Emocionante carta de un sacerdote francés deportado a un campo de trabajo durante la segunda guerra mundialCarta de un sacerdote francés deportado al campo de trabajo de Hradischko (30 km de Praga) a un sacerdote checo.
“Mi querido hermano en Cristo, soy un cura de la Santa Iglesia Católica Romana de la diócesis de Belley en Francia (la diócesis de San Juan María Vianney, parroquia de Ars) actualmente me encuentro prisionero en el campo de concentración de Hradischko. Soy el único sacerdote entre todos los prisioneros; está también conmigo un seminarista teólogo. Fui arrestado por la Gestapo, aquí es imposible practicar los deberes espirituales, celebrar la Santa Misa y comulgar. Ya comprenderá mi dolor como sacerdote”.
“No le extrañe, pues, que me dirija a usted para que trate de ayudarme en el estado de abandono en que me hallo. ¿Tendría usted la posibilidad, tras madura reflexión y tomando todas las precauciones, de eviarme lo aquí consignado: el Nuevo Testamento, la Imitación de Cristo, un misal romano y algunas hostias consagradas? Hace diez meses que no he recibido la Santa Comunión. Esté usted seguro de que seré prudente Mi conpañero, el teólogo y yo, sus hermanos en Jesucristo, le saludamos cordialmente y le pedimos su bendición“. Gabriel Gay, sacerdote
El Padre Alois Betik responde y añade los libros pedidos y provisiones, ¿y las hostias consagradas? Desde el arzobispado una escueta respuesta:
“No es posible“.
El deportado se somete filialmente y termina una nueva carta así:
“¡Nos gustaría tanto poder comulgar el día del nacimiento del Maestro en Navidad! Pero: ¡Hágase tu voluntad!.“
El Padre Betik desobedece por primera vez en su vida y le da 15 hostias consagradas al cura de Pikovice que tiene acceso a la zona prohibida.
18 de diciembre de 1944, primera comunión en Hradischko.
“El Cielo ha visitado la tierra en el campo de los pobres. No sabemos cómo agradecérselo. Damos las gracias también al joven cura de Pikovice por su valor y… esperamos que aproveche de nuevo la ocasión para enviarnos la Eucaristía cuando le sea posible. Representa para nosotros la esperanza, la fuerza y la paz. Con ocasión de las fiestas de Navidad, vamos a rogar especialmente en la secreta comunión de los Santos“.
Una nueva carta después de Navidad.
“Hemos disfrutado de unas hermosas fiestas de Navidad porque hemos tenido entre nosotros a Jesús, que ha podido entrar en nuestros corazones. Otros deportados han comulgado también con nosotros. Mi amigo el seminarista y yo comulgaremos de nuevo el día de Epifanía. Si puede mandarnos más Santas Hostias no deje de hacerlo. El Cristo Eucarístico es nuestra alegría y nuestro supremo consuelo“.
8 de febrero de 1945, tras el segundo envío clandestino:
“El Cristo Eucarístico ha causado gran alegría a muchos en medio de nuestras miserias, y eso se lo debemos a usted… En este momento nos sentimos muy felices porque tenemos todo lo que necesitábamos: La Eucaristía, el misal romano, el Nuevo Testamento y el breviario”.
Un mes más tarde:
“¿Podemos esperar recibir aún por tercera vez el Cuerpo de Cristo para cumplir, junto con numerosos compañeros el campo, nuestro deber pascual?“.
El Padre Betik no podrá contestar esta última petición, y la Pascua del Padre Gabriel será en el cielo. El 11 de abril junto a siete deportados es ultimado con una ráfaga de metralleta camino al trabajo. Ya nunca más los hombres de las SS jugarán a “hacer gimnasia” con los deportados. Nunca más.