Más de 1.000 llegan por mar y otros 700 intentan saltar la valla de Melilla
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En Lampedusa, el Papa Francisco nos mostraba cómo en la cultura del bienestar vivimos en “pompas de jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia”.
Es la indiferencia lo que día a día se percibe en la sociedad ante la llegada de inmigrantes a las costas españolas, ante el reiterado salto de la valla en Ceuta y Melilla, ante la oleada de cayucos, ante las fotos de la desesperación y la alegría de llegar a la que piensan que es la “tierra prometida”. ¿Ya no es noticia? ¿Nos hemos acostumbrado a ello? “¡No tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!” pensarán algunos como ya denunció el Papa.
Este verano la oleada de cayucos, la riada de personas desesperadas en busca de un mundo mejor se ha vuelto a reproducir. A un lado nos encontramos con los veraneantes que disfrutan de un merecido tiempo de descanso, al otro, llegados desde “otro mundo” los inmigrantes que huyen del Ébola, de las guerras, de las mafias y los fundamentalismos.
Embarcaciones hinchables que hacen de cayuco
Más de 1.000 inmigrantes han sido rescatados por Salvamento Marítimo en apenas dos días. Cruzan el estrecho en embarcaciones hinchables, muy parecidas a las que disfrutan los veraneantes para darse un chapuzón y son acogidos con extremo cariño por Cruz Roja, por Cáritas Parroquiales y por una legión de voluntarios para los cuales la indiferencia es un término que no existe en su vocabulario.
Se salva sus vidas, se les asiste y examina en controles médicos, pero es difícil saber qué hacer con ellos. Los albergues están masificados y en los pabellones municipales las cuidadas pistas de padel se convierten en improvisados barracones de primera acogida.
“Han pasado. Están vivos. Se ha cumplido un sueño”, afirmaba hoy el arzobispo de Tanger, monseñor Santiago Agrelo al conocer la noticia de la nueva llegada de cayucos a las costas españolas. Muchos han salido de allí, de Tanger y él sabe mejor que nadie el sufrimiento que llevan encima, por eso alerta de lo que les viene ahora: “Si la sociedad no se mueve, los devolverán a la oscuridad las leyes de extranjería. He dicho la sociedad, pero estaba pensando en la Iglesia, en las comunidades cristianas, en su ilimitada capacidad de ternura y de acogida. Es hora de hacer el milagro: romper las barreras de la indiferencia y del miedo. Es hora de dejarnos hacer por el Espíritu de Dios buena noticia para los pobres”.
Abandonada con apenas unos meses de edad
Son hombres y mujeres, familias enteras, e incluso niños sólos y abandonados. Es el caso de Princesa, que a bordo de una lancha neumática llegaba a la costa de Tarifa (Cadiz). Tiene unos meses y ha llegado sola. Sin padres. El periódico español El Pais informa de su llegada: “Los compañeros de travesía contaron que la familia de la bebé intentó subir sin éxito a la zodiac de juguete cuando se produjo un confuso altercado con gendarmes marroquíes. En un francés atropellado relataron que hubo un intercambio de pedradas que empujó a los padres a dejar a la niña en la embarcación, mientras ellos se quedaban en tierra”.
Llegó con fiebre, le suministraron un antipiréctico infantil y estuvo dormida más de seis horas sin pestañear: “Tiene cinco dientes y unos ojos negros muy vivos que lo escudriñan todo”, explican.
La valla de Melilla
El otro gran foco de presión migratoria en la frontera de España y Marruecos: Melilla también ha vivido en las últimas horas una nueva llegada de inmigrantes y cerca de 80 inmigrantes de origen subsahariano han permanecido encaramados a la valla durante cinco horas.
"Bosa, Bosa" y "Libertad, libertad", eran sus cánticos, aunque el cansancio les ha ido minando y poco a poco las fuerzas les han hecho bajar de la valla. Otros 600 lo han intentado a la carrera y otra decena lo ha intentado a través del puesto fronterizo de Beni Enzar.
Desgraciadamente no es noticia la presión migratoria en la frontera de Europa con África y sólo son datos de un verano más, cuyo buen tiempo anima a la aventura del salto al “Primer Mundo”. Siguen sin existir soluciones a corto, medio o largo plazo y las autoridades europeas miran a España, las españolas a Europa y Marruecos abre y cierra la presión migratoria según interese.
Una indiferencia política que contrasta con la profesionalidad, el altruismo y el “buenhacer” de las personas que se dedican a la acogida de los recién llegados, a los que vienen soñando con un mundo mejor. Gracias a ellos las dramáticas aventuras no se convierten en tragedia y gracias al salvamento marítimo y a la Guardia Civil nuestra mirada se centra en los que llegan y no en las víctimas mortales. Esto sí que es una buena noticia.