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El bullying también existe en la Iglesia y en el seno de las familias

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Jaime Septién - publicado el 19/07/14
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Hablan dos obispos mexicanos al respecto, contando su propia experiencia
Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, y monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán, han firmado sendos artículos sobre el tema del bullying u hostigamiento.  Pero éstos nada tienen que ver con el hostigamiento escolar, en el que México es el país número uno del mundo, sino con el que se da dentro de la Iglesia y dentro de las familias.

Acoso en los seminarios

El obispo de San Cristóbal de las Casas cuenta que al conversar con una joven que aspira a ingresar a una congregación religiosa, “me di cuenta de que le estaban haciendo bromas porque es de poco hablar y muy sencilla en su vida”.

Más adelante recordó “que, cuando yo era niño, ya entonces en la escuela había compañeros que nos molestaban y nos hacían sufrir. Lo mismo pasó cuando ingresamos al Seminario Menor varios adolescentes que procedíamos de poblaciones rurales, y otros compañeros provenientes de la ciudad y con más estudios que nosotros, se burlaban porque no entendíamos bien las clases y porque no éramos muy hábiles en los deportes; nos ponían apodos ofensivos, en la hora de los alimentos nos quitaban lo que nos tocaba, nos consideraban menos que ellos. Nos hacían la vida tan pesada, que yo había decidido salir del Seminario, pues no me imaginaba encontrar un ambiente tan difícil en ese lugar”.

Sin embargo, comenta monseñor Arizmendi Esquivel en su reflexión semanal que acostumbra escribir para diversos medios electrónicos católicos, “Dios nos dio la fortaleza necesaria para resistir y los que nos ofendían salieron del Seminario; nos quedamos los que supimos sobrellevar la cruz de la convivencia comunitaria”.

Para el prelado mexicano son frecuentes estos conflictos al interior de las comunidades eclesiales. “Hay críticas entre unos y otros, no sólo entre movimientos laicales, sino también entre agentes de pastoral. Hay quienes hacen la vida imposible a quienes viven su fe de otra manera, a veces con limitaciones e incoherencias, pero que apenas van caminando en el seguimiento de Jesús y todavía no están maduros para resistir las persecuciones. Algunos se desaniman, e incluso de alejan de la Iglesia y hasta de Dios”.

Recordando las palabras que el Papa Francisco ha dicho sobre las guerras intestinas en la Iglesia católica y el daño que hace la envidia y la habladuría, monseñor Arizmendi Esquivel se pregunta que si en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, se consienten diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas, “¿a quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?”

Termina diciendo que en la casa y en la escuela, “eduquemos a los niños para la convivencia respetuosa entre hermanos y compañeros. Que no pongamos como criterio para valorar a una persona el que se imponga a los demás por su agresividad. Desterremos la violencia desde la propia familia, para no dar la imagen de que vale más quien grita, ofende y golpea, sino quien más ama, quien más sirve, quien hace más por ayudar a los otros. Defendamos a los oprimidos, para vivir en paz”.

Bullying intrafamiliar

Tras comentar –en su mensaje semanal por radio y en periódicos digitales—el contenido de la reflexión del obispo de San Cristóbal de las Casas, monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán y encargado de la dimensión de la Familia en la Conferencia del Episcopado Mexicano afirma que “lo mismo podemos decir de la existencia de bullying intrafamiliar: hemos sufrido o actuado violencia y agresividad al interno de nuestra familia”.

“De hecho es algo que constata el Instrumentum Laboris, o sea el Instrumento de Trabajo como preparación al Sínodo de la Familia y que nos ha llegado del Vaticano como síntesis de las respuestas a la encuesta que nos habían enviado y que se ha respondido en las Diócesis de todo el mundo”, dice monseñor Aguilar Martínez.

Más adelante, citó una serie de frases de dicho documento en las que se habla del infierno doloroso que está pasando al interior de muchas familias, incluso familias que se dicen cristianas y cuya esencia está en “la dificultad de relación y comunicación en familia como uno de los nudos críticos relevantes […] la incapacidad de construir relaciones familiares que superen los conflictos y tensiones entre los cónyuges, debido a la falta de confianza mutua y de intimidad, al dominio de un cónyuge sobre el otro, así como a los conflictos generacionales entre padres e hijos”, entre otras muchas cuestiones.

“Nuestra experiencia personal, nuestra observación y los noticias diarias nos refieren numerosos hechos de bullying al interno de la familia. Si la familia vive cargada de violencia, agresividad y desprecio, es natural que el bullying se manifieste en la relación humana de todo grupo social”, afirma monseñor Aguilar Martínez quien resalta que “de nosotros depende que esta constatación de hechos y amenazas se convierta en una oportunidad de mejora: cultivemos una relación positiva y amable en la familia, que a su vez nos consolidará y dispondrá para la relación fuera de la familia. Estas vacaciones de verano sean una ocasión propicia para ello”.

En la parte final de su mensaje, el obispo de Tehuacán pide que nos acostumbremos a saludar a cada miembro de la familia que vayamos encontrando a lo largo del día, con palabras, gestos y acciones, por ejemplo dándonos la mano o un abrazo o beso, mirándonos a los ojos con cariño. “A muchos nos cuesta decir al otro que lo amamos, pero a todos nos gusta escuchar que nos aman. Pidamos perdón y perdonemos. Hagamos las paces. Aprendiendo de Dios, seamos ‘lentos para enojarnos y generosos para perdonar’”.

Las acciones por la paz dentro de la familia no son acciones extraordinarias, según monseñor Aguilar Martínez: ser “finos y delicados en corregir errores, muy expresivos en reconocer logros y actividades bien hechas. Con nuestras palabras y actitudes infundamos esperanza, seamos positivos, esto ayuda a que los demás crezcan sanos, amados y consistentes”.

“Al terminar el día, no dejemos de revisar cómo hemos vivido la relación al interno de nuestra familia… y también la relación fuera de nuestra familia. Y en este examen de conciencia al final del día, sepamos dar gracias a Dios por el bien que hayamos hecho o recibido, pidamos perdón por lo malo realizado, renovemos nuestra fe para iniciar el día siguiente con nueva disposición y esperanza”, termina diciendo el prelado mexicano.

 

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