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El ecumenismo según el Papa Francisco: buscar la verdad, perdón, sentirse familia

March 19, 2014 – Pope Francis during general audience – es

© MASSIMILIANO MIGLIORATO/CPP

March 19, 2014: Pope Francis waves as he leaves at the end of the weekly general audience in St. Peter's Sq. at the Vatican.

Alvaro Real - publicado el 08/10/14

Audiencia general del miércoles 8 de octubre

El Papa Francisco abordó en su audiencia general de los miércoles el tema de la división de los cristianos y destacó cómo existen muchos hermanos que comparten la fe en Cristo, pero pertenecen a otras denominaciones o tradiciones distintas de la nuestra.  “¿Como nos sentimos ante todo esto? ¿Estamos resignados, o indiferentes? ¿O creemos que podemos y debemos caminar en la dirección de la reconciliación y la comunión plena?”, se preguntó el Papa Francisco.

En su catequesis explicó cómo la unidad ya estaba amenazada mientras Jesús estaba con sus discípulos y cómo el Señor insistía en que “nuestro testimonio será más creíble si somos capaces de vivir en comunión “. 

Para el obispo de Roma, en toda la historia, “la iglesia es tentada por el maligno, que busca dividir” y lamentó las “graves y dolorosas separaciones”. Es difícil ver las razones de esta separación y enumeró:  “Desde las diferencias sobre dogmáticos y Morales los principios y conceptos diferentes teológicos y pastorales, por razones políticas y la comodidad, hasta colisiones debido a antipatías y ambiciones personales”.

“Detrás de estas lágrimas siempre está el orgullo y el egoísmo, que son la causa de todos los desacuerdos y lo que nos hace intolerantes, incapaces de escuchar y aceptar a aquellos que tienen una visión o una posición diferente a la nuestra”, afirmó el Papa Francisco.

Es en este punto, en el que el obispo de Roma se preguntó qué es lo que debemos hacer para superar estas divisiones y pidió oración y una renovada apertura. “Captar lo válido y positivo en todo lo que allí también se ofrece a quienes piensan diferente de nosotros o tienen diferentes posiciones”.

El Papa Francisco afirmó que nos encontramos de camino a la unidad completa y que, aunque pueda parecer muy lejano y casi inalcanzable no podemos desfallecer ni sentir angustia. Hay que seguir con la oración “que todos los cristianos son realmente uno.

Aquí el texto completo:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días,

en las últimas catequesis hemos intentado iluminar la naturaleza y la belleza de la Iglesia, y nos hemos preguntado qué implica para cada uno de nosotros formar parte de este pueblo, el pueblo de Dios que es la Iglesia. No debemos, sin embargo, olvidar que hay muchos hermanos que comparten con nosotros la fe en Cristo, pero que pertenecen a otras confesiones o a tradiciones diferentes de la nuestra. Muchos se han resignado a esta división, incluso dentro de nuestra Iglesia católica se han resignado que en el curso de la historia ha sido a menudo causa de conflictos y sufrimientos, también de guerras, esto es una vergüenza. También hoy las relaciones no están siempre marcadas por el respeto y la cordialidad… Yo me pregunto, nosotros, ¿cómo nos ponemos ante todo esto? ¿Estamos también nosotros resignados, si no incluso indiferentes a esta división? ¿O bien creemos firmemente que se puede y se debe caminar en la dirección de la reconciliación y de la plena comunión? La plena comunión, es decir, poder participar todos juntos en el cuerpo y la sangre de Cristo.

Las divisiones entre los cristianos, dado que hieren a la Iglesia, hieren a Cristo: y nosotros, divididos, hacemos una herida a Cristo; la Iglesia de hecho es el cuerpo del que Cristo es la cabeza. Sabemos bien cuán estaba en el corazón de Jesús el que sus discípulos permanecieran unidos en su amor. Basta pensar en sus palabras recogidas en el capítulo 17 del evangelio de Juan, la oración dirigida al Padre en la inminencia de la pasión: “Padre santo, custódialos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean una sola cosa, como nosotros» (

Jn 17,11). Esta unidad estaba ya amenazada cuanto Jesús estaba aún entre los suyos: en el Evangelio, de hecho, se recuerda que los apóstoles discutían entre ellos sobre quién era el mayor, el más importante (cfr Lc 9,46). El Señor, sin embargo, insistió mucho en la unidad en el nombre del Padre, dándonos a entender que nuestro anuncio y nuestro testimonio serán tanto más creíbles cuanto más nosotros, los primeros, seamos capaces de vivir en comunión y querernos. Eso es lo que los apóstoles, con la gracia del Espíritu Santo, comprendieron después profundamente y se tomaron en serio, tanto que san Pablo llegará a implorar la comunidad de Corinto con estas palabras: Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. (1 Cor 1,10).

Durante su camino en la historia, la Iglesia está tentada por el maligno, que intenta dividirla, y por desgracia ha sido marcada por separaciones graves y dolorosas. Son divisiones que a veces se han prolongado en el tiempo, hasta hoy, por lo que resulta muy difícil reconstruir todos los motivos y sobre todo encontrar las posibles soluciones. Las razones que han llevado a las fracturas y separaciones pueden ser de lo más distintas: de las divergencias sobre principios dogmáticos y morales y sobre conceptos teológicos y pastorales diferentes, a los motivos políticos, y de conveniencia, hasta los enfrentamientos debidos a antipatías y ambiciones personales… lo cierto es que, de una forma u otra, detrás de estas heridas están siempre la soberbia y el egoísmo, que son la causa de todo desacuerdo y que nos hacen intolerantes, incapaces de escuchar y de aceptar a quien tiene una visión o una postura distinta de la nuestra.

Ahora, ante todo esto, ¿hay algo que cada uno de nosotros, como miembros de la santa madre Iglesia, podemos y debemos hacer? Por supuesto, no debe faltar la oración, en continuidad y en comunión con la de Jesús: la oración por la unidad de los cristianos. Y junto con la oración, el Señor nos pide una renovada apertura: nos pide que no nos cerremos al diálogo y al encuentro, sino que captemos todo lo que de válido y de positivo nos es ofrecido también por quien piensa de manera distinta de nosotros o se coloca en posturas diferentes. Nos pide que no fijemos la mirada en lo que divide, sino sobre todo en lo que nos une, buscando conocer mejor y amar a Jesús y compartir la riqueza de su amor. Y esto comporta concretamente la adhesión a la verdad, junto con la capacidad de perdonarse, de sentirse parte de la misma familia, de considerarse uno un don para el otro y hacer juntos muchas cosas buenas, muchas obras de caridad.

Es un  dolor pero hay divisiones, los cristianos nos hemos dividido entre nosotros, pero todos tenemos una cosa en común, todos creemos en Jesucristo el Señor, todos creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y en tercer lugar, todos caminamos juntos, estamos en camino, ayudémonos unos a otros, tu piensas así, tu piensas así, pero en todas las comunidades hay buenos teólogos, que ellos discutan y busquen la verdad teológica porque es un deber, pero nosotros caminemos juntos, rezando unos por otros y haciendo obras de caridad, y así hacemos la comunión en el camino. Esto se llama ecumenismo espiritual, hacer el camino de la vida todos juntos, en nuestra fe en Jesucristo el Señor.

Se dice que no hay que hablar de cosas personales pero no me resisto a la tentación: estamos hablando de comunión, de comunión entre nosotros, y hoy yo estoy muy agradecido al Señor porque hoy hace 70 años que hice la primera comunión. Pero hacer la primera comunión, debemos saber que significa entrar en comunión con los demás, en comunión con los hermanos de nuestra Iglesia, pero también con todos aquellos que pertenecen a comunidades diversas pero creen en Jesús. Demos gracias a Dios por nuestro bautismo, demos gracias a Dios todos por nuestra comunión, y para que esta comunión acabe siendo de todos juntos.

Queridos amigos, sigamos adelante entonces hacia la plena unidad. La historia nos ha separado, pero estamos en camino hacia la reconciliación y la comunión. Y esto es verdad, y esto debemos defenderlo. Todos estamos en camino hacia la plena comunión. Y cuando la meta nos parezca demasiado distante, casi inalcanzable, y nos sintamos desalentados, tengamos en el corazón la idea de que Dios no puede cerrar el oído a la voz de su propio Hijo Jesús y no escuchar su oración y la nuestra, para que todos los cristianos sean de verdad una sola cosa.

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