen organizado—protestaban en contra de las autoridades de Guerrero y del hostigamiento de la presidencia municipal de Iguala, cuyo alcalde se encuentra prófugo—y fueron “levantados” para llevárselos con lujo de violencia a las inmediaciones de esta ciudad. Muchos temen que hayan sido asesinados.
En el caos, la misericordia
La situación se ha tornado caótica y mantiene en vilo a todo el país. En las investigaciones, la Procuraduría General de la República ha encontrado múltiples fosas clandestinas conteniendo cadáveres de personas víctimas de la delincuencia organizada y el narcotráfico que se ha enseñoreado de Guerrero y lo ha hecho uno de los dos estados más violentos del país, junto con Michoacán.
Los prelados mexicanos, encabezados por el responsable de la Dimensión de Justicia y Paz, monseñor Ramón Castro y Castro, obispo de Cuernavaca, han dicho a las familias de los jóvenes, víctimas de estos actos violentos, que les acompañan “en primer lugar, con la fuerza solidaria de nuestra oración para que se esclarezcan los hechos y estos, no queden en la impunidad”.
En el vibrante comunicado, dirigido a las autoridades civiles, a los agentes de pastoral eclesial, las organizaciones de sociedad civil, a los empresarios, a los responsables de los medios de comunicación, a los institutos de vida consagrada, a las familias de los desaparecidos y víctimas de la violencia y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, los prelados mexicanos recuerdan las palabras del Papa Pablo VI en el sentido de que la “justicia es el nuevo nombre de la paz”.
Tras expresar su solidaridad, cercanía y apoyo a los obispos de la provincia eclesiástica de Acapulco, “que valientemente han alzado su voz para hacer un llamado a las autoridades para clamar justicia al mismo tiempo que han manifestado cercanía y acompañamiento a las víctimas”, los obispos mexicanos indican “que estos acontecimientos tan dolorosos, deben convertirse en una oportunidad para generar solidaridad con los que sufren y tomar conciencia para evitar que tragedias como éstas se repitan en nuestro país”.
Atender la violencia de manera simultánea
En efecto, los acontecimientos de Iguala han derivado en una crisis de alcance político en todo el Estado de Guerrero, han visibilizado problemas añejos y permanentes que agobian esta región, tienen repercusión social en todo el país y han dejado inquieta a la comunidad internacional.
En su comunicado, la Dimensión de Justicia y Paz del episcopado mexicano subraya que estos acontecimientos “requieren ser atendidos de manera simultánea por diversos actores políticos y sociales, donde también la Iglesia y de manera particular la Pastoral Social está llamada a aportar y contribuir desde su quehacer”.
El comunicado insiste en el llamado a las autoridades para que se realice la investigación completa de los hechos, se informe puntualmente a las víctimas y a la opinión pública de los avances de dicha investigación y se haga justicia con misericordia a quienes resulten culpables de los hechos.
Asimismo, hace un llamado a todos a buscar caminos de colaboración y de corresponsabilidad, tanto desde la sociedad civil como desde las autoridades, para buscar la paz en Guerrero, y en todo el país.
“Para hacer realidad la paz en México, dice el comunicado firmado por monseñor Castro y Castro, se requiere de la justicia y de la solidaridad, que implica la reconstrucción del tejido social basado en la verdad, el perdón y la reconciliación que está en el corazón de las personas como don divino y que nos capacite para un nuevo orden establecido cimentado en relaciones sociales pacíficas garantía de una paz duradera”.
Finalmente, la Comisión Episcopal para la Pastoral Social en su Dimensión de Justicia, Paz y Reconciliación, Fe y Política, recuerda que “las víctimas de la violencia nos necesitan; todos, sociedad y autoridades debemos buscar iniciativas para acompañarles y restaurar su dolor y sufrimiento”.