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El encuentro que inspiró la película Evasión o victoria fue real

Enrique Chuvieco - publicado el 24/06/14

Amenazados si ganaban, los ucranianos del Start vapulearon a los nazis en el “Partido de la muerte”

La historia tiene encuentros y desencuentros en cuestiones de grande o menor calado, pues si en la crisis reciente Moscú-Kiev Alemania fue uno de los valedores de las pretensiones de los alzados contra el Gobierno en la plaza Maidan, la historia fue distinta durante las alianzas en la Segunda Guerra Mundial y, más concretamente, en la intrahistoria o narraciones particulares, que diría Ortega, como ocurrió en el “Partido de la muerte”.

A pocos días de empezar el Mundial de Brasil, este suceso deportivo enfrentó en un campo de fútbol a alemanes y ucranianos por el honor bizarro de unos y otros. En aquel encuentro, los segundos apostaron más que los primeros, pues sabían que si ganaban morirían a manos de quienes detentaban el poder por las armas: las huestes de Adolf Hitler. Con todo, ganaron. Y fueron ejecutados, con torturas incluidas en algunos casos.

De aquel hecho, se hicieron varias películas, entre ellas, la que dirigió John Huston y protagonizaron Michael Caine, Sylvester Stallone y Max von Sidow, aparte de distintos astros del balón, como Pelé, Ardiles y Bobby Moore. El título de aquella gesta deportivo es Victory, en inglés; Escape a la victoria, en Sudamérica; y Evasión o Victoria, en España. Con uno u otro título, los hechos reales fueron otros.

El operario del panadero

Nikolai Trusevich era uno de los ucranianos crujido a penurias, como el resto de sus compatriotas, en agosto de 1942. Los nazis ocupaban su país, en aquel momento dentro de la URSS, en su expansión europea. En la más absoluta indigencia se encontraba Trusevich cuando fue descubierto por Josef Kordik, panadero e hincha del Dinamo de Kiev. Éste había reconocido enseguida a uno de sus ídolos en el equipo de fútbol: al portero Trusevich, que, como el resto de jugadores se habían quedado en la calle al suprimir los alemanes el campeonato nacional.

El panadero contrató a Trusevich para su negocio, pero detrás de aquello había otro objetivo: fundar un club de fútbol. Ambos estaban de acuerdo, por lo que solo faltaba encontrar jugadores. De ello se encargó el guardameta. Y lo hizo a conciencia. Así nació el FC Start, que jugaría contