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La gran fuga de la llanura de Nínive contada por quien ha vivido este éxodo masivo en primera persona. Aleteia ha logrado ponerse en contacto con el padre Paolo, sacerdote en Karemlash, aldea de unos 8.000 habitantes a sureste de Mosul. En esos lugares ya no hay ni rastro de los cristianos, pues todos se han visto superados por la llegada de los milicianos islámicos del ISIL.
Ahora, el padre Paolo está en Erbil, en la archidiócesis de la ciudad iraquí que está acogiendo, en las iglesias y otras estructuras, a varios miles de prófugos cristianos procedentes de la llanura de Nínive. Trabaja al lado del arzobispo de Erbil, monseñor Bashar Warda, para ofrecer asistencia a los refugiados.
La huida antes del contacto con los extremistas
“Dejamos Karemlash antes de que llegaran los extremistas islámicos – cuenta a Aleteia el padre Paolo, a través del teléfono – tomé los registros de la parroquia y el crucifijo y escapé. Como yo, el resto de los cristianos del pueblo se alejó en auto, unos hacia Erbil, otros hacia otras ciudades del país donde tienen familiares que los podían acoger”.
“Cuando el ejército kurdo se retiró, comprendimos que nos habíamos quedado sin protección. No sabíamos lo que habría sucedido si nos hubiéramos quedado en nuestras casas. Ni podíamos imaginar la reacción de los milicianos islámicos. Como en Karemlash, también en los demás pueblos de la Llanura la gente se encontró sola, sin ninguno que los protegiera, y han huido”.
Las condiciones para volver a casa
En un solo caso, refiere el padre Paolo, se registró un episodio de violencia hacia los cristianos. Se trata de personas ancianas que se quedaron en casa y fueron robadas por los milicianos.
“Nadie se atreve a volver a los pueblos porque todos temen que se pueda repetir lo que ha sucedido en la ciudad de Mosul – subraya el sacerdote –. Allí los cristianos que fueron expulsados de sus casas pidieron volver. Pero los islámicos les pusieron condiciones: pagar impuestos, convertirse a su religión y combatir juntos por la causa islámica. Todas condiciones absurdas”. Por otro lado, el padre Paolo no confirma las noticias sobre ratos de cristianos que han circulado en algunos medios de comunicación.
Asistencia a los refugiados
Si por un lado no hay certezas sobre la vuelta a casa, por el otro, para los prófugos cristianos en Erbil y sus alrededores hay al menos la seguridad de recibir una asistencia continua y constante por parte de la Iglesia católica caldea. “Las iglesias están todas llenas – explica el párroco – y se han transformado en dormitorios algunos edificios a medio construir, pero ya habitables”.
“A cada persona intentamos garantizarle alimentos, servicios sanitarios, limpieza. Garantías mínimas para sobrevivir en condiciones aceptables. Tenemos noticias de grupos de refugiados que se han acogido en casas de amigos, parientes, que están ya colapsadas, con 30-40 personas dentro. Hacen falta seguramente más espacios públicos para permitir a los prófugos al menos encontrar estabilidad en lugares habitables y recibir asistencia”.
Junto a voluntarios y sacerdotes, padre Paolo subraya que el arzobispo de Erbil está ayudando en persona a los refugiados. “Monseñor Warda sirve con nosotros las comidas, visita las familias de los cristianos y coordina la asistencia. La Iglesia está haciendo todo lo posible pero la situación es difícil. Debemos dar de comer a miles de personas. Es duro, hacen falta más lugares públicos para prestar socorro. ¡La gente necesita ayuda!”.