Habla el obispo Eusebio Elizondo, responsable del Comité de Migración de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos
La crisis humanitaria de los menores centroamericanos viajando solos a los Estados Unidos está siendo tratada como un tema migratorio, cuando hay mucho más de fondo en el tema de que miles de menores hayan emigrado de Guatemala, El Salvador y Honduras en un tiempo tan corto.
La Iglesia católica de este país ha sido la punta de lanza de defensa de los derechos de los menores migrantes, mostrando, con testimonios y estudios a profundidad, que gran parte de ellos vienen huyendo de la combinación explosiva que significa el narcotráfico, la pobreza y las pandillas (las maras) en sus países de origen.
En este sentido, monseñor Eusebio Elizondo, obispo auxiliar de Seattle y presidente del Comité de Migración de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos ‘(USCCB) pidió a la administración de Barack Obama que reconsidere su propuesta de solicitar al Congreso de su país autorización para seguir una “vía rápida” que agilice la liberación de los menores no acompañados y su repatriación al país de origen.
Un reto al carácter moral de Estados Unidos
Según el actual marco jurídico, la ley de migración estadounidense permite a los niños de países no contiguos (como los del Triángulo del Norte de Centroamérica) permanecer en la Unión Americana hasta que su solicitud de asilo o de alivio migratorio sea resuelta o considerada por un juez.
"Esta es una población muy vulnerable, que ha sido blanco de las redes del crimen organizado en América Central", dijo monseñor Elizondo, quien agregó que "devolverlos a estos elementos criminales sin una adjudicación adecuada de sus casos es inconcebible."
Bajo el esquema de “expulsión acelerada”, el menor es cuestionado por un oficial de la inmigración sin formación jurídica, sobre las causas de su temor a regresar a su país de origen. Si el menor no articula un temor “creíble” (para el propio oficial), se determina su deportación inmediata. Los menores –traumatizados por el viaje y sin asistencia legal—son reacios a hablar con las fuerzas del orden (que en su país son poco confiables) y, por tanto, rara vez cumplen el protocolo de protección a que está obligado Estados Unidos.
"Como una nación que tradicionalmente ha ofrecido refugio a los perseguidos, esta política propuesta socava nuestros valores", dijo monseñor Elizondo. Para el prelado de origen mexicano, la perspectiva de que los Estados Unidos estén enviando a los niños vulnerables “de nuevo en las manos de los criminales violentos en sus países, plantea preguntas preocupantes sobre nuestro carácter moral."
Más adelante, monseñor Elizondo precisó: "Lo que necesitamos es la cooperación de ambos partidos para asegurar que estos niños estén protegidos; esta es una ocasión en la que debemos estar por encima de la política partidista y estar junto a nuestros principios, a saber, la compasión, la justicia, y la adhesión a nuestras obligaciones internacionales", dijo.