Llegan huyendo de la violencia o buscando a su familia
Honduras es el país más castigado de América Central en lo que se refiere a niñas, niños y adolescentes viajando en solitario hacia la frontera norte de México, con la intención de llegar a Estados Unidos y escapar de condiciones muy desfavorables para su vida y su desarrollo pleno.
Y no solamente en la salida, también en el proceso de repatriación, los menores sufren una serie de vejaciones que los ponen, de nuevo, en situación de vulnerabilidad y de peligro. Los autobuses que los repatrían desde México entran a Honduras por el puesto fronterizo de El Corinto, y ahí comienza otro calvario.
Hace poco tiempo, la Comisión Nacional de Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal de Honduras (CEH) emitió un comunicado en el que precisa que la “crisis humanitaria” en relación a estos niños, niñas y adolescentes que son repatriados vía terrestre todavía no han recibido la atención que se merecen, pues en México muchas veces en un mismo centro migratorio ponen menores de edad y adultos, sin ninguna atención diferenciada. En un solo día pueden llegar seis autobuses con menores de edad provenientes de México.
Conocer las causas
Según el comunicado de la CEH, en 2008, el fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), identificó tres causas por las cuales los menores de edad centroamericanos, especialmente los hondureños, viajaban no acompañados:
• Deseo de reunirse con sus familiares.
• Deseo de mejorar su nivel de vida a través del desempeño de un trabajo.
• Deseo de escapar de la violencia familiar o de la esclavitud sexual comercial infantil.
Para la Comisión de Pastoral de la Movilidad Humana, en este año de 2014, “todavía estas causas son válidas, y a ellas se suma la miseria en que viven miles de niños, niñas y adolescentes y la violencia generalizada causada principalmente por el crimen organizado, maras y padillas que ya ha quitado la vida de cientos de menores de edad y sigue robándoles la libertad, la alegría y la vida”.
Más adelante, en su comunicado, la Comisión dependiente de la CEH, recuerda que desde las primeras repatriaciones de menores de edad recibidas en Honduras hasta la fecha ha pasado ya una década. “Mucho tiempo pasado en que poco –o nada– se ha hecho para erradicar las causas violentas que obligan a nuestra niñez huir del país de forma irregular pudiendo ser víctima de la trata de personas o de cualquier otra red criminal”.
Que la sociedad en su conjunto actúe
Ante esta realidad lacerante, la Comisión de Movilidad del episcopado hondureño ha pedido a los padres, madres y personas a cargo de menores de edad que “no entreguen sus niños, niñas y adolescentes a un coyote, pues además de que la práctica del coyotaje es criminal, este menor de edad puede ser secuestrado, sufrir un accidente en el tren perdiendo uno o más de sus miembros, el coyote lo puede vender a una red de trata de personas o al crimen organizado, o simplemente abandonarlo en cualquier parte de la ruta migratoria”.
Los encargados de la movilidad humana en el CEH fueron muy enfáticos al señalar que “pagar un coyote por un viaje es contribuir con el crimen organizado”. También exhortaron a las Iglesias, organizaciones no gubernamentales y a las personas de buena voluntad a que “apoyen, acompañen y orienten a los familiares y menores de edad para que como familia se lleven bien, con amor y fraternidad, y así se disminuya la ‘fuga’ de niños por violencia de hogar”.
En otro renglón muy importante la CEH exige a las autoridades militares, policiales y jurídicas que “actúen efectivamente en los municipios, colonias y barrios contralados por las maras y padillas, investiguen y penalicen a los criminales, de forma que se recupere la seguridad ciudadana, se terminen las extorsiones y la población pueda desarrollar su vida normalmente”. Finalmente, dentro del ámbito hondureño, pide la CEH a la población en general que no paguen a un coyote por un viaje, y mejor “colabore con la justicia denunciando los coyotes que actúan en su colonia o municipio”.