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Papa Francisco pidió perdón a las víctimas de abusos sexuales

Contemplative Pope Francis – es

Catholic Church England

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 07/07/14

3 mujeres y 3 hombres victimas de abusos han sido recibidos por el Santo Padre, además de los miembros de la Comisión para la Protección de los Menores que preside el cardenal O’Malley

El Papa Francisco ha encontrado este lunes en el Vaticano por primera vez a las víctimas de abusos sexuales manifestando su dolor y pidiendo perdón por los males causados por el clero. 

“Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón” dijo el Papa esta mañana en la capilla de Santa Marta en el Vaticano.

En su homilía en una misa privada con los sobrevivientes de los abusos, el Papa expresó: “También les pido perdón por los pecados de omisión por partes de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas del abuso, esto lleva todavía a un sufrimiento adicional a quienes habían sido abusados y puso en peligro a otros menores que estaban en situación de riesgo”.

A la Misa también han participado algunos familiares y acompañadores de las víctimas, además de los miembros de la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores

“Cada una de las víctimas ha tenido un encuentro privado con el Papa Francisco de 30 minutos” confirmó el padre Federico Lombardi, portavoz vaticano.  

La Santa Sede por respeto se ha reservado de comunicar el nombre y otros datos personales de los tres hombres y tres mujeres víctimas de abusos originarios de Inglaterra, Irlanda y Alemania recibidos  esta mañana desde las 7 hasta las 12.45 en el Vaticano. 

Las víctimas han llegado anoche a Santa Marta. Luego de participar a la Misa han tenido un encuentro privado con el Papa Francisco. El grupo ha sido acompañado por el cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston, quien ha sido el encargado de organizar la visita.

Detalles del encuentro

Papa Francisco después de la Misa ha desayunado con el grupo.  A las 9 de mañana, el Pontífice acompañado de un interprete ha encontrado a cada víctima. “Ha sido un encuentro intenso e intimo con cada uno de ellos” afirmó Lombardi.  

“Puedo testimoniar después de hablar con las víctimas de la profunda gratitud y conmoción…La percepción es de sentirse escuchados. El Papa Francisco ha demostrado que escuchar ayuda a entender y ayuda a la cura de las heridas… Es una etapa importante de un camino de reconciliación que se abre hacia el futuro” añadió el portavoz de la Santa Sede.  

El encuentro no fue una simple formalidad 

“He visto personas conmovidas dependiendo de las diversas personalidades y sensibilidades. Puedo testimoniar que eran todos serenos y contentos… El Papa ha encontrado por más de 3 horas a las víctimas de abusos…No era un encuentro superficial – declaró Lombardi-  no ha sido una simple formalidad”.  

El Papa ha tenido una homilía en español dirigida a las víctimas. “El texto es denso y fuerte. Es una contribución directa y amplia sobre el tema” dijo Lombardi. 

“Su respuesta ha sido muy delicada y profunda, participando del problema de las víctimas”. 

Sobre el porque las víctimas no habían encontrado antes al Papa Francisco, el portavoz de la Santa Sede ha dicho que el Pontífice ha tenido una agenda intensa en los últimos tiempos y saca tiempo para todo pero ha “recibido a las víctimas dando la máxima acogida” en un clima  de “serenidad” y “de atención personal” que ha sido “preparado” en cada detalle. Se trata de un encuentro anunciado ya por el mismo Papa Francisco el 26 de mayo durante su viaje de retorno de Tierra Santa.

Respecto a porque no participaron otras víctimas, el padre Lombardi sostuvo que “uno debe darse cuenta que organizar una reunión de este tipo; no es fácil. Hay que prepararla bien… El encuentro ha sido posible, en esta ocasión con seis personas. Un número suficiente para poder acogerles”. 

En este sentido, no se descarta la posibilidad de otros futuros encuentros esperando los trabajos de la Comisión para la protección de los menores.  

