La literatura apocalíptica es típica de los tiempos de crisis: en el fondo, la tentación de la derrotaLa abundancia de literatura apocalíptica en nuestros tiempos es prueba evidente de la situación de crisis existente en el mundo. Como no sabemos con certeza hacia dónde va el mundo, experimentamos el futuro con incertidumbre. Son tantas las promesas incumplidas que soñamos despiertos como pesadillas insoportables. Como señala un pensador “la catástrofe en la mente es omnipresente”. Cargamos con insatisfacciones, desilusiones, cierre del horizonte de esperanzas, y buscamos salidas a través de todo tipo de disfraces posibles, bajo el ropaje de respuestas científicas.
En la actualidad, el universo apocalíptico juega un papel importante en el comportamiento de la gente y en su forma de pensar el mundo. No se trata sólo de alucinaciones mentales personales. La política y la publicidad con fines económicos o culturales manipulan las conciencias con el fin de anular la protesta y trasmitir que no hay alternativa. El término apocalipsis se traduce como descubrimiento o revelación, es decir, se refiere a los cambios positivos o negativos que se esperan.
En otras palabras, si el retorno de la conciencia apocalíptica tiene rasgos especialmente negativos, significa que hay una desorientación en los cambios profundos que se están dando a nuestro alrededor y en el mundo globalizado. Se hace urgente desarrollar una mentalidad madura, crítica que no se mueva al ritmo de lo que nos venden cada día para domesticarnos y vendernos proyectos económicos, sociales o políticos, apoyados en el miedo o en la aparente convicción de que no hay quien cambie la situación en la que vivimos.
Hay una brecha entre el mundo deseado y el mundo real. La apocalíptica arraiga en el imaginario colectivo que estamos al final de un trayecto. Los males existentes en el mundo se nos venden como insuperables si no caemos en las manos, mejor en las garras, de quienes nos ofrecen hipotecar nuestra mente y voluntad, al sueño mesiánico de un producto o de una ideología que nos ofrece un cielo aquí, en el más acá, pero todavía no.
La historia es el producto de las decisiones de los seres humanos, que pueden destruirla o realizarla a través de la acción creadora. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. La mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad. Por ello, el Papa Francisco nos invita a no dejarnos robar la alegría y la esperanza. Los desafíos están para superarlos.
Monseñor Baltazar Porras Cardozo, Arzobispo de Mérida (Venezuela). Artículo publicado por ReporteCatolicoLaico