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Irak 2014: la guerra que no cesa (I)

Erbil – es

© AIUTO CHIESA CHE SOFFRE

María Angeles Corpas - publicado el 08/08/14

Chiíes contra sunníes, el contagio sirio y el nuevo imperialismo islamista, claves de la guerra

En 2014 la guerra civil siria se ha extendido a su vecino Irak. El grupo radical ISIS, antiguo componente de la insurgencia antiamericana, ha llevado su radicalismo a amplias zonas del oeste del país. Esta amenaza ha supuesto un desafío para el gobierno chií y la autonomía kurda.

Junto a los numerosos desplazados también hay que reseñar una fuerte violencia contra las minorías, particularmente cruel con los cristianos. Dentro de su estrategia bélica y propagandística, se han erigido en califato islámico. Al rescatar esta institución histórica del Islam triunfante pretenden liderar el movimiento yihadista internacional y consolidar su poder. 

  1. Chiíes contra Sunníes

El radicalismo del autoproclamado del ISIS (Estado Islámico de Irak y Levante) revela la complejidad del tablero de medio oriente, la inestabilidad de sus regímenes y la existencia de un proyecto de construcción de un modelo político netamente islámico, superador del estatus neocolonial.    

La violencia había sido un fenómeno constante durante la prolongada ocupación estadounidense de Irak entre 2003 y 2011. Aquella intervención estaba relacionada con las consecuencias del 11S y con un conflicto sin resolver tras la guerra de 1990-91. Finalmente, desapareció el régimen de Saddam Husein dando paso a una fuerte insurgencia. Aquella violencia se explicaba por el rechazo a la presencia occidental y también como resultado de las fuertes contradicciones internas, acalladas durante la dictadura mediante una brutal represión. En este periodo, actores locales e internacionales entraron en escena. De un lado, la estrategia para oriente próximo de la administración Bush, que incluía un proyecto a largo plazo para la estabilización y autodefensa del nuevo régimen. De otro, las tres principales facciones iraquíes: kurdos del norte y árabes sunníes y chiíes.

La resistencia anti ocupación se desarrollaba mediante una estrategia de guerrilla terrorista contra los ejércitos iraquí, estadounidense y británico. Estaba compuesta por una amalgama de fuerzas, en su mayoría integradas por antiguos beneficiarios del régimen sunnita Baaz, muy fuertes en localidades como Tikrit. Asimismo, contó con la aportación de combatientes radicales extranjeros en la órbita de al Qaeda y su estrategia antiestadounidense. Los continuos atentados y las numerosas bajas civiles crearon un ambiente de fuerte inestabilidad política y social, lastrando la normalización del país.

Como resultado del proyecto constitucional de 2005, fue elegido primer ministro el candidato chií Nuri al-Maliki, de la Alianza Unida Iraquí. De este proceso político nació un nuevo orden en el que los kurdos progresaron en su autonomía. Por su parte, el nuevo régimen controlado por la mayoría social chií condujo a un fuerte descontento de la población sunní, que había controlado los resortes del poder en el régimen anterior.

  1. El contagio sirio

El presidente chií al-Maliki conservó el poder a pesar de las reclamaciones electorales de 2010. En este contexto se produjo la irrupción de la denominada primavera árabe, cuyas consecuencias desde 2011 incluyeron cambios de régimen en países como Túnez, Libia y Egipto. En la vecina Siria, las protestas derivaron en una guerra civil que se ha prolongado hasta el momento actual, extendiendo sus efectos a Irak. El régimen baazista de Bashar al-Assad ha venido ejerciendo una fortísima represión contra los bastiones rebeldes como Homs. Ha contado con el apoyo de la guerrilla libanesa Hizbolá y de Irán, paradójicamente antiguos enemigos de Irak en la guerra de 1980-88.

Entre los beligerantes rebeldes hay una variada gama de combatientes que incluyen a todos los perjudicados por el autoritarismo y la corrupción del régimen alauí. También por minorías como los kurdos y milicianos de distintos lugares del mundo árabe islámico, encuadrados por organizaciones radicales. Entre ellas, el denominado

Estado Islámico de Irak y el Levante. Este grupo había combatido en la insurgencia iraquí y se caracteriza por ser una facción sunní radical y extraordinariamente beligerante contra el chiismo. Este grupo había adquirido distintas denominaciones como Comunidad del Monoteísmo y la Yihad o al-Qaeda en Irak. La extrema violencia desencadenada en Siria les valió numerosas condenas de organismos políticos y no gubernamentales internacionales. Incluso al-Qaeda se desvinculó de esta facción. Su brutalidad represiva va más allá del contexto de guerra civil, defendiendo un código de comportamiento integrista.

