La Cuaresma está llegando a su fin.
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“Un día, Caín invitó a su hermano Abel a dar un paseo, y cuando los dos estaban ya en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató”.
Vive tan cerca de Dios y por su envidia, Caín se ciega, olvida que son hermanos.
Ese es todo el problema. Sólo que en este caso, da la impresión que ambos países lo han olvidado: "Son hermanos, hijos de un mismo Dios".
Y lo más triste, olvidan un mandato expreso que Dios les ha dado:
“No matarás”.
Dios trasciende el tiempo, pero no vive ausente de nuestros problemas. Y nos ha pedido con claridad que amemos.
¿A quién? A todos… al enemigo, al amigo, al bueno, el malo, porque tarde o temprano este amor inundará sus vidas y los cambiará.
Es como decía san Juan de la Cruz: “Donde no hay amor, pon amor… y encontrarás amor”.
Dicen que la situación es muy compleja, como un juego de ajedrez. Un país atormenta al otro. El otro provoca, sabiendo que lo atacarán, para crear solidaridad. Es un panorama confuso para los que no vivimos allá. Y tal vez nunca lo entendamos del todo.
Pero hay algo que no cambia en ningún lugar de este planeta tan pequeño: "No hay excusas para matar". Y la excusa que tienen no se justifica, es un absurdo, un crimen.
¿Qué es una guerra? La gran ausencia de Dios.
He visto la foto de una niñita como de 4 años, llorando desesperadamente sobre el cadáver de su papá.
Esto es inhumano. Me rompió el alma. Ningún niño debiera pasar por esto. Un solo pensamiento cruzó mi mente: “¡¡Basta!!” Nadie merece sentirse como Abel.
Si pudiera decirle algo a ambos países sería muy sencillo: “No te conviertas en Caín”.