Francisco confesó a un amigo las lágrimas al enterarse de un operativo oficial que desalojó un asentamiento en el que vivían 700 familias
Gustavo Vera, titular de la entidad que combate la trata de personas y el trabajo clandestino La Alameda, compartió públicamente la respuesta del Papa a un correo suyo, enviado el domingo 24 de agosto. El día anterior, cerca de 2000 efectivos de tres fuerzas de seguridad participaron de un operativo conjunto que desplazó a unas 700 familias que se habían emplazado en un predio ocupado de Villa Lugano, barrio de Buenos Aires, en febrero pasado. El asentamiento se denominaba “Papa Francisco”.
Policía Metropolitana, del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Policía Federal, y Gendarmería, estos dos últimos cuerpos federales, encabezaron el desalojo, ordenado días después del asesinato de Melina López, una joven de 18 Villa Lugano, durante un intento de robo. Los asesinos, tras el crimen, se refugiaron en el asentamiento ahora desalojado, lo que provocó el enojo de los vecinos y fuertes reclamos por la inseguridad.
Mientras se efectuaba el desalojo, con algunas escenas escalofriantes con topadoras demoliendo humildes casillas, el gobierno de la Ciudad se comprometía a alojar en comedores y hogares de la zona a los vecinos, mientras se termina la construcción de unas viviendas. Unos 300 vecinos se resistían. Otra escena triste vivida durante el desalojo se vivió cuando ante el reclamo de estas familias que veían cómo sus hogares eran demolidos, otros se lamentaban que el desplazamiento se haya demorado tanto. La instalación de la villa, clamaban estos segundos, había incrementado los índices de delincuencia e inseguridad en el barrio.
Este escenario fue narrado al Papa por Gustavo Vera, quien además de presidir esta organización civil es legislador por la Ciudad de Buenos Aires, y cultiva con él una profunda amistad. La respuesta de Francisco no tardó en llegar y al día siguiente le escribió: “Acabo de leer tu correo. Tu frase final logró sintetizar mis sentimientos: ‘Parecía Gaza’… y me puse a llorar”.
El Papa manifiesta su incredulidad ante el desalojo: “No entiendo nada. A esa gente, a esas mamás con chicos, los acaricio con mis lágrimas. Cuando regresaba de Corea, en el avión, hable de crueldad. Parece que la crueldad se nos instaló en el corazón. Una crueldad vestida con tantos ropajes: ‘qué me importa’, ‘que vayan a trabajar’, ‘es gente insociable’… palabras que no justifican sino que manifiestan tanta crueldad”.
“Estoy cerca de esa gente. Rezo y pido que no los dejen solos. Y estoy cerca de Ustedes, los que se acercan a ellos”, termina el Papa su correo, y agrega antes de su saludo final “con mucha pena en el corazón”.
Si bien el censo realizado en mayo hablaba de 700 familias, al momento de iniciar el desalojo las fuerzas de seguridad manifestaron que las personas desalojadas fueron 500, ya que muchas casillas se encontraban cerradas con candado. No es este el primer desalojo de viviendas de este tipo, emplazadas en predios ocupados o incluso en edificios. Si bien varias familias aceptan la reubicación, otras rehúsan de ella por motivos de desconfianza y distancia de sus trabajos, y buscan nuevos lugares para iniciar de vuelta su vida.