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¿Cómo se hace nueva la Nueva Evangelización?

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ISCA - publicado el 14/08/14
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Es, en este momento histórico, un tema de reflexión de la Iglesia sobre sí misma y sobre su modo de anunciar
El concepto de Nueva Evangelización tiene ya varias décadas. El Papa Juan Pablo II en su discurso a los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), el 9 de Marzo de 1983, en Puerto Príncipe, Haití, haciendo alusión a la celebración de los quinientos años de evangelización en América Latina, les decía: "La conmemoración del medio milenio de evangelización tendría su significación plena si es un compromiso… no de re-evangelización, pero sí de una Evangelización Nueva: nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión.”
 
Resultan evidentes las rápidas y profundas transformaciones que ha experimentado, desde entonces, el contexto sociocultural y religioso. Autores de diversas disciplinas y algunos documentos del Magisterio eclesial se han referido al desarrollo de un tiempo inédito, señalando la diferencia entre una simple época de cambios y un rotundo cambio de época. La Nueva Evangelización es, en este momento histórico, un tema de reflexión de la Iglesia sobre sí misma y sobre su modo de anunciar. Requiere cuidado y discernimiento y una profunda comprensión del hombre, que es su destinatario, y de la cultura en la que él vive.
 
En lugar de centrarnos en cuál es la concepción de Nueva Evangelización que hoy prevalece en la Iglesia o en posibles transformaciones conceptuales realizadas a lo largo de tres décadas, elegimos, en cambio, preguntarnos ¿cómo se hace nueva la Nueva Evangelización? O, mejor aún, ¿qué la hace nueva? Al respecto, señala Enzo Biemmi, que participó en el Sínodo de 2012, que pudo observar tres desplazamientos o tres conversiones, al menos parciales, en los puntos de vista que llevan a responder estas preguntas. Son, precisamente, estos desplazamientos los que configuran la novedad de la Nueva Evangelización.
 
1. Nueva Evangelización como regreso de la Iglesia al Evangelio

Durante mucho tiempo creímos que el mensaje cristiano no llegaba al corazón de las personas por una cierta incapacidad de los agentes, quienes no acertaban en los métodos adecuados. Esto, en parte, tiene algo de cierto, pero esta perspectiva advertida por Biemmi durante el Sínodo no se refiere a este aspecto. No es una cuestión de falta o de improcedencia de tácticas. Benedicto XVI lo dijo claramente: “No se trata aquí de encontrar una nueva táctica para relanzar a la Iglesia. Se trata más bien de deponer todo lo que sólo es táctica y buscar la total sinceridad… llevando la fe a su plena identidad, eliminando de ella lo que sólo es aparentemente fe pero que en realidad es convención y costumbre.” 
 
La crisis en la transmisión de la fe interpela a la Iglesia a una segunda escucha, a hacerse discípula del Evangelio, a sentarse a sus pies para recibirlo en su corazón y renovarse en santidad. La Nueva Evangelización es, en este sentido, una cuestión de conversión al Evangelio.

2. Nueva Evangelización como reforma de la imagen de la Iglesia

“Es necesario que la práctica cristiana oriente la reflexión hacia un lento trabajo de construcción de un nuevo modelo de ser Iglesia, que evite las asperezas del sectarismo y de la religión civil, y permita … seguir manteniendo la forma de una Iglesia misionera.” Cuando los Lineamientos preparatorios al Sínodo se refieren a los peligros del sectarismo hacen alusión a una Iglesia cerrada sobre ella misma, alejada de la cultura y con estilos y propósitos más eclesiocéntricos que reinocéntricos.

La llamada “religión civil” hace referencia a aquel cristianismo sociológico que caracterizó el tiempo de “cristiandad”, cuando la socialización religiosa y cultural se producía al unísono. “La conversión espiritual subjetiva debe también convertirse valientemente en reforma estructural para que el Evangelio sea comunicado por la Iglesia de modo coherente tanto con sus palabras como con la imagen que presenta en la historia.”

3. Nueva Evangelización con el signo de la reciprocidad

Esto nos pone en contacto con dos maneras sustancialmente opuestas de encarar la relación Iglesia y cultura. La Iglesia entendió desde hace tiempo que debía mirar y escuchar la cultura, pero muchas veces lo hizo desde una posición unidireccional y monocultural: como quien diagnostica y establece unas pautas destinadas a otros, a quienes más o menos explícitamente se  los sitúa afuera y en situación de tener que recibir aquello que la Iglesia ofrece. Una posición situada bajo el signo de la reciprocidad ve a la Iglesia peregrinando en la historia, como compañera de camino de los hombres y de las mujeres de este tiempo.

“Es la recuperación de la perspectiva de Gaudium et Spes: la Iglesia tiene tanto para dar como para recibir. Honrar el punto de vista de Gaudium et Spes significa que la Iglesia comprende que la cultura no sólo es objeto de evangelización sino que contiene en sí misma, gracias a la acción del Espíritu que la precede, una palabra de Evangelio para ella. Se da entonces un verdadero diálogo en el que la Iglesia se apoya en la cultura, en algunos de sus elementos, y gracias a ellos se ve a sí misma y vuelve a comprender el Evangelio de otra manera y por tanto aprende a vivirlo de otro modo, a pensarlo y a proponerlo de una manera inédita.” 
  
En síntesis: la evangelización es nueva en la medida que parte de una renovada escucha del  Evangelio (conversión), reformula el rostro de la Iglesia de manera que se convierte en ícono del Evangelio (reforma), y nos lleva a estar de buena gana y de modo dialogal dentro de nuestra historia y nuestra cultura (inculturación).
 
Por Ana María Cincunegui. Artículo originalmente publicado por ISCA

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