Los colombianos siempre han tenido un gran reto frente al mundo: dar a conocer lo que verdaderamente son.
No son pocos los que saliendo al exterior han pasado por malas experiencias que no quisieran repetir. A algunos les ha tocado situaciones incómodas en los aeropuertos internacionales, o en el trato con personas de otras culturas se han experimentado no muy dignos de confianza.
Para el mundo, durante mucho tiempo Colombia ha sido sinónimo de coca, narcotráfico, secuestros, mafia, sicariato, guerrillas, etcétera. Muchos han sido interrogados por estas situaciones cuando salen de su país. Es como si Colombia hubiera sido reducida al pecado de algunos que ha hecho mucho daño a toda la Nación.
Sin embargo, hace un tiempo Colombia ha tenido la oportunidad de demostrarle al mundo la riqueza de su gente; se han presentado distintas oportunidades para transmitir su verdadera imagen: Juegos Olímpicos, Mundial de Fútbol, Giro de Italia, etc. Y esto no quiere decir, negar el sufrimiento y los problemas sociales que se viven aún, pero sí ha sido una ocasión para compartir con los otros la otra cara de este cálido país que son millones de colombianos esforzados, entusiastas, acogedores, alegres, luchadores y que sueñan con cambiar su historia.
Colombia es un país orgulloso de sí mismo, pues a pesar de cargar en la memoria a miles de víctimas y de experimentar día a día la impotencia de aún no lograr la paz, ha podido encontrar en el deporte un respiro y una luz de esperanza que anima y renueva a todo aquel que quiere luchar por alcanzar el Bien. “Debemos sentirnos orgullosos y ganadores, porque lo que se ha logrado con la selección es el signo de que juntos podemos alcanzar muchas metas.”, expresaban algunos Obispos en el contexto del Mundial.
Ahora, Colombia es capaz de soñar con un futuro distinto. Es un país que se ha unido a celebrar las alegrías producidas por diversos triunfos. Quieren dejar atrás el tiempo de la violencia urbana, de los guerrilleros, del narcotráfico; ahora se sueña con la paz y la reconciliación. Es el tiempo de James Rodríguez, de Mariana Pajón, de Nairo Quintana, de Catherine Ibargüen, de Rigoberto Urán, de Yuri Alvear y de todos aquellos colombianos que quieren hacer historia y ser recordados por sus buenas acciones y por demostrarle al mundo que Colombia es más que la maldad de algunos.
Los colombianos le han dicho al mundo: “Somos más los que creemos en el juego limpio”. Y no en vano, los Obispos reunidos en Bogotá hace unos meses expresaron:
El ejemplo de este país que ha sido y es tan golpeado por la violencia nos permite vivir con esperanza de tener un mundo mejor; aún en medio de tantas dificultades ya sean políticas, sociales, morales; nunca el mal tiene ni tendrá la última palabra. El corazón de todo ser humano anhela la paz, la libertad, anhela el bien; por ello, podemos concluir que la alegría experimentada por los colombianos a través del deporte no es superficial ni vana sino que habla de ese anhelo hondo que hay en el corazón de hacer el bien y hacerlo bien.