Aleteia logoAleteia logoAleteia
jueves 25 abril |
San Marcos, evangelista
Aleteia logo
Espiritualidad
separateurCreated with Sketch.

La masacre en el convento de los jesuitas de Varsovia, hace 70 años (I)

The Warsaw Uprising 1944 – es

© Public Domain

Gerardo Rodríguez - publicado el 13/08/14

Crónicas de fe y martirio en el Levantamiento de Varsovia

Desde la madrugada del 2 de agosto los padres jesuitas comienzan a celebrar misas continuas en la capilla del convento. No se sabe lo que puede suceder en las próximas horas, por lo que cada uno quiere cumplir con su deber sacerdotal. Habitualmente la capilla se ve colmada de fieles pero en este momento sólo hay unas pocas personas. Alrededor de las seis el padre Sawicki se reúne en el pasillo con el Padre Superior Kosibowicz.

Los acontecimientos recientes lo han cambiado mucho. Muchas veces experimentó en el convento situaciones difíciles, pero el Padre Superior siempre repetía: "Nuestro Rector es san Andrés Bobola. En sus manos he hecho la regla de esta casa, y sin la voluntad de Dios no va a caer un solo cabello de nuestras cabezas… En los huertos vecinos, al lado de nuestra casa, se encuentra un destacamento de las SS. Esto no presagia nada bueno para nosotros".

El padre Kosibowicz va a la sacristía, se reviste de ornamentos negros y sale para celebrar la Misa delante del altar mayor. Después de él celebra el padre Monko. De repente, una explosión cercana sacude las paredes, seguida por una segunda, una tercera, y otras más. Desde el techo, desde las paredes se desprende el yeso y caen los cascotes, los vidrios caen con estrépito, y a través de las ventanas rotas penetran las nubes de polvo.

El ambiente es invadido por la oscuridad. Todos huyen de la capilla. Un niño, el monaguillo se protege en la sacristía. El sacerdote quedó solo en el altar. El violento cañoneo de artillería se prolonga hasta el Agnus Dei. ¿Quién dispara? – se preguntan sorprendidos los religiosos, los alemanes se encuentran apenas a sólo unos pocos cientos de metros de distancia, en el edificio de la escuela Wawelberg. Son destacamentos armados de las tropas de las SS. ¿En verdad los insurgentes tenían artillería? Pero ¿por qué dispararon contra un convento?

En las paredes aparecen más y más grietas. La capilla de la casa está totalmente destruida. Las densas nubes de polvo se ciernen sobre el monasterio. Desde su habitación el padre Pawelski sale al pasillo, está extremadamente agitado. – Me acerqué a la ventana – dice – y un soldado, caminando por la acera, me disparó, la bala me pasó cerca de la oreja. Afortunadamente – falló. Hasta en la habitación, en la que se ubica la administración de las publicaciones de la compañía, los SS lanzan granadas. En todas las habitaciones y pasillos están los vidrios de las ventanas rotas, escombros por todas partes.

Alrededor de las 9 el padre Mieczyslaw Wroblewski sale para celebrar la misa, le asiste el padre Wladyslaw Wiącek. En otro altar el padre Jędrusik asiste al padre Henryk Wilczyński. De repente, desde el cercano distrito de Mokotów la artillería antiaérea abrió fuego contra el convento. Están lloviendo proyectiles tras proyectiles, las paredes tiemblan. En la capilla todo se torna oscuro y denso. La impresión es tan increíble que el padre Wiącek – como sinceramente confesó más tarde – en un primer momento quiere huir de la capilla, sólo por la función que tiene de asistir al celebrante no lo hace.

Por el contrario, el padre Wilczynski, como si nada pasara a su alrededor, tranquilamente celebra la santa misa hasta el final, y luego desciende hasta el refugio y se sumerge en la oración del oficio divino. Cerca de las 10 el cañoneo se desvanece y, finalmente, se detiene por completo.

De repente resuenan violentos golpes en la puerta de la entrada principal. El hermano portero abre la puerta, a través de la cual una banda de SS armados se precipita hacia el interior. – Wer hat hier geschossen? (¿Quién ha disparado desde aquí?) – preguntan. El hermano portero se encoge de hombros… Esta actitud enfurece a los hombres de las SS. – Ja, verfluchten Polen! Wo sind Banditen? (¡Sí, malditos polacos! ¿Dónde están los bandidos?) La voz de los alemanes atrae la atención del padre Kosibowicz.

