Podemos confiar plenamente en la gracia del espíritu, el discernimiento y la comunión
No podemos decir que el Sínodo sobre la familia sea polémico, pero si abierto a debates importantes sobre la praxis pastoral de la Iglesia como se han dado a lo largo de toda su historia sinodal. Porque en los sínodos, o hay debate, o no son sínodos. Aún así, algunos muestran temor ante un Sínodo en el que hay “cambio de expertos” (seguramente por mayor pluralidad), y nace acompañado de polémicas reduccionistas en la opinión pública, como el de la pastoral con los divorciados vueltos a casar.
Están de acuerdo los Cardenales Kasper y Miller en que, como ha apuntado éste último, "el principal problema presente en la Iglesia a propósito de la familia no es el pequeño número de los divorciados vueltos a casar que desean acercarse a la comunión eucarística”, sino “el gran número de bautizados que se casan civilmente y de casados sacramentalmente que no viven ni el matrimonio ni la vida matrimonial en sintonía con la vida cristiana y con las enseñanzas de la Iglesia".
Sólo que, para el Cardenal Kasper, si no es el único desafío si es uno de ellos la situación de tantos divorciados vueltos a casar que por un lado tienen obligaciones morales y jurídicas con su segundo matrimonio pero que, por los azares de la Providencia, es ahora cuando más suplican, desde su arrepentimiento, volver a la comunión eclesial plena.
El Cardenal Kasper ya abrió en su ponencia en el último consistorio la necesidad de encarar este desafío partiendo del principio de que si “todo pecado puede ser absuelto, también el divorcio puede ser perdonado". Y que, además, lo primordial es ser “como el buen samaritano que ayuda, y no el sacerdote y el levita del Evangelio, que tienen respuestas preparadas para todo".
El debate es mucho más sereno de lo que parece. Ante los “profetas de calamidades” que denunciaba San Juan XXIII, los católicos podemos confiar plenamente en la gracia del espíritu de discernimiento y de comunión que acompañará a los padres sinodales bajo la guía del Papa Francisco.
Eso si, hubiese sido mejor, para evitar polémicas reduccionistas y alarmistas, que los mismos cardenales, canonistas y moralistas, se hubiesen cuidado de no alimentar la polémica con declaraciones amonestatorias y con sesudos libros publicados antes del Sínodo. Pero hasta con estos deslices cuenta el Espíritu Santo, aunque tenga que redoblar su empeño iluminador y conciliador.