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Comunicar mi familia

La boa y el elefante - publicado el 01/10/14

Me he quedado gratamente sorprendido al conocer el tema de la Jornada Mundial de Comunicaciones Sociales 2015: "Comunicar la familia, ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor"Soprendido no tanto por la familia, que está demostrando ser una de las grandes preocupaciones del Papa Francisco, sino por la necesidad de comunicarla.

Una de las aportaciones que más me impactó en el pasado I Congreso de iMisión celebrado en Madrid el pasado abril, fue de Gustavo Entrala y giraba en torno a la intimidad. De manera bastante provocadora, Gustavo hablaba de la necesidad de perder el miedo a compartir la intimidad. Podemos encontrar en esto un contrasentido ya que algo que se comparte deja de ser íntimo pero creo que todos entendimos a lo que se refería. Yo lo entendí y lo comparto.

La filosofía de que "las cosas del vestuario se resuelven en el vestuario" y la concepción de la familia como un espacio de protección y seguridad extremas, en un mundo, a veces, sombrío y desafiante, pueden llevarnos a no testimoniar lo que verdaderamente somos y vivimos. El miedo a darnos a conocer como familia, el miedo a la inseguridad que provoca "abrir puertas y ventanas", nos hace "guardar la ropa" y mostrar sólo lo justo y evidente. Y desde esa precaución educamos también a los hijos y les convencemos de que la familia es un círculo cerrado, prioritario, íntimo, inalterable y, por tanto, seguro y estable.

En casa funcionamos de otra manera. El proyecto que un día comenzamos mi mujer y yo, en el altar (y antes ya, si cabe), se fundamenta, entre otras cosas, en la pertenencia a la Iglesia también desde nuestro "ser familia". No es sólo que uno y otro tengamos nuestros compromisos, ayudemos aquí y allá, con catequesis, parroquias, asociaciones, necesidades, compartamos comunidad… sino que tenemos que testimoniar también al Señor Jesús como familia.  Y en ese proyecto entraron a formar parte, cada uno en su momento, nuestros tres hijos. Mi esposa y yo no somos iguales, obviamente, y cada uno, desde lo que es y siente, hace vida este propósito. No hay una fórmula ni unas reglas pero si un convencimiento y una llamada común. Nuestro hogar, nuestra casa, es una casa abierta, hogar para todo el que lo necesite. Aquí han pasado etapas, padres, hermanos, amigos en busca de piso en Madrid, compañeros de trabajo en dificultades, personas que conocíamos por internet y que nunca habíamos visto… Aquí se han sentado alrededor de una mesa sacerdotes, laicos, solteros, casados, niños, adultos, neocatecumenales, del Opus, Legionarios, salesianos, escolapios, jesuitas, marianistas, diocesanos… Es normal que venga gente a merendar, a cenar, a dormir… La casa no está siempre recogida, ni perfecta, ni con la nevera hasta los topes. Es un piso normal de 95 metros cuadrados pero con una versatilidad enorme en los que la habitan para llenarla de colchones, mover mesas, sillas, sofás y muebles varios. Lo que vamos recogiendo con el tiempo es que algo especial se teje con todos aquellos que nos conocen y que se dan a conocer. Locura para algunos, imprudencia para otros… Para nosotros, convicción. También intentamos compartirnos en la red y que nuestros facebooks y nuestros twitters y nuestros blogs hablen de nuestra vida, de nuestras experiencias, de nuestros dolores y sufrimientos, de nuestras alegrías, de nuestras vacaciones, de los niños que crecen, de las dudas e inseguridades… de lo que somos, ni más ni menos. Entendemos que sólo una presencia real y verdadera lleva a Dios a la red. Y por último, y tal vez lo más difícil, también compartimos lo íntimo. Evidentemente, esto no con todos ni en todas partes pero tampoco sólo entre los que ya nos conocen. Como matrimonio tenemos nuestras dificultades, como padres también. No todo lo de Disney es verdad ni el rosa es el color predominante en una relación de convivencia estrecha e intensa. Desaveniencias, falta de entendimiento, cansancios, desgaste, mala comunicación, necesidad de ayuda… ¿por qué no compartir esto también con otras familias, con otros matrimonios, con parejas que van a empezar su camino? ¿Por qué no compartir la cruz y no sólo la entrada triunfal en Jerusalén llena de sueños y voluntades? 

Ojalá nos apuntemos desde ya a la propuesta del Papa Francisco. Más allá de sínodos, teologías, doctrinas y posicionamientos, está en nuestras manos comunicar adecuadamente que es posible, que ese amor es real, que se puede y que Jesús está siempre sentado en el sillón de casa.

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