– ¿Qué pasa aquí? – pregunta en un excelente alemán a los hombres de las SS. – Desde esta casa hubo disparos – dijeron los alemanes. – Es imposible. ¡En todo este convento nadie tiene armas! – responde el padre superior. – ¡Y sin embargo alguien disparó desde esta casa! – grita uno de los SS. – Durante todo este tiempo hemos estado en el sótano. – Cuando estábamos allí, alguien disparó desde una ventana del primer piso – afirmó con obstinación el alemán. – Apostaría mi vida a que nadie ha disparado. Nuestra casa está cerrada. Pueden hacer un registro y convencerse por ustedes mismos.

Se ejecuta la orden. Los hombres de las SS realizan el registro, por lo demás muy superficial y vuelven. – Todo está en orden – certifican. – Pero ahora señor venga con nosotros, a presentarse delante de nuestro comandante y repita todo esto de nuevo le dicen al padre superior. El padre Kosibowicz sale rodeado de los hombres de las SS. Los padres suspiran aliviados. Creen que va a aclarar el malentendido y los hombres de las SS dejarán en paz el convento. El reloj marca las once, cuando de nuevo retumba el golpeteo de las botas de los soldados. Regresan. El padre superior no está con ellos.

El padre Sawicki pregunta: – ¿Dónde está el Padre Superior? En lugar de responder se oye una orden. – Baje las escaleras. El padre Sawicki se dirige hacia otro SS: – ¿Qué pasó con el padre superior que salió con ustedes? El SS permanece en silencio. Este silencio asusta a los padres. El padre superior Kosibowicz nunca más regresaría. Cerca del monasterio fue asesinado con un disparo en la nuca. – Todos a la sala de calderas! – Grita un SS.

Alguien llama a la calma porque otro soldado dijo que no hay nada de qué preocuparse. Nadie corría peligro. Sin embargo los padres están inquietos. El padre Wiacek, director espiritual de la comunidad se coloca una estola y comienza la oración, primero las Letanías a la Virgen María. En la puerta de la sala de calderas hay un SS, con una metralleta en la mano y granadas en su cinto. Parece como si estuviera escuchando las oraciones de este grupo de religiosos asustados.

De repente otro SS señala con un dedo al padre Henry Wilczynski, que es al que tiene más cerca y le ordena salir al pasillo. Los padres están convencidos de que los harán salir a todos hacia el pasillo y allí serían asesinados con un disparo en la nuca. Los minutos pasan, largos como una eternidad. No se oyen disparos, ¿será tal vez con un cuchillo? … El hombre de la SS aparece de nuevo en la puerta y mira a este grupo pasmado. Por fin le hizo una seña al padre Lubiński, que está sentado en una silla. El anciano se levanta con dificultad. – Tengo reumatismo – dijo en alemán para justificar sus movimientos tan lentos. El SS hace señas y da a entender al anciano que no será nada agotador. Salen.

Después de un momento, el SS está otra vez en la puerta, de nuevo en busca de la siguiente víctima, el padre Rosiak pregunta si viene por él. El soldado asiente con la cabeza. En el pasillo detiene al padre, preguntándole la hora. ¡Así que es eso! El padre se saca el reloj, se lo da al ladrón y va por el pasillo. Otro SS le muestra la puerta. Esta es la habitación, en la que vive el conductor Stanislaw Zwan, trabajando desde hace mucho tiempo en la casa de los jesuitas.

Cada vez más nuevos padres, hermanos y otras personas vienen a esta sala. El padre Wiącek dice: – Ha llegado nuestra última hora… Estamos condenados a muerte. En un momento, nos encontraremos delante del Señor Jesús. Tenemos que estar preparados… El que quiera se puede confesar. El padre Madaliński lee del breviario la bendición apostólica para la hora de la muerte. Y de nuevo el padre Wiącek: “Ego absolvo a peccatis vestris in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti”.

Tags:
historiajesuitasmartiresnazismopoloniasegunda guerra mundial
Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.

ES_NEW.gif
Oración del día
Hoy celebramos a...




Top 10
Ver más
Newsletter
Recibe gratis Aleteia.