Recriminar al Gobierno del PP lo que ha hecho es necesario, pero no la solución
La noticia anunciada – ya esperada – esta semana en España ha venido envuelta en una gran polémica: la retirada de la reforma de la legislació del aborto que propugnaba el ministro Alberto Ruiz Gallardón, por parte del Gobierno del PP, a pesar de tratarse de una de sus grandes promesas electorales.
¿El PP ha mentido? Por supuesto.
Por muy liberales que sean, por poco aprecio que tengan a los principios morales, hay que reconocer que, dentro de su cinismo, el PP ha hecho un ejercicio de pragmatismo político: tiene un panorama electoral complicado, ha revisado sus encuestas, ha hecho sus cálculos, y ha constatado que le es rentable políticamente no tocar la ley del aborto, aún a costa de pasar por mentiroso.
Y la razón es evidente: es que la mayor parte de la sociedad española ha asumido ya que el aborto es un derecho.
No lo duden: si la mayor parte, o una parte muy significativa de la sociedad española (un 30%) considerara que el aborto es un atentado inadmisible contra la vida humana, el PP no habría retirado la reforma.
Los movimientos provida deben empezar a asumir los hechos: el discurso de la defensa de la vida, tal y como se realiza actualmente, no cala en la mayoría de la sociedad. El clima cultural en el que el ciudadano español de a pie se mueve, en la escuela, en el sistema sanitario, en los medios de comunicación, en los discursos públicos, es pro aborto.
Perdida esta oportunidad, los grupos provida tienen dos opciones: cerrarse a opciones políticas minoritarias que defienden la vida, con lo cual nunca se podrá lograr que la defensa de la vida deje de ser una cuestión marginal y radical en el panorama político, o bien emprender el camino más arduo, más difícil y más comprometido de hacer que al menos una parte significativa de la sociedad española cambie de opinión sobre el aborto.
Porque si no, como cínica pero atinadamente dijo un representante del PP, llegará el PSOE y volverá a cambiar la ley.