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Vincenzo Paglia: “Hay que salir a buscar a las familias heridas”

a child covers his ears because of the hassle of parents – es

Auremar

Alvaro de Juana - La Razón - publicado el 30/06/14

Ha habido polémicas inoportunas que ideologizaban algunas perspectivas sobre la familia

Lleva ya más de dos años al frente de uno de los organismos más importantes de la Santa Sede. El arzobispo Vicenzo Paglia es el ministro de Familia del Vaticano y se encuentra inmerso en los preparativos del Sínodo sobre este tema que ha convocado el Papa.

–Durante los primeros meses de Francisco, algunos dijeron que a este Papa no le preocupaba mucho la familia. Después esto ha sido desmentido por el anuncio del Sínodo y las numerosas referencias que ha hecho en sus discursos. ¿Por qué la familia es tan importante para el Papa Francisco?

–Una de las primeras iniciativas promovidas por el Pontificio Consejo para la Familia ha sido la recogida de los textos que Bergoglio pronunció o escribió cuando era arzobispo y cardenal de la diócesis de Buenos Aires. Se trata de un volumen traducido al italiano y que ahora está en fase de traducción al inglés en el que aparece su atenta vigilancia a los temas relativos a la familia.

Además, el anuncio del Sínodo no sólo lo ha desmentido, sino que ha subrayado también que el magisterio de la archidiócesis de Buenos Aires ha tomado una ruta universal dado que Bergoglio ha sido elegido Papa. La preocupación que tenía por su Iglesia particular cuando era arzobispo de Buenos Aires se amplía a la Iglesia universal.

–¿Qué espera del Sínodo?

–Esta vez se ha utilizado una nueva metodología propuesta por el Papa Francisco. Ha querido desarrollar un cuestionario para todas las diócesis. Después se celebrará el Sínodo, que tendrá un primer acto celebrativo en octubre. En él, los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo hablarán de los resultados de ese cuestionario y durante el año siguiente, en todas las iglesias, se llevará a cabo lo que se ha dicho en ese encuentro.

Finalmente, el Sínodo concluirá con la segunda etapa, es decir, el Sínodo ordinario de los obispos. Tendremos un año y algunos meses en los que la entera comunidad eclesial pondrá atención y reflexionará sobre la cuestión del matrimonio, la familia y la vida.

Vista esta gran participación, del Sínodo espero una nueva primavera para la vida de la Iglesia y del mundo. Dará un nuevo impulso para una pastoral familiar robusta, amplia y generosa, teniendo en cuenta que serán las familias mismas las que actuarán y vivirán el Sínodo. De estas dos etapas saldrán verdaderos documentos, y estos documentos son la misma vida de la familia renovada.

–Hoy se presenta en la Santa Sede el «Instrumentum Laboris» del Sínodo, que incluye las respuestas a los cuestionarios enviados. ¿Qué balance hace del documento que hoy se hará público?

–Ese nuevo método del cuestionario responde al sentido mismo del evento sinodal, un camino común. En ese sentido, se recibe esa voluntad del Papa Francisco de incluir a todo el mundo, hasta aquellos que no creen y que han tenido la oportunidad de contestar al cuestionario.

Existe la convicción de que es el Espíritu el que guía el Sínodo, soplando donde quiere y como quiere. Los obispos y el Papa sacarán las conclusiones, pero es cierto que el debate es una señal de un clima de reflexión común en la Iglesia, un clima sinodal, que, de un lado, significa libertad de cada uno de expresar su opinión e ideas, y por otro lado, esa libertad llegaría a ser libertinaje sin una responsabilidad atenta, sabiendo que no se trata de imponer la propia idea sino de construir un camino común para todos.

–¿Qué balance hacen desde el Vaticano de las respuestas recibidas?

–Creo que el balance es muy positivo. Cada vez que se reflexiona atentamente, es un bien. La ignorancia es la madre de todos los males. La reflexión responsable es la ocasión para un progreso y un futuro mejor. Puedo decir con conocimiento de causa que las respuestas que hemos recibido en el Pontificio Consejo por las asociaciones nacionales e internacionales de los movimientos familiares muestran no poca madurez, y se trata de realidades que conocen muy bien el reto al que están llamadas a enfrentarse.

