Apelar al desarrollo de los países expulsores es reconocer el derecho a migrar pero también el derecho a no migrar y tener una vida digna
Muchos actores políticos de la actualidad, comenzando por el presidente Barack Obama de Estados Unidos, se ha visto “sorprendidos” por la oleada de niños viajando solos a ese país ya de México, ya de América Central. Estos últimos, los del Triángulo del Norte de Centroamérica, son, por la característica de su huída, los que mayormente han “llamado la atención” de políticos y de medios de comunicación. Pero, la migración infantil, ¿es un fenómeno novedoso en esta parte del mundo?
¿Es cinismo o será mera inocencia?
Muy pocas son las voces que se han propuesto revelar el detalle de esta “ola migratoria” como algo que ya estaba sucediendo desde tiempo atrás. Entre ellas, El Observador Online, con información de la Universidad Iberoamericana (UIA) Campus Santa Fe (Ciudad de México), rescata la del profesor e investigador Javier Urbano Reyes, quien es actualmente coordinador del Programa de Asuntos Migratorios de esa universidad.
Según Javier Urbano Reyes, “no pueden sorprender las recientes noticias sobre la crisis humanitaria que supone la llegada y el aseguramiento masivo de niños migrantes en la triple frontera Centroamérica-México-Estados Unidos. O existe un inaceptable cinismo de las autoridades o hay una inocencia impropia de funcionarios que tienen la enorme responsabilidad de generar políticas públicas de atención a los migrantes”.
El académico señaló que decir que el fenómeno es, ahora, poco visible “invita a pensar que los responsables no quieren acercarse a la ruta de la movilidad migratoria o que los funcionarios a su mando están realizando diagnósticos superfluos, coyunturales y sin un análisis de proyección”. Para el investigador de la UIA, desde hace varios años las decenas de albergues que atienden a las poblaciones migrantes en México han alertado sobre el desplazamiento de miles de infantes que son traficados “por encargo” de sus parientes en la Unión Americana, para conseguir una reunificación familiar irregular en respuesta a un sistema legal de Estados Unidos que la rechaza.
Dicho de otra manera, los niños en realidad no están viajando solos, sino que muchos de ellos –no se podría especificar jamás cuántos—lo están haciendo a petición de sus familiares, enganchados por los “coyotes” o “polleros”, que cobran una buena cantidad de dinero por dejarlos del lado de la frontera de Estados Unidos, en el mejor de los casos.
¿Y la pobreza qué?
Ciertamente, hay un componente muy fuerte de reunificación familiar en el viaje de los menores a Estados Unidos, pero otro muy importante es la pobreza. “En segundo lugar, afirma Javier Urbano Reyes, es francamente risible que en los análisis no se haya entendido que la crisis económica y social en algún momento iba a terminar por romper toda la cadena comunitaria en las regiones de origen”.
Más adelante el catedrático de la UIA hizo la distinción que la expulsión de jóvenes entre los 18 y los 30 años, que era el flujo mayoritario en las décadas de los años 70 y 80, se ha complejizado en los siguientes años con la movilidad de las mujeres e incluso de personas de la tercera edad. “Por ello, aseveró, si la dinámica de este movimiento humano tendía a diversificarse, ¿no era previsible que en algún momento se integraran los niños migrantes a este flujo, dado el rompimiento del tejido social producto de la pobreza en la región?
Para Javier Urbano Reyes, el desconocimiento de la realidad socioeconómica en Centroamérica ha impedido proyectar el surgimiento de fenómenos de movilidad emergentes. “La violencia casi endémica que acosa a parte de las naciones de esta región y el sistema de reclutamiento de las bandas del crimen organizado, como una especie de leva moderna, orillan a los padres a irse del país con la familia entera antes de que sus familiares sean integrados a la fuerza o con amenazas a las tristemente famosas maras o grupos similares”.
El profesor e investigador de la principal universidad jesuítica de México aseveró que, en este sentido, es grave que no se evalúe la gravedad de que en el camino no sólo se vean a niños, sino a la familia entera, lo que permite deducir la existencia de situaciones de horror en sus regiones de nacimiento.
“Ciertamente es muy preocupante ver a infantes en la ruta migratoria, pero es igualmente grave mirar a familias completas de migrantes en el mismo camino y en eso poco o nada se reflexiona”, dijo.
Responsabilidades compartidas
El catedrático de la UIA reflexionó sobre el tema de la evaluación de la movilidad migratoria infantil, misma que requiere una división cuidadosa. “Esta población –dijo– puede caer en supuestos legales tales como que son ciudadanos de Estados Unidos cuyos padres son inmigrantes irregulares que han sido deportados y que en su intento por regresar a la Unión Americana son asegurados junto con sus progenitores sin una investigación sobre su estatus legal”.
“No olvidemos que el deportador en jefe (Barack Obama) ha expulsado en su gestión a más de dos millones de personas, lo que con seguridad ha trastocado gravemente la vida de decenas de miles de vidas, especialmente la de los infantes hijos de padres irregulares”, dijo Javier Urbano Reyes en una entrevista esclarecedora.
Para el catedrático de la UIA, en efecto, existe una responsabilidad política y jurídica del sistema legal de Estados Unidos. La lentitud e incluso el rechazo de un proceso ágil y digno para la reunificación han empujado a miles de personas a transitar con sus hijos en forma irregular. “Esto es de absoluta responsabilidad de nuestros vecinos del norte, quienes incluso han reconocido que su sistema migratorio está roto”.
México, en opinión del responsable de estudios migratorios de la UIA, no queda exento de responsabilidades. La existencia de una Ley de Migración cuestionada por severas fallas de diseño y peores resultados en su ejecución, se ve más rebasada aún con la presencia de miles de niños para quienes la infraestructura de “aseguramiento” no tiene cabida y si la tiene, “ésta es insuficiente, más aún si es gestionada por personal carente de capacitación, con una pésima formación ética e inmersa en un ambiente de intolerable corrupción”.
¿Y si la migración es una opción y no una maldición?
Finalmente, en esta reflexión profunda del fenómeno migratorio de menores de edad que ahora “ha saltado a la palestra” en los medios de todo el mundo, Javier Urbano Reyes destacó que “la presencia de los infantes en la ruta migratoria no es sólo un grave problema humanitario; es un síntoma del desgarramiento de los tejidos sociales a los que urge una intervención desde su raíz”.
Contra las voces que exigen una salida jurídica al tema, el investigador y profesor de la UIA se decantó por una salida que apele al desarrollo de las regiones de expulsión. Esto sería tanto como “reconocer la existencia de los dos derechos básicos en la movilidad humana: el derecho a migrar, pero más importante, el derecho a no migrar, esto es, procurar los incentivos de desarrollo locales para que la migración sea una opción, y no una maldición para los migrantes”.