Un libro muestra la labor de los misioneros en zona de conflicto
“Cuando todos se van, ellos se quedan” es el título de un libro recién publicado que nos habla de misioneros en zonas de conflicto. El director de Ayuda a la Iglesia Necesitada, Javier Menéndez Rosso, dijo en su presentación esta semana en Madrid, que este no es el título de una película de acción, sino la descripción de una realidad. Es más, sería aún más acertado decir que en los lugares de conflicto “cuando todos se van, ellos son los únicos que se quedan”.
Además de los autores del libro, Noelia García y Pablo Gutiérrez, habló monseñor Juan José Aguirre, misionero comboniano español, obispo de Banggassou en la República Centroafricana desde 1980. Los misioneros, dijo, vamos a la misión con dos mochilas, una llena para dar, y una vacía para llenar. Y siempre se llena antes la vacía que se vacía la llena.
Llegó a Centroáfrica con apenas 26 años, y el jefe de la tribu a la que fue enviado lo llevo a hablar bajo el “árbol de la sabiduría”. Bajo sus frondosas ramas hombres y mujeres, viejos y niños, le escucharon atentamente. Es muy emocionante haber podido anunciar el Evangelio a un pueblo que jamás había oído hablar de Jesucristo. Les leí la parábola del Buen Samaritano. Y me callé. No quería estropear la palabra de Dios con la mía. Y como la misión tiene dos caras, evangelización y desarrollo, monseñor Aguirre durante estos años además de seguir proclamando el Evangelio que acogían entusiasmados, ha construido sencillos hospitales, pequeñas escuelas, y humildes iglesias.
Los últimos meses han sido para monseñor Aguirre los más duros de la misión. El terrorismo islámico ha llegado a sus pobres aldeas y ha arrasado con todo lo que con tanto esfuerzo se había conseguido levantar. Han degollado a más de doscientos cristianos. Sus sacerdotes con el resto sus comunidades quedaron desolados, algunos iniciaron un éxodo a ninguna parte y luego volvieron, sin saber por donde empezar para reconstruir lo brutalmente destruido. Monseñor Aguirre los convocó y les pidió que expresaran todo lo que sentían. No tenemos nada, nos han robado todo menos la fe. No dejemos que nos roben la esperanza, decían.
El obispo, guía de una Iglesia masacrada y despojada de todo, les dijo: Nos quedamos aquí. Nos queda lo único que importa: la fe. Quedémonos juntos a rezar. Y que los que asesinan nos oigan cantar y rezar. Que vean que el amor es más fuerte que la muerte, porque Dios es amor. La misión es su obra, que Él la levante… y que ellos nos oigan rezar.