En la gran fiesta del norte argentino, 850 mil personas participaron en Salta de la Fiesta del Milagro, ante las emblemáticas imágenes del Señor y la Virgen del Milagro. Se trata de una fiesta que convoca a más de 30 mil peregrinos, que a pie, caballo o motorizados llegan a recorrer hasta 500 kilómetros hasta la capital salteña. El marco geográfico lo recompensa, ya que además de ser polo religioso, Salta es uno de los destinos turísticos más importantes de la Argentina.
Si bien el movimiento de peregrinos se sintió desde varios días antes, con la llegada de miles de ellos y las distintas actividades del programa del Tiempo del Milagro, el 15 de septiembre es el día más solemne y concurrido.
La Solemne Misa del Triduo Pascual, por la mañana, fue presidida por el obispo de La Rioja, Mario Colombo, y concelebrada por los obispos de Salta, 9 de julio, Humauaca, y Jujuy. “Venimos como humildes peregrinos para unir nuestros pasos con Él. Con ustedes nos acercamos para fortalecer nuestros pasos, y ser fieles a ese amor grande del Señor Jesús”, expresó monseñor Colombo, quien instó además, en vistas del bicentenario de la independencia del país, a “poner signos concretos de la vitalidad de nuestra fe en la vida social de la Argentina”. La amistad social, la preocupación por el otro, y el compromiso con la nación son temas que estuvieron muy presentes a lo largo de la jornada.
A los narcotraficantes: ¡Paren la mano!
Por la tarde, y tras y emocionante procesión de unos 2000 metros para unir la catedral con el Monumento 20 de febrero, tuvo lugar, como es habitual, la renovación del Pacto de Fidelidad. La Virgen del Milagro, asentada sobre claveles blancos, y el cristo del milagro, sobre flores rojas, presidieron un encuentro en el que el Arzobispo de Salta, monseñor Mario Cargnello, volvió en su mensaje sobre el compromiso con la patria: “Necesitamos un fuerte espíritu de amistad social que transforme los vínculos entre los argentinos y nos permita ser Nación. Buscamos un nuevo espíritu marcado por la laboriosidad. Queremos empeñarnos en ser ciudadanos de un mundo que debe ser cultivado a la medida de la persona humana”.
“Necesitamos recuperar la amistad social. Sólo la amistad social reúne a los hombres de acuerdo a su condición de personas e hijos de Dios dando vida a la cultura del encuentro. No es suficiente distribuir bienes, es preciso comunicar lo mejor de cada uno de nosotros a los demás y que esta comunicación sea recíproca. Entonces circulará la amistad social que devolverá salud al tejido de nuestras comunidades”, clamó el Obispo.
En un mensaje en el que tocó muchos temas, monseñor Cargnello incluso pidió por la educación religiosa en los colegios: “En nuestros días se pretende instalar una mirada que ve la educación religiosa en la escuela como un retroceso. Permítanme decirles: ¡No teman!. Para la Iglesia la educación religiosa escolar no es una cuestión de proselitismo, de ninguna manera. Sólo se pretende servir a la humanización de la educación. Que un niño descubra el sentido de lo que estudia y de lo que vive no contribuye a convertirlo en un ser crédulo sino, por el contrario, en un ser más libre”.
Y las palabras más fuertes fueron dirigidas a las víctimas y a los promotores de la droga: “Desde esta tierra del encuentro quiero dirigirme a los hermanos que luchan por liberarse del flagelo de la droga. En nombre del dolor de tu tata, del sufrimiento de tu madre, luchá para salir. Al que vende quiero decirle: No puedes comer y progresar sobre los cadáveres de jóvenes que se nos mueren. A los que trafican les digo: ¡Paren la mano!. No podemos construir un mundo de gente que se arrastra por un vicio maldito”.
Un pacto perenne
Las palabras del Obispo acompañan un pacto de fidelidad entre el pueblo y Cristo y María. Ante el Señor del Milagro, los concurrentes hacen propio “el pacto de fidelidad celebrado por nuestros antepasados, prometiendo que Vos, dulce Jesús, serás siempre nuestro y que nosotros seremos siempre tuyos”. Ante la Virgen del Milagro, “hacemos nosotros el voto que en Septiembre de 1692 hiciera este pueblo, de celebrar los días en que os manifestasteis su especial Protectora. Y juramos teneros siempre de Madre y Abogada nuestra”. El pacto, compuesto en una novena en 1760 por el padre Francisco Javier Fernández, remite a los acontecimientos que dan origen a esta antiquísima fiesta.
Las milagrosas imágenes estaban ya en Salta en septiembre de 1692, cuando un gran terremoto sacudió a la provincia por varios días. Si bien en la capital los daños no fueron tan graves, los temblores no cesaban. Sólo al sacar en procesión a la imagen del Cristo y de la Virgen éstos cesaron. Los fieles habían notado que el rostro de la imagen de la Virgen cambiaba de color dirigiendo la mirada al Sagrario. Interpretaron así que María estaba intercediendo ante su hijo para evitar la destrucción de la ciudad.
Desde entonces las imágenes son sacadas en procesión cada septiembre. Y hace apenas 66 años, en la localidad de Metán, réplicas de estas imágenes tuvieron el idéntico efecto ante la actividad sísmica, entre otros signos similares.
Pero los pedidos de los peregrinos van mucho más allá de los temblores. Las intenciones generales de la Fiesta del Milagro 2014 fueron “Para que anunciemos con alegría el Evangelio”, “Para que custodiemos la vida humana y la familia” y “Para que nos encontremos fraternalmente como pueblo argentino”, como ilustraron las palabras de los obispos celebrantes, reseñadas en este artículo. Arraigada en estas tres intenciones, y fiel al espíritu misionero de la Conferencia de Aparecida, el cierre de esta Fiesta coincidió con el inicio de una misión diocesana que durará hasta el 21 de diciembre.
Hoy celebramos a...