Comisión para la protección de los menores

La Comisión se ha reunido este domingo por segunda vez desde su constitución el 22 de marzo.  El cardenal Sean O’Malley, ha dirigido el trabajo en calidad de presidente ante la presencia de todos los miembros.  

La Comisión ha discutido la propuesta y la nomina de los nuevos miembros que deberán representar diversas realidades geográficas;  Asía y Africa. Esto para combatir los abusos sexuales y proteger a las víctimas de manera más localizada. 

Se ha vuelto a hablar de la constitución de los estatutos y de la exigencia de establecer una oficina operativa en el Vaticano. La posibilidad de conformar grupos de trabajo en los cuales pueden personas externas dar una contribución. La Comisión se reunirá en el mes de octubre para definir los nuevos miembros y varios aspectos operativos. Entretanto, se estudió la posibilidad de organizar grupos de trabajo sobre temas específicos con la colaboración de especialistas y otras instituciones. 

El Santo Padre Francisco instituyó la Pontificia Comisión para la protección de los menores, anunciada el 5 de diciembre de 2013, llamando a formar parte de ella a las siguientes personas: Catherine Bonnet (Francia), Marie Collins (Irlanda), Sheila Hollins (Reino Unido), cardenal Sean Patrick O’Malley OFM, Cap, (Estados Unidos), Claudio Papale (Italia), Hanna Suchocka (Polonia), Humberto Miguel Yañez S.I (Argentina) y Hans Zollner S.I., (Alemania).

En la jornada de ayer se ha preparado el encuentro con las personas víctimas de abusos con el Santo Padre. 



Estas son las palabras pronunciadas por el Papa en la homilía ante las víctimas de abuso y sus familiares: 

«La imagen de Pedro viendo salir a Jesús de esa sesión de terrible interrogatorio, de Pedro que se cruza la mirada con Jesús y llora. Me viene hoy al corazón en la mirada de ustedes, de tantos hombres y mujeres, niños y niñas, siento la mirada de Jesús y pido la gracia de su orar. La gracia de que la Iglesia llore y repare por sus hijos e hijas que han traicionado su misión, que han abusado de personas inocentes. Y hoy estoy agradecido a ustedes por haber venido hasta aquí.

Desde hace tiempo siento en el corazón el profundo dolor, sufrimiento, tanto tiempo oculto, tanto tiempo disimulado con una complicidad que no, no tiene explicación, hasta que alguien sintió que Jesús miraba, y otro lo mismo y otro lo mismo… y se animaron a sostener esa mirada. Y esos pocos que comenzaron a llorar nos contagiaron la conciencia de este crimen y grave pecado.

Esta es mi angustia y el dolor por el hecho de que algunos sacerdotes y obispos hayan violado la inocencia de menores y su propia vocación sacerdotal al abusar sexualmente de ellos. Es algo más que actos reprobables. Es como un culto sacrílego porque esos chicos y esas chicas le fueron confiados al carisma sacerdotal para llevarlos a Dios, y ellos los sacrificaron al ídolo de su concupiscencia. Profanan la imagen misma de Dios a cuya imagen hemos sido creados.

La infancia, sabemos todos es un tesoro. El corazón joven, tan abierto de esperanza, contempla los misterios del amor de Dios y se muestra dispuesto de una forma única a ser alimentado en la fe. Hoy el corazón de la Iglesia mira los ojos de Jesús en esos niños y niñas y quiere llorar. Pide la gracia de llorar ante los execrables actos de abuso perpetrados contra menores. Actos que han dejado cicatrices para toda la vida.

Sé que esas heridas son fuente de profunda y a menudo implacable angustia emocional y espiritual. Incluso de desesperación. Muchos de los que han sufrido esta experiencia han buscado paliativos por el camino de la adicción. Otros han experimentado trastornos en las relaciones con padres, cónyuges e hijos. El sufrimiento de las familias ha sido especialmente grave ya que el daño provocado por el abuso afecta a estas relaciones vitales de la familia.

