Estos providenciales, excepcionales y santos papas contemporáneos han ejercido un poder moral sin precedentes en el devenir de la historia
La semana pasada tuvo lugar en Burgos un curso de verano sobre los papas contemporáneos, de San Juan XIII a Francisco, pasando por tanto por Pablo VI (que será beatificado en octubre), Juan Pablo I (el papa de la sonrisa), San Juan Pablo II (el magno), y Benedicto XVI (el sabio) que al flaquearle las fuerzas renuncio tras ocho años de pontificado.
Una de las conclusiones convergentes de las distintas ponencias es que a lo largo de la historia de la Iglesia hay dos características que identifican e igualan a los papas de los primeros siglos y a los papas contemporáneos:
Por un lado la libertad con respecto a los poderosos de este mundo tanto en su elección como en el ejercicio de su ministerio. Por otro lado, su santidad. Es curioso observar como en el largo período de pontífices que fueron gobernadores de extensos territorios de los Estados Pontificios, mengua el número de santos, propio tanto de los primeros tres siglos como del siglo XX. Si todos los papas son providenciales, algunos (desde luego los contemporáneos), además son excepcionales. Y muy probablemente santos.
Otra conclusión interesante de este curso, organizado por la Universidad civil de Burgos con la colaboración de la Facultad de Teología del Norte de España, tiene también que ver con la relación entre papado y poder. En este caso sobre el poder moral de los papas. Me explico: Todos los ponentes coincidieron también en que precisamente por su libertad de todo poder político, y por no tener ejércitos a su mando (por lo que algunos regímenes políticos totalitarios también contemporáneos creían que los papas no tienen ningún poder ni influencia), estos providenciales, excepcionales y santos papas contemporáneos han ejercido un poder moral sin precedentes en el devenir de la historia.
¿Curioso, verdad? Y, además, lo mejor está aún por venir. A sabiendas de que me lanzo a la piscina de la adivinanza del futuro, me atrevo a pronosticar que si San Juan Pablo II terminó con el “Segundo Mundo”, siendo el principal causante de la caída del Telón de Acero, el Papa Francisco al menos iniciará el desplomé del “Tercer Mundo” como mundo empobrecido, en la medida en que por el mismo poder moral del Papa Magno, hará que se desplome el liberalismo extremo, el sistema capitalista que todo el mundo sabe que esta agotado, por inhumano. Y le tocará darle el acta de defunción al único líder mundial que hoy en día es mayoritariamente digno de confianza.