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Independencia de Escocia: ¿Quién ha ganado de verdad el referéndum?

Saltire and Union Jack on building in Edinburgh – es

AP

Salvador Aragonés - publicado el 19/09/14

Al final, con independencia del “sí” y del “no”, se ha creado en Escocia, como en Cataluña, un sabor áspero, una agitación y un mal sabor de boca entre las personas de un lado y de otro, que no se cura en un referéndum

El referéndum de Escocia, con el abultado margen a favor de los unionistas británicos, es lo más comentado hoy no solo en Europa, sino en América y sobre todo en España por el caso de Cataluña, que quiere realizar una consulta independentista el 9 de Noviembre pero que no tiene permiso ni del Gobierno ni del parlamento de Madrid. Con las cartas descubiertas de Escocia es fácil hablar, pero cuando ganaba el “sí” secesionista en las encuestas escocesas, los políticos europeos, americanos y españoles no lo veían tan claro y creían que David Cameron había cometido un error grave pactando un referéndum con dos preguntas sobre la secesión.

El lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, ha sido explícito, como lo fue en meses anteriores: en Euskadi no se hará un referéndum pidiendo la secesión “si no es en el marco de un pacto entre el gobierno central y el de Euskadi”. Sin pacto, no hay referéndum. Urkullu sabe que los catalanes se van a estrellar por no haber pactado la consulta secesionista, y haber tomado decisiones unilaterales como decidir la fecha y la pregunta a espaldas del Gobierno.

¿Por qué los europeos y los norteamericanos estaban nerviosos días antes del referéndum escocés? Porque una secesión de Escocia rompería a Gran Bretaña y cambiaría las reglas del juego en las instituciones de Europa, entrando en una espiral de negociaciones con Londres y Edimburgo de muy difícil solución. Gran Bretaña es un gran aliado de Estados Unidos y sin Escocia perdería peso en lo económico y en lo militar y en consecuencia en lo político.

Los europeos estaban preocupados porque si Europa nació precisamente como una unión de estados, abajando barreras aduaneras y fronteras de todo tipo, es un contrasentido que apoye ahora separatismos dentro de los estados miembros. Lo ha recordado Ángela Merkel. Europa no quería la secesión y no quiere ninguna secesión, como se ha visto reflejado al día siguiente de la votación en toda la prensa europea de mayor peso y en las declaraciones de las principales fuerzas políticas que gobiernan en Europa.

En el continente europeo, con una historia más que milenaria, se han sucedido a lo largo de los siglos muchas guerras continentales y hasta dos guerras mundiales, por cuestiones de fronteras y por cuestiones económicas y religiosas. Las fronteras de hoy son más o menos las que se acordaron en Yalta, que creó no pocos descontentos. De ahí que surjan no pocos independentismos o nacionalismos vivos o latentes en los distintos países europeos, como Italia, Francia, Alemania, Austria, Rumania, Bélgica, Holanda, Gran Bretaña, Finlandia y un largo etcétera.

Si Europa tiene serios problemas en gobernarse con los 28 estados miembros –a los que hay que añadir unos nuevos que ya han llamado a la puerta, como Croacia, Serbia, etc. —sería mucho más difícil gobernar con un centenar de naciones, la mayoría de ellas no tiene un estado en estos momentos. Si no se pone coto a la proliferación de territorios que quieren independizarse, se daría al traste con la misma esencia de Europa cuya finalidad es caminar hacia la unión entre todos. ¿Dónde está el origen de tanto descontento entre los territorios menores? Los gobiernos de los estados deberían revisar sus políticas internas para evitar fugas periféricas.

La opinión que muchos se hacen tras el referéndum de Escocia es que finalmente el pueblo escocés ha hablado y ha hablado la mayoría silenciosa frente a la minoría bulliciosa que agita banderas con la cruz de San Andrés y fondo azul y también sentimientos. Los referéndums con un fondo nacionalista, no son ejercicios dirigidos a la razón de los ciudadanos, sino a sus sentimientos.

Es este el punto central de este tipo de consultas: los sentimientos y la pasión, las banderas, las historias y leyendas propias, demasiadas veces guía a los ciudadanos, agita su imaginación y no pueden controlarse estadísticamente.

Cameron decía al conocer el resultado que estaba contento de haber convocado el referéndum en Escocia. ¡Claro, porque lo ha ganado! Hace unos días, incluso los de su partido le criticaban por haber dado alas al independentista Álex Salmond permitiéndole un referéndum muy favorable a Salmond, con la doble consulta, cuando al final ha salido “la tercera vía”, es decir “no” a dejar las cosas como estaba, “no” a la independencia de Escocia, y “sí” a mayor autonomía para Escocia, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte. Al final los escoceses han jugado a favor de todos los pueblos británicos.

Y la otra pregunta: ¿Y no hubiera sido mejor celebrar una consulta en Cataluña? Primero: no es pactada; segundo: la historia de Catalunya con relación a España es muy distinta a la de Escocia con relación a Gran Bretaña; y tercero:  no hay en España la tradición democrática de Gran Bretaña.

Al final, con independencia de los resultados del “sí” y del “no”, se ha creado en Escocia, como en Cataluña, un sabor áspero, una agitación y un mal sabor de boca entre las personas de un lado y de otro, que no se cura en un referéndum por muy demócratas que se diga que sean. Eso tardará tiempo, y tanto en Gran Bretaña como en España los puentes rotos con Escocia y con Cataluña, respectivamente, no se reconstruyen en dos días. Se necesitará tiempo, y en este tiempo incluso puede registrarse otro intento de otro referéndum secesionista. Que cada cual juzgue. 

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