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“La caridad de los misioneros cambia el sufrimiento de estos pueblos”

El padre Christopher Hartley en la misión de Gode, región somalí de Etiopía

Jaime Septién - publicado el 12/08/14

Entrevista al misionero español Christopher Hartley: "No soy un rebelde, sólo un sacerdote de Cristo"

El padre Christopher Hartley Sartorius es, sin duda, un sacerdote controvertido. El documental que se hizo en 2007 sobre su lucha en los bateyes (los ingenios azucareros de República Dominicana, dominados por unas cuantas familias), El precio del azúcar (The price of sugar), ha dado la vuelta al mundo, lo mismo que el libro En el púlpito de la miseria, que ha sido fuente de inspiración para muchos sacerdotes, misioneros y laicos que han decidido hacerse uno con los olvidados de la tierra.

El padre Christopher –sacerdote diocesano de Toledo, España— abandonó en 2006 República Dominicana y en 2008 fundó una misión en el desierto de Etiopía, en Gode, una pequeña población en la que jamás había existido la presencia de un sacerdote católico.




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Ahí ha continuado con su pasmosa “determinación” que lo llevó a enfrentar –y a vencer—a las tres grandes familias dominicanas poseedoras de plantaciones de caña de azúcar, mismas que empleaban trabajadores haitianos en condiciones infrahumanas.

Las opiniones del padre Christopher, su postura y sus causas, genera adhesiones y animadversiones. En una entrevista exclusiva para Aleteia este sacerdote y luchador al lado del pobre –herencia de sus muchos años de trabajo al lado de santa Teresa de Calcuta- se retrata a sí mismo de cuerpo completo.

E importa mucho pues continúa el conflicto (ya con algunos visos de solución) entre Haití y República Dominicana por cuestiones migratorias, leyes de ciudadanía, emergencia humanitaria y rechazo social.

El Padre Christopher Hartley en una de las iglesias destruidas en Etiopía
@Foto enviada por el padre Christopher Hartley

Desde que usted tuvo que salir de República Dominicana hasta ahora, ¿ha cambiado en algo la situación de los haitianos en los bateyes?  ¿Se comprendió el papel profético, al lado de los pobres, de la Iglesia por la Iglesia misma?

Muchas cosas han cambiado desde que salí de la República Dominicana. Sobre todo gracias al extraordinario trabajo de la Doctora Noemí Méndez, la abogada con la que tuve el privilegio de colaborar durante mis años de misión por esos cañaverales.

Desde la distancia, he tratado de colaborar lo más posible para que la labor iniciada no perdiera nada de su vigor en favor de aquellas gentes.

Lamentablemente la Iglesia como institución ha tenido una actitud deplorable en lo que a la “cuestión haitiana” se refiere. El racismo imperante dentro de la jerarquía es verdaderamente vergonzoso y la desatención por parte de la Iglesia dominicana es prácticamente total.

Duras declaraciones…

…sin embrago, gracias a Dios, las jerarquías no son los únicos miembros de la Iglesia. Tuve el privilegio de trabajar en una parroquia que estaba profundamente comprometida con la labor pastoral iniciada en los bateyes.

Lamentablemente, los sacerdotes que me han sucedido tras mi partida, no han mostrado el menor interés en la evangelización de las gentes de los bateyes.

Tengo entendido que hubo reacciones importantes en el ámbito internacional, concretamente en Estados Unidos: ¿es así?

Sí.  Probablemente el hito más importante a destacar en este tiempo tras mi partida, sea la denuncia presentada en diciembre de 2011 ante el Departamento del Trabajo de los Estados Unidos y el consiguiente informe publicado por dicha agencia del gobierno americano en septiembre de 2013.

Una de las dudas que le queda a uno, tras ver el documental El precio del azúcar es si alcanzó a explicar a quienes tenían en usted su único refugio el por qué de salida…  ¿Hubo repercusiones en contra de los haitianos que trabajaban con usted?

No hubo repercusiones graves dignas de mención tras mi partida.  A mí me expulsó de la parroquia el obispo de San Pedro de Macorís porque en definitiva no estaba dispuesto a asumir su cuota de cruz por la situación que se había generado a causa de mis denuncias y mi labor pastoral en general.

La familia Vicini (la dueña de los ingenios de Los Llanos, donde trabajó el padre Christopher, n.d.r) presionó al gobierno y a la jerarquía para que me expulsaran.

¿Cuál es la realidad y cuál es, simplemente, el deseo expresado en la frase “la opción preferencial por los pobres” de la Iglesia católica en América Latina y El Caribe?  ¿Se cumple esto o solamente es un proyecto que podría ser o podría no ser?

Creo que no hay mejor comentario a esa frase que las palabras mismas de Jesús: “Tuve hambre y me diste de comer…”, como se puede leer en Mateo 25: 31-46.  O las del Santo Padre Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium: Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones.

Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos, sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que “no tienen con qué recompensarte”, (Lucas 14, versículo 14).

No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, “los pobres son los  destinatarios privilegiados del Evangelio”, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer.

Hay que decir –sin vueltas– que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.

Muchos lo consideran a usted un “rebelde”.  ¿Qué hizo cambiar el rumbo de su vida?  ¿Madre Teresa de Calcuta? 

Yo no soy un rebelde en el sentido coloquial del término. Simplemente soy un sacerdote que -aun con sus muchas incoherencias- trata de tomarse el Evangelio de Jesús en serio.

Dos personas fueron determinantes en mi vida: mi director espiritual don José Rivera, sacerdote diocesano de la archidiócesis de Toledo, a quien tuve el privilegio de conocer al poco tiempo de ingresar en el seminario de Toledo gracias a mi amigo y en aquel entonces también seminarista, Prisciliano Hernández, y la Madre Teresa de Calcuta.

Ellos me enseñaron con la palabra y con la vida a caminar tras las huellas de Cristo en los más pobres.

Usted mismo se nombra como un sacerdote “determinado” a conseguir sus objetivos.  Ahora, en Etiopía, en estado permanente de misión, ¿cuál es su meta a lograr por Cristo?

Hacer presente la caridad de Cristo y la misión de la Iglesia que es anunciar y hacer visible y creíble el Reino de Dios. No es posible la predicación explícita, pero nada puede impedir que las obras irradien al Señor, en la mayoría de lugares que visito y celebro la Santa Misa solo, es la primera vez que se celebra la Pascua del Señor desde que el Verbo se hizo carne.

Es hacerse siervo de todos, abajarse, darse sin esperar nada a cambio, saber reconocer en los rostros de estas gentes el Rostro único de Dios en el misterio de este prolongado Viernes Santo que es la espantosa vida que viven estas pobres gentes. La caridad de los misioneros transfigura el sufrimiento de estos martirizados pueblos.




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