El famoso “sermón de Montesinos” marcó el inicio de la decidida defensa de los indios americanos
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Los temas de actualidad se renuevan cada cierto tiempo, caen en desuso y por periodos nadie los menciona y luego reaparecen, como novedades en las mesas, para que la opinión pública vuelva a entender lo que había caído en la incomprensión. Especialmente los temas enraizados en la Fe y la Doctrina de la Iglesia Católica reciben este tratamiento de novedades, aunque se diga con palabras nuevas lo que de suyo lleva milenios repitiéndose.
La Doctrina Social de la Iglesia es una de esas “maravillas de la comunicación”, porque se basa en el intemporal mandamiento que nos dejó Nuestro Señor Jesús: “Amen a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ustedes mismos”. Este es un mandato sin fecha de vencimiento, pero a la gente le gusta insistir en su carácter actual, porque el mundo moderno requiere la palabra “renovación” para sentir que el progreso es una realidad tangible.
Pero los dominicos en todo tiempo y lugar han sabido ser portavoces de esta Doctrina, por lo que han sido y son abanderados históricos de las más nobles causas. Así se trasluce en este Sermón de Adviento de Fray Antonio de Montesinos; el domingo 21 de diciembre de 1511, cuarto domingo de Adviento, cuando se lee el pasaje del Evangelio de San Juan, donde dice: «Yo soy una voz que clama en el desierto» (Jn 1, 23), fray Antonio Montesino subió al púlpito, como portavoz de la primera comunidad de dominicos en el Nuevo Mundo, en Santo Domingo, para pronunciar el sermón preparado previamente y firmado por todos los frailes:
Ego vox clamantis in deserto
«Para os los dar a cognoscer me he sobido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla; y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír».
«Esta voz [os dice] que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades [en] que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo».
Por cierto que Fray Antonio murió en Venezuela en 1540 y, aunque se desconocen las causas de su muerte, en el Libro Antiguo de Profesiones, al margen de la nota de su profesión, esta escrita: «Obiit martyr in Indii»; y en el mismo convento de San Esteban de Salamanca, a la entrada del refectorio, se halla rotulado por mártir.
Sería en extremo largo hacer un recuento histórico de la lucha de los dominicos en América por el respeto a la dignidad humana, a la justicia y al reconocimiento de los seres más vulnerables como Hijos de Dios, herederos de la nobleza y la gracia de Nuestro Señor. Pero solo para dar una idea de la importancia de las misiones dominicas en el Nuevo Mundo, es imposible dejar de mencionar a Fray Bartolomé de Las Casas, O.P. (Sevilla, 24 de agosto de 1474 o 1484 – Madrid, 17 de julio de 1566) quien fue un encomendero español y luego frailedominico, cronista, filósofo, teólogo, jurista, “Procurador y protector universal de todos los indios“, obispo de Chiapas en el Virreinato de Nueva España -actual México-, escritor y el principal apologista de los indios.
En sus diversos viajes entre España y América no escatimó esfuerzos para hacer vales los derechos de los indígenas americanos y propiciar que las Leyes de Indias se ocuparan de la protección de estas gentes, sensibilizando a Carlos I y al príncipe Felipe, futuro rey Felipe II, encargado de los asuntos de Indias. A él va dirigida su obra más conocida, la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, y por su empeño obtiene medidas y normas de resguardo y protección de las diferentes naciones indígenas de América, amenazadas de genocidio por la violencia de los procedimientos de la conquista europea.
Los dominicos se hicieron acreedores de territorios para la evangelización durante todo el período colonial, y en ellos transmitieron el mensaje del Salvador de la humanidad con sabiduría y celo cristiano. Merecían que la primera gran isla que los europeos encontraron a su paso llevara el nombre del fundador de la Oden de los Predicadores Dominicos, Santo Domingo de Guzmán.
Muchas poblaciones del continente, así como colegios, hospitales, zonas geográficas, etc., reciben este nombre, en honor a tan meritorio santo que supo dejar un ejército de valientes defensores de la Fe, quienes igualmente se dedicaron a trabajos manuales e intelectuales para mayor gloria de Dios. Muchas personalidades importantes son santos dominicos; entre nosotros, resaltan dos de los más queridos por los fieles y devotos latinoamericanos, los cuales son nacidos en la América del Sur: Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres.
La primera universidad de América
La construcción del Convento e Iglesia de los Padres Dominicos inicia hacia 1517, siete años después de la llegada de la Orden de los Dominicos a Santo Domingo en el año de 1510. Fue en el Convento donde nació la primera universidad de América, la cual es conocida hoy como la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
La construcción de la Iglesia fue finalizada alrededor del año 1530. Sin embargo, con el paso del tiempo ha sufrido grandes modificaciones y daños severos a su arquitectura. En 1746, el edificio fue restaurado nuevamente, imponiendo así su estilo barroco. Dentro de la Iglesia se encuentra la Capilla de Nuestra Señora del Rosario, la cual fue construida en 1649. En esta capilla se venera a la Vírgen del Rosario, la cual es la patrona de los Marineros. Fue en este terreno donde Fray Antón de Montesinos lanzó el famoso Sermón de Adviento contra el maltrato de los indígenas. Esta edificación es la más antigua iglesia viva que existe en el continente americano.
Artículo publicado por Reporte Católico Laico