Somos miopes. El estado del bienestar lo ha conseguido. No vemos más allá de nuestras cuatro paredes y a veces ni eso. A veces no vemos más allá de nuestro ombligo y hasta nuestra esposa, hijos o amigos pueden ser completos desconocidos en nuestro estado de hibernación perpetua. Somos miopes. No vemos de lejos. Somos miopes y tenemos unas cuantas dioptrías. Lo que es peor es que nos negamos a llevar gafas porque perderíamos glamour. Y así vamos.
Me niego a hablar del ébola. Primero, porque creo que no todos debemos opinar de todo, y menos en situaciones anormales, cuando las opiniones crecen de manera exponencial. Segundo, porque no sé. ¿Qué sé yo de virus, de contagios, de laboratorios de nivel 4 de bioseguridad, de trajes, de protocolos…? Y tercero, porque el silencio es de un valor incalculable cuando la gente se deja poseer por el miedo. Me niego a hablar del ébola pero no puedo evitar hablar de la miopía evidente ante la crisis.
Algo estamos haciendo mal en la educación, en nuestras casas y en nuestras escuelas, cuando los niños, los adolescentes, los jóvenes… no tienen ni idea de lo que sucede más allá de su iPhone y, si lo saben, poco les importa. Algo estamos haciendo mal cuando poco nos preocupa cómo se vivirá en 20-50-100 años. Algo estamos haciendo mal cuando sigue habiendo gente que no es consciente de que sus decisiones condicionan la vida de una buena parte del "otro mundo". Algo hacemos mal cuando vemos morir a medio mundo desde nuestra poltrona, sin inmutarnos. Algo hacemos mal cuando pretendemos solucionar los males de la sociedad a golpe de tertulia, de tweet, de post, de rueda de prensa.
No estoy hablando de otros, de ateos, de descreídos, de "sin-almas", de desvergonzados o de pasotas. Estoy hablando de mí, de ti, de nosotros… de los que pensamos que no somos ellos, pero lo somos; de los que pensamos que somos mejores y somos como todos, de los que nos consideramos levadura y no pasamos de masa… Estoy hablando de nuestros excesos bien justificados, de nuestro consumo desmedido y disfrazado, de nuestra comodidad y de nuestra incapacidad por salir al pobre…
Necesitamos a Jesús. Nosotros y los otros. Todos. Jesús es la luz del mundo y vino para que los ciegos, vean. No hay tiempo que perder.