En 1964, en sus cuadernos secretos, el futuro papa polaco elaboró un (profético) pensamiento sobre las persecuciones y el pecado1964 es un año importante para Karol Wojtyla. Se vuelve, de hecho, arzobispo metropolitano de Cracovia, segunda ciudad de Polonia. En el volumen Estoy en manos de Dios”, apuntes personales de Juan Pablo II, editado por la Libreria Editora Vaticana, se condensa aquel cambio en la vida del futuro papa polaco, en los ejercicios espirituales en Jasna Góra (el santuario que contiene el icono milagroso de la Virgen de Częstochowa), guiados por monseñor Kazimierz Jósef Kowalski (31 agosto – 3 septiembre 1964).
Monseñor Wojtyla escribía en sus apuntes personales que “el hombre y aún más el sacerdote/obispo es doulos, el esclavo de Dios”. Porque obtener la Gracia depende total y únicamente de la benevolencia y la misericordia divina.
El poder de Cristo
En el episcopado, según el entonces arzobispo de Cracovia, “se deberían unir la paternidad y la maternidad: la participación del Corazón Divino de Jesús y del Corazón de María. Esto se expresa en el cuidado de los más necesitados tanto del alma como del cuerpo”. El obispo participa del “poder de Cristo”. El estilo justo para ejercer este poder es el pastoral “como subrayó Juan XXIII”.
El amor universal
De aquí una serie de indicaciones de la actividad episcopal, como “la importancia de la verdad en la vida y en la actividad del obispo”. El amor, que debe ser “universal, no particular y no puede crear divisiones”. Debe ser “servil”, puesto que “el servicio por lo que parece, de la mejor manera, indica el amor”. Finalmente debe “perdonar”.
Odiar el pecado
Wojtyla sostiene que “cada uno de nosotros es pecador y lo son también los obispos”. El pecado es un “peso grande” y puede, antes que nada, “hacer caer” a toda la Iglesia y, de modo particular, a la propia diócesis. “Por eso es indispensable el odio hacia el pecado”. Para derrotarlo, aconseja el futuro pontífice, “no basta sólo reprender y destruir, sino que es necesario introducir ideales positivos”.
El peligro de las persecuciones
Una de las vías prioritarias a través de la cual “entra” el pecado son las persecuciones. Un mensaje casi profético si se piensa en aquello que está sucediendo hoy a los cristianos en Irak. No es necesario “ceder” frente a las persecuciones, amonesta el arzobispo de Cracovia, que luego aclara la relación entre el obispo y el pecador. “El obispo debe tener el corazón abierto, aceptar también humillaciones de boca de los pecadores” y creer en la “victoria de la Gracia sobre el pecado. Nuestra tarea es llevar la Gracia – subraya – y no rendirse frente a ningún pecado”.
El optimismo y la esperanza
Es central la figura de María para el obispo. “La participación a la fe de María es el único camino frente a los riesgos y las amenazas para la fe”. María es aquella que infunde “esperanza” a los pastores diocesanos.
“¿Vivimos la esperanza? – se pregunta Wojtyla – ¿Nos apoyamos fundamental y totalmente en la Gracia de Dios? ¿Con cuál estado de ánimo vuelve la gente después de haber tenido contacto con nosotros? Si permanecen contagiados por el optimismo del obispo, hemos cumplido el servicio de la esperanza”. Todo esto es posible si “dentro de nosotros existe la fuerza de Cristo, al modo de María”.
La gira en los santuarios
Ese año el arzobispo polaco realizó muchas visitas a Italia. Fue a Roma, en particular visitó a las hermanas Felicianas, y los santuarios de San Miguel Arcángel y Monte San Ángel (provincia de Foggia), de Montevirgen (provincia de Avellino), San Giovanni Rotondo (San Pío aún vivía, pues murió en 1968) y Lanciano.