Algunos han sufrido incluso la terrible tragedia del suicido de un ser querido. Las muertes de estos hijos tan amados de Dios pesan en el corazón y en la conciencia mía y de toda la Iglesia. Para estas familias ofrezco mis sentimientos de amor y de dolor.

Jesús torturado e interrogado con la pasión del odio es llevado a otro lugar, y mira. Mira a uno de los suyos, el que lo negó, y lo hace llorar. Pedimos esa gracia junto a la de la reparación.

Los pecados de abuso sexual contra menores por parte del clero tienen un efecto virulento en la fe y en la esperanza en Dios. Algunos se han aferrado a la fe mientras que en otros la traición y el abandono han erosionado su fe en Dios. La presencia de ustedes, aquí, habla del milagro de la esperanza que prevalece contra la más profunda oscuridad. Sin duda es un signo de la misericordia de Dios el que hoy tengamos esta oportunidad de encontrarnos, adorar a Dios, mirarnos a los ojos y buscar la gracia de la reconciliación.

Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón. También les pido perdón por los pecados de omisión por parte de lideres de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas del abuso: esto llevó a un sufrimiento adicional a quienes habían sido abusados y puso en peligro a otros menores que estaban en situación de riesgo.

Por otro lado, la valentía que ustedes y otros han mostrado al exponer la verdad fue un servicio de amor al habernos traído luz sobre una terrible oscuridad en la vida de la Iglesia. No hay lugar en el ministerio de la Iglesia para aquellos que cometen estos abusos, y me comprometo a no tolerar el daño infligido a un menor por parte de nadie, independientemente de su estado clerical. Todos los obispos deben ejercer sus oficios de pastores con sumo cuidado para salvaguardar la protección de menores y rendirán cuentas de esta responsabilidad. Para todos nosotros tiene vigencia el consejo que Jesús da a los que dan escándalos: la piedra de molino y el mar (cf. Mt 18,6).

Por otra parte vamos a seguir vigilantes en la preparación para el sacerdocio. Cuento con los miembros de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores. Todos los menores, sean de la religión que sean, son retoños que Dios mira con amor. Pido esta ayuda para que me ayuden a asegurar de que disponemos de las mejores políticas y procedimientos en la Iglesia Universal para la protección de menores y para la capacitación de personal de la Iglesia en la implementación de dichas políticas y procedimientos. Hemos de hacer todo lo que sea posible para asegurar que tales pecados no vuelva a ocurrir en la Iglesia.

Hermanos y hermanas, siendo todos miembros de la Familia de Dios, estamos llamados a entrar en la dinámica de la misericordia. El Señor Jesús nuestro salvador es el ejemplo supremo: el inocente que tomó nuestros pecados en la Cruz. Reconciliarnos es la esencia misma de nuestra identidad común como seguidores de Jesucristo. Volviéndonos a El, acompañados de nuestra Madre Santísima a los Pies de la Cruz, buscamos la gracia de la reconciliación con todo el Pueblo de Dios. La suave intercesión de nuestra Señora de la Tierna Misericordia es una fuente inagotable de ayuda en nuestro viaje de sanación. Ustedes y todos aquellos que sufrieron abusos por parte del clero son amados por Dios. Rezo para que los restos de la oscuridad que les tocó sean sanados por el abrazo del Niño Jesús, y que al daño hecho a ustedes le suceda una fe y alegría restaurada.

Agradezco este encuentro. Y por favor, recen por mí para que los ojos de mi corazón siempre vean claramente el camino del amor misericordioso, y que Dios me conceda la valentía de seguir ese camino por el bien de los menores.

Jesús sale de un juicio injusto, de un interrogatorio cruel y mira a los ojos de Pedro, y Pedro llora. Nosotros pedimos que nos mire, que nos dejemos mirar, que lloremos, y que nos dé la gracia de la vergüenza para que como Pedro, cuarenta días después podamos responderle: “Señor, Tú sabes que te amo”; y escuchar su voz: “Apacienta mis ovejas”. Y añado: “y no permitas que ningún lobo se meta en el rebaño”».  

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