A comienzos de 2014, lanzaron una ofensiva sobre Irak controlando la estratégica ciudad de Faluya en una maniobra anti chií que conectaba la guerra civil Siria y la inestabilidad iraquí. Para combatir esta peligrosa injerencia, el gobierno iraquí ha movilizado todos sus recursos. Incluso el apoyo simultáneo de la administración Obama y del régimen iraní ha creado una paradoja geopolítica. Ningún actor internacional deseaba este contagio ni reabrir el ciclo del intervencionismo occidental. Los combates y la violencia se han sucedido entre fuerzas gubernamentales y rebeldes en ataques como el de Samarra y Mosul en junio.

Para ello han contado con el apoyo del descontento sunní de zonas como Tikrit y la aportación yihadista internacional. Han conseguido el control de una parte significativa de Siria y del oeste de Irak en la frontera con Jordania y Siria. Para evitar bajas civiles se han producido desplazamientos masivos de población. Existe gran preocupación por el control de algunos recursos esenciales como pozos petrolíferos y refinerías. En el contragolpe iraquí está siendo esencial la contribución de los combatientes kurdos (peshmergas) de la región autónoma.    

  1. Tribalismo e Imperialismo

Como puede deducirse de lo expuesto hasta ahora, muchos de los conflictos del siglo XXI siguen estrechamente conectados con los problemas sin resolver, fruto de la descolonización. La artificialidad de muchas fronteras, el escaso desarrollo y la influencia de ideologías extremistas se suman a una situación internacional volátil. Este principio general es especialmente idóneo en el caso del mundo árabe islámico, desde el Magreb a Pakistán. Con numerosas tensiones e incertidumbres abiertas.

Es significativo que este grupo radical del ISIS proclamara en 2014 un califato islámico en los territorios bajo su control en Siria e Irak. Se trataría de superar un orden neocolonial, controlado por regímenes corruptos e “impíos”, estructurado mediante Estados nacionales, indebidamente trasplantados desde el mundo occidental. La proclamación formal se hizo el 29 de junio, coincidiendo con el inicio del Ramadán. El líder Ibrahim Awwad fue elevado a la condición de califa (jefe político y espiritual), tomando el nombre de Abu Bakr al-Baghdadi (1971). Natural de Samarra, realizó estudios islámicos en la Universidad de Bagdad y formó parte de la resistencia próxima a al-Qaeda durante la ocupación estadounidense. Su separación de la corriente principal del extremismo islámico del al-Qaeda ha sido explicada como una desavenencia con el liderazgo de al-Zawahiri.

Como puede verse, este movimiento conlleva una gran fuerza simbólica al utilizar una institución histórica del Islam naciente para legitimar la estrategia radical y atraer financiación y combatientes de todos los rincones del mundo. El carácter sectario y extraordinariamente sanguinario de esta facción ha causado rechazo internacional e incluso entre los opositores a los regímenes de Bagdad y Damasco. Ningún resistente está a salvo. Contraviniendo los principios islámicos de tolerancia, también están amenazados grupos étnicos como kurdos y chiíes y minorías religiosas como los cristianos o los yazidis, de origen zoroastrista de la localidad de Sinjar.   

De este modo, puede concluirse que del resultado de esta guerra depende el futuro de dos aspectos muy importantes para la región. El primero de ellos, inmediato: ¿cuál va a ser la naturaleza de los regímenes iraquí y sirio? Sobre esta cuestión existen numerosas amenazas para la paz, la estabilidad en la zona y los derechos individuales y colectivos. El segundo tiene que ver con el terrorismo y los movimientos radicales combatientes en todo el mundo, con raíz en el denominado yihadismo internacional. A partir de la figura simbólica de Bin Laden, muchas de estas organizaciones y liderazgos han competido por orientar y desarrollar los objetivos del movimiento. Un combate en los campos de batalla y en la propaganda en el que Irak es un escenario privilegiado.

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