La Fundación Carmen de Noriega acaba de presentar un estudio sobre la práctica religiosa e imagen de la Iglesia en la opinión pública en España. Los datos de la encuesta se basan en 1.200 entrevistas realizadas a la población general española mayor de 18 años (incluidas Ceuta y Melilla) y, aunque los datos muestran la valoración positiva de la labor de la Iglesia Católica, algunas de las repuestas muestra un descenso de la práctica religiosa.
Sólo el 46% de los encuestados participa en actividades de la parroquia, sólo un 36,8% rezan juntos en casa y sólo un 34,2% lee la Biblia o textos religiosos. Datos muy bajos en cuestiones privadas y personales que sin embargo aumentan cuando hablamos de cuestiones sociales, como celebrar los Reyes Magos (92,9), poner el Belén (89,1) e ir al cementerio el día de difuntos (78,2) o participar en las procesiones de Semana Santa, actividades menos sacramentales.
De igual manera los católicos consideran que el sacerdote ve la misa casi como una obligación, y no el centro de su misión (54,1 frente al 28,3).
Gran valoración de la labor social
Los mejores datos del estudio se observan en la sensación que tienen los entrevistados de la labor de la Iglesia: 6 de cada 10 considera que aporta obras importantes a la cultura (63%), asiste a los más necesitados (62%) y ofrece un hogar espiritual (51%).En este sentido, aun no siendo una opinión mayoritaria, para el 48% la Iglesia es fundamental en la conservación del patrimonio, su mensaje ayuda a vivir más moralmente (44%) y su labor social ahorra dinero al Estado (41%).
Menos valorada la labor sacramental
De cada cuatro españoles que se declaran católicos, uno asiste a misa al menos una vez a la semana, otro de manera esporádica, y dos no asisten nunca. Para acudir a una u otra iglesia, los creyentes tienen su particular criterio: la cercanía y que conozcan al sacerdote es lo primero. El asistir con su comunidad, grupo o movimiento pierde importancia y destacan que las homilías deben tener: fidelidad al Magisterio, interés actual, cercanía a la vida ordinaria, preparada, alegre y optimista, así como breve, novedosas y práctica, y ha de servir sobre todo para unir a la comunidad cristiana.