La diócesis de Morelia ha sido, en medio de la vorágine y la violencia, una voz decisiva de defensa de la ciudadanía
Los últimos años, el Estado occidental de Michoacán ha sido –junto con el norteño de Tamaulipas—el talón de Aquiles del sistema de seguridad en México. La Iglesia católica, encabezada por el arzobispo metropolitano de Morelia, monseñor Alberto Suárez Inda, ha sido, en medio de la vorágine y la violencia, una voz decisiva de defensa de la ciudadanía y de denuncia de las tropelías de los grupos criminales que operan en esta región mexicana.
Pero la Iglesia no se ha conformado con levantar la voz, con denunciar, con socorrer a las personas necesitadas de ayuda espiritual y material. La pastoral social de la provincia eclesiástica de Morelia realizó en días pasados el primero de tres módulos del Diplomado de Formación de Organismos Levadura y Transformación Social en Construcción de Paz.
En este primer Diplomado participaron más de cincuenta personas, entre laicos, religiosas y sacerdotes provenientes de las cinco diócesis de la Provincia: Apatzingán, Lázaro Cárdenas, Morelia, Tacámbaro y Zamora; regiones, todas ellas, larvadas por la violencia a partir de la acción de grupos criminales como “Los Templarios” o “La Familia Michoacana”.
Transformar la sociedad
El Diplomado fue acompañado por la comisión episcopal para la Pastoral Social (CEPS) de la Conferencia del Episcopado Mexicano, y facilitado por Rosa Inés Floriano Carrera, del Secretariado Nacional de Colombia, quien es experta en procesos comunitarios de transformación social y construcción de paz.
Floriano Carrera, desde 2011, acompaña y asesora a CEPS y de manera específica a la dimensión de Justicia, Paz y Reconciliación, Fe y Política. El Diplomado también contó con apoyo financiero de CRS (Catholic Resources Services).
El primer módulo de este proceso se tituló “La Comunidad de aprendizaje” e hizo conciencia de la necesidad de reconocer que no hay una única receta para construir la paz, que se requiere la participación de todos para lograrla; de ahí que las relaciones sean el lugar privilegiado para la transformación social.
“La violencia mata la capacidad de soñar, el miedo nos paraliza y le da poder a los violentos por eso es indispensable tener un proyecto común emanado del sueño colectivo, que ponga en el horizonte el futuro deseado, compartido del que se genera un proceso de transformación social”, según se ha dicho a lo largo del Diplomado.
“Después de la experiencia de estos días, los participantes vuelven a sus comunidades con la tarea de hacer un trabajo de campo para implementar los elementos reflexionados en las acciones pastorales que realizan y generar nuevas estrategias con una intencionalidad concreta, que impulsen transformación social”, señala en una nota la CEPS.
“Para la dimensión de Justicia, Paz y Reconciliación, sigue diciendo la nota de CEPS, este espacio de fortalecimiento de capacidades genera esperanza y aliento en la misión de promover y acompañar las iniciativas locales de Construcción de paz”.
Los próximos diplomados serán para nuevos actores y para seguimiento de estas organizaciones que, al amparo de la Doctrina de la Iglesia deben ser la levadura y el fermento en un nuevo modelo de acción en Michoacán, la tierra que evangelizó y civilizó en el siglo XVI Vasco de Quiroga, Tata Vasco, actualmente en proceso de beatificación.