Laredo, Texas, y Nuevo Laredo, México, son dos poblaciones vecinas, que se ven la cara de un lado y otro del Río Bravo, río que divide la frontera entre México y Estados Unidos, emblema de los peligros que corren los migrantes mexicanos y centroamericanos y final de la primera parte de la extenuante jornada que implica, para muchos, llegar a pisar suelo americano, en busca de mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.
Los dos Laredos, como se les conoce, son el cruce más importante en materia comercial entre Estados Unidos y su principal socio comercial que es México. Al mismo tiempo, es una frontera dinámica y, en la actualidad, muy vigilada por parte de la Guardia Nacional de Texas, por mandato del gobernador de esa entidad estadounidense, el republicano Rick Perry.
Sin embargo, los obispos de Texas y de México van por otra línea; la de reunirse constantemente sobre todo para analizar las condiciones de atención de los migrantes por parte de la Iglesia católica, y para enfrentar, junto con ellos, el drama humanitario que se vive en la frontera con mayor número de cruces de América Latina, la del inmenso Estado de Texas con cuatro estados mexicanos, a lo largo de poco más de mil kilómetros.
Aumento de 20 por ciento con respecto a 2013
En ese sentido, una de las últimas actividades que realizaron los obispos de Texas y México, durante la reciente Segunda Reunión Anual, de la que fue sede Nuevo Laredo durante tres días, fue el compartir el pan con los migrantes, en una cena que se les ofreció en la Casa del Migrante Nazareth, situada, justamente, en Nuevo Laredo, del lado mexicano.
Allí, los obispos encabezados por el arzobispo de San Antonio, Texas, monseñor Gustavo García Siller, escucharon las explicaciones del director del albergue, el padre Luiz Kendzierski, sobre el número de atenciones que ha brindado a los migrantes en este conflictivo año, en el que se ha destapado la crisis de los niños centroamericanos viajando solo y que, a una semana de que concluya el año fiscal en Estados Unidos, llegan ya a 60 mil detenidos.
“En lo que va de este 2014 en la Casa del Migrante Nazareth de Nuevo Laredo, se ha atendido a 7 mil 500 migrantes, lo que representa un 20 por ciento más que en el 2013”, afirmó el sacerdote encargado del albergue. Él mismo dijo a los obispos mexicanos y texanos que dentro de este flujo se encuentran niños, mujeres y jóvenes de 15 y 16 años, especialmente.
También los obispos de ambas zonas de la frontera, quienes se han distinguido por la atención permanente a los migrantes y por establecer una red de casas de solidaridad humana y cristiana a lo largo de la frontera, así como por empujar a las autoridades estadounidenses para que den a los migrantes un traro humanitario, escucharon, de viva voz, los relatos de horror de los expulsados de sus países y de sus hogares por las diversas crisis de violencia y pobreza en la que viven millones de familias de México y Centroamérica.
No solamente la frontera ni solamente los obispos
La Misa de clausura del encuentro entre obispos estuvo presidida por monseñor Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey (México). En su homilía, monseñor Cabrera López apuntó que “el asunto de la migración nos compete a todos, no sólo la ciudad de la frontera, no sólo a los obispos que están la frontera de Texas con México o de otras regiones del país”.
Más adelante, el arzobispo de Monterrey dejó en claro que “la migración es un asunto que nos toca a todos, pero vivir una cultura de la migración en la que se tiene que vivir en el respeto y el apoyo, y desde luego luchar por el apoyo para que las leyes sean más justas en México y en Estados Unidos”.
Aseguró el prelado mexicano que aún y cuando esta Segunda Reunión de Obispos Texas México concluyó, los migrantes será un asunto en el que seguirán trabajando en coordinación con la sociedad. “Como obispos nos hemos reunido para orar por los migrantes, hoy nos pusimos bajo la intención de Santo Toribio Romo (patrono de los migrantes mexicanos y ya de muchos centroamericanos), pero también para pensar en cómo les podemos ayudar más y que esta sociedad sea más acogedora, más amable y más justa”, terminó diciendo monseñor Cabrera López.
A la reunión asistieron los obispos Roy Rendón Leal, de la diócesis de Matamoros; Jesús Herrera Quiñones, de Nuevas Casas Grandes, Chihuahua; el obispo emérito Raymundo Peña, de Brownsville, Texas; Marc Seit, de El Paso, Texas; Daniel Flores, de la Diócesis de Brownsville, Texas, y el anfitrión, Gustavo Rodríguez Vega, de la Diócesis de Nuevo Laredo, así como el arzobispo Gustavo García Siller de San Antonio.