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Sínodo de obispos: Pasar del romanticismo al amor

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Salvador Aragonés - publicado el 26/08/14
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El documento preparatorio pide enseñar a los jóvenes la belleza del matrimonio y ayudarles a salir de una visión del amor sólo como un sentimiento intenso hacia el otro
¿Puede llamarse amor lo que es romanticismo? ¿Qué es el amor entre un hombre y una mujer? A menos de dos meses para la celebración del sínodo extraordinario de obispos sobre Los desafíos pastorales de la familia, en el contexto de la Evangelización, las distintas conferencias episcopales del mundo han presentado sus propuestas y conclusiones recogidas en el documento Instrumentum laboris que servirá de base para las sesiones sinodales.

El documento analiza las distintas situaciones del matrimonio o de uniones en el mundo con el fin de proponer acciones pastorales para que estas uniones sean conforme a la naturaleza del matrimonio tal como lo ha propuesto el Magisterio de la Iglesia.
 
El documento expone las convivencias ad experimentum o sea “uniones de hecho”. “Crece el número de parejas que no piden ninguna forma de registro” a sus uniones, y en occidente “ya no se considera problemática esta situación”.

En otros países, como por ejemplo en los países árabes, las uniones de hecho apenas existen, pues los matrimonios o uniones tienen un registro ya sea civil o religioso.

Las causas son, entre otras, de orden económico, por la falta de políticas de ayuda a las familias por parte de los estados (es más económico vivir “en pareja”), por los problemas de la vivienda, y por una idea de libertad ya que se considera el matrimonio “una pérdida de libertad”.

Una causa importante es “la falta de formación de los jóvenes” y, como dijo el Papa Francisco en su discurso a las parejas de novios el 14 de febrero de 2014, con frecuencia, la convivencia y las uniones libres son síntomas del hecho que los jóvenes suelen prolongar su adolescencia y “tienen miedo” a comprometerse para toda la vida.

El matrimonio es visto como una “aventura demasiado grande”. Les falta el coraje y la madurez para enfrentarse a compromisos que duran toda una vida.

Por esta razón las conferencias episcopales afirman que es “esencial ayudar a los jóvenes a salir de una visión romántica del amor, percibido sólo como un sentimiento intenso hacia el otro y no una respuesta personal a otra persona, en el ámbito de un proyecto de vida en común” (n.85).

Por lo tanto, hay que incidir en “una educación a la afectividad” en un proceso “que se inicie desde la infancia” y como un apoyo a los jóvenes en la fase de noviazgo”, dice el documento preparatorio del Sínodo.

Conviene enseñar a los jóvenes “la belleza del matrimonio”. Hay que hacer descubrir en los jóvenes la belleza del amor entre un hombre y una mujer. La vocación al matrimonio es una “vocación al amor” entre los esposos y de estos para sus hijos. Conviene fomentar “el testimonio de grupos de jóvenes  que se preparan al matrimonio con un noviazgo vivido en la castidad”.

Uno de los obstáculos mayores que tienen las familias para su realización es “la falta de comunicación”, de diálogo, de confianza mutua y de intimidad familiar (n. 64), se habla poco entre marido y mujer, entre los padres y los hijos, y muchas veces falta el amor paterno por la ausencia del padre: ”la debilidad de la figura del padre en muchas familias genera fuertes desequilibrios en el núcleo familiar”.

Muchas veces ocurre esto por el excesivo uso de los medios de comunicación (internet, redes sociales, ver la televisión todos los días en los espacios dedicados a la familia) o también por los horarios de trabajo, pues los padres regresan a casa tarde y están cansados, agravado por el hecho de que no pocos trabajan en días festivos o en horarios prolongados o a tener que realizar largos desplazamientos desde la vivienda hasta el lugar de trabajo.

“La pastoral familiar

, lejos de cerrarse en una mirada legalista, tiene la misión de recordar la gran vocación al amor a la que la persona está llamada, y de ayudarla a vivir a la altura de su dignidad”, señala el documento sinodal.

Las “uniones de hecho”, añade, perciben el amor como “un asunto privado sin rol público” también porque el Estado no contempla a la familia como una base esencial de la convivencia y de la estructura de la sociedad y por eso las familias carecen de las atenciones, reconocimientos y ayudas necesarias para el desenvolvimiento de su papel imprescindible del tejido social.

¿Se ha estatalizado la familia? ¿Quiere el Estado sustituir a la familia? En el mundo occidental se manifiestan de modo más evidente las respuestas a estos interrogantes.

Ante todo ello, la Iglesia afirma que Dios es Amor, que el origen del amor está en Dios, y que el hombre creado a su imagen y semejanza se hace partícipe de este Amor que no es un sentimiento, ni una pasión, ni una atracción sexual (lo que sería una visión muy reductiva del amor), sino la capacidad de vivir para el otro, entregado al otro, en una entrega permanente que exige renuncia pero que aviva el amor con el pasar de los años. Esta es la “belleza del amor” y la “belleza del matrimonio” basado en una entrega recíproca, como se describe en el “Cantar de los Cantares”.

La Iglesia, dice el Instrumentum laboris, debe ayudar a “recuperar el vínculo entre la familia y la sociedad, para salir de una visión aislada del amor, y se debe transmitir a los jóvenes la certeza de que no están solos a la hora de construir su familia, porque la Iglesia los acompaña como familia de familias.

Decisiva, al respecto, es la dimensión de la “compañía”, mediante la cual la Iglesia se manifiesta como presencia amorosa, que se hace cargo de los novios, alentándolos a hacerse compañeros de camino, entre ellos y con los demás”.

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