El obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla celebró la fiesta de la Asunción en la Basílica de Santa María y mostró el gran influjo que esta fiesta mariana tiene en la cultura española: “Hemos sido creados para la felicidad, pero es importante que caigamos en la cuenta de que en esta vida solo la podremos alcanzar de forma parcial”.
Monseñor Munilla explicó la contradicción existente en el ser humano y el gran error de “pedirle a esta vida lo que no nos puede dar”: “El ser humano experimenta un deseo de infinito, y en esta vida no encuentra sino una realización o satisfacción parcial. Llevamos una aparente contradicción dentro de nosotros: somos muy poca cosa, pero no nos conformamos con poco”.
Por todo ello, el obispo de San Sebastián explicó la admiración que los cristianos tienen por María: “En ella vemos realizada la promesa que Dios nos dirige a todos, a cada uno. No se trata de un privilegio exclusivo para la Madre de Dios, sino que, por el contrario, todos estamos llamados a ese don que contemplamos en Ella”.
“¡La santidad no es complicada! El camino hacia el Cielo no es tortuoso. Somos nosotros los que lo hacemos difícil”, explicó el obispo de San Sebastián, que recomendó para ello: “hacernos sencillos, ser humildes… “
Asigntura de religión, aborto y lucha contra el paro
En la segunda parte de su homilía el obispo de San Sebastián quiso referirse a tres temas que calificó de “suma importancia para la construcción del Reino de Dios en nuestra sociedad”: “la nueva regulación en el sistema de enseñanza de la asignatura de Religión; a la reforma de la regulación legal del aborto, y a la lucha contra el paro”.
Sobre la situación de la religión en España mostró que la regulación es “una oportunidad para normalizar la educación, bien sea desde el punto de vista laico, o desde el punto de vista religioso. Oportunidad que nuestro sistema de enseñanza no debiera desaprovechar”. “Se equivocan quienes hacen de esta cuestión una bandera partidista”, afirmó el obispo, que solicitó que la aplicación se realice en colaboración con las familias: “Cuando los estados limitan el margen de elección de las familias en la educación de sus hijos, no hacen sino empeorar la educación. Y es que… ¡los padres aman mucho más a sus hijos que las administraciones!”
Sobre el aborto, el obispo de San Sebastián criticó la tardanza en la regulación del aborto: “¡Cuántos titubeos e indecisiones a la hora de defender la vida! Ciertamente, no se trata de un tema meramente religioso, sino que afecta a la esencia misma de la sociedad civil”.
Monseñor Munilla explicó que se confunde “progresismo con velocidad” y mostró que “calificar de progresista el derecho a acabar con la vida humana en el seno materno, es similar a reivindicar como progresista el derecho del empresario al despido libre y sin contraprestación alguna”.
“¿Qué autoridad moral tiene una sociedad que no prioriza la defensa de los pobres y los débiles? ¿En qué valores se sustenta la sociedad que invoca el ‘derecho a decidir’ sobre la vida o la muerte de otro ser humano, por encima del ‘derecho a vivir’? ¿Qué concepto de solidaridad tiene una sociedad a la que no se le ocurre otro recurso que el aborto para solventar los problemas de la mujer embarazada?” se preguntó el obispo.
Finalmente y en cuanto al drama del desempleo se mostró muy crítico con la tentación de “la creación de un empleo de ínfima calidad, abusando del estado de máxima necesidad en el que se encuentran los parados de larga duración”. “La llamada al sacrificio colectivo, no puede ser el marco para un retornar a la cultura del enriquecimiento fácil, del que fuimos testigos en los años anteriores a la crisis. ¡Sería muy triste comprobar a la salida del túnel, la existencia de la misma avaricia en nuestros valores, que la que nos condujo a una situación de la que tanto nos está costando salir!”, finalizó sobre este tema monseñor José Ignacio Munilla.
Terminó su homilía hablando de otro gran tema de actualidad: la guerra en la que viven muchos pueblos hermanos: “Es triste comprobar la incapacidad de los organismos internacionales por hacer respetar las condiciones de paz, así como el reconocimiento de la libertad religiosa. Acaso el testimonio martirial de estas iglesias golpee nuestro interior haciéndonos despertar de nuestra tibieza e insensibilidad, y reavive nuestra fe”.