No hay que olvidar que hoy en día vivimos una paradoja: de un lado la familia es la mayor preocupación y está por encima de todos los deseos y, por otro, está destruida por un uso no responsable. Por eso es importantísimo volver a descubrir la familia como célula de la sociedad y no como instrumento de la satisfacción personal.

–En los últimos meses han existido varias controversias respecto a la posición de algún cardenal sobre los matrimonios. ¿Se va a dar respuestas a estas inquietudes?

–Sí, ha habido polémicas inoportunas que ideologizaban algunas perspectivas. Con el Sínodo estamos llamados a llegar al corazón de la familia del mundo contemporáneo.

Ella es la institución que puede fundar la vida del «nosotros», la sociedad, porque al revés, corremos el riesgo de que sea el individuo el que dicte la ley en cada situación. Es importante volver a descubrir la centralidad de la familia en sus dos pilares: complementariedad entre hombre y mujer y la generatividad. No existe y no puede existir otra institución que tenga la riqueza de generar y complementar como la familia.

Es indispensable poner en el centro ese misterio que no puede ser traicionado por los deseos individualistas de las personas. Puede que en estos tiempos haya habido una exasperación en el debate, una polarización no oportuna, pero no cabe duda de que la preocupación central del Sínodo es acoger y vivir ese gran misterio que nace con el matrimonio, se realiza en la familia y hace que la vida sea una «traditio» en el curso de las generaciones.

Hay muchos temas para entender la esencia del problema: que el matrimonio y la familia no son una respuesta al romanticismo de los afectos ni fruto de decisiones de encarcelamiento, sino una respuesta a la necesidad del hombre de no estar solo. Hoy, tiempo en el que la familia viene poco apoyada y muy a menudo criticada, ella misma pide ser amada y vivida de manera más robusta.

–¿Qué papel tiene el Pontificio Consejo en esta etapa preparatoria del Sínodo? 

El organismo de la Santa Sede que tiene la responsabilidad de los sínodos es la Secretaría del Sínodo de los Obispos. El Pontificio Consejo para la Familia no tiene la responsabilidad total de la gestión del itinerario entero, pero, sin duda alguna, participa en el camino sinodal.

Desde el primer momento ha habido muchos contactos con el secretario del Sínodo y sobre todo con las conferencias episcopales que en estos meses han visitado Roma y también a nosotros. Ha habido una fuerte participación en los debates, reflexiones en varias sedes, así como muchas iniciativas promovidas por el mismo Pontificio Consejo, como por ejemplo, la peregrinación de las familias para el año de la fe en octubre, la eucaristía para la fiesta de los novios en febrero, o varios seminarios de estudios.

–¿Y la familia en la evangelización?

–Las familias tienen un gran papel: social y cristiano, y no puede ser reemplazado por ninguna otra institución. Cicerón decía «Familia est principium Urbis et quasi seminarium rei publicae», («La familia es el origen de la sociedad y de la ciudad»). Su misión es insustituible, ninguna otra institución puede crear la sociedad como lo hace ella, porque es el único lugar donde por definición hay una diversidad que se conyuga solidariamente, en la dimensión de la sexualidad y de la diversidad, de la edad.

La familia tiene, además, el papel de la transmisión de la fe cristiana. Hablaría de la transmisión de cualquier fe y por eso en el corazón de cada religión hay una gran consideración de la familia. Eso no hay que olvidarlo. No es casual que en todas las creencias –cristianismo, judaísmo, islam, confucianismo, hinduismo– hay una atención escrupulosa en apoyar a la familia. Todas saben que mientras padre y madre transmiten la vida a los hijos, transmiten también la cultura y la dimensión religiosa.

Por lo que concierne a la familia cristiana, hay algo más especial: en la vida cristiana, la familia procede de la trinidad y no por un Dios simplemente monoteísta, sino trinitario. El hombre y la mujer son la imagen de Dios; la realización en la historia del misterio de comunión de amor que vive en el corazón de Dios. La familia cristiana es el primer sujeto de la transmisión de la fe.

Nosotros vivimos en la responsabilidad y en el drama de ser comunicadores de Dios y al mismo tiempo, pecadores. Necesitamos un nuevo impulso y una nueva ayuda. En esa perspectiva se entiende la voluntad del Papa de buscar una nueva misericordia hacia las familias heridas: es tan grande su tarea que hay que ayudarlas siempre.

Por Alvaro de Juana. Publicado originalmente en el suplemento religioso del diario La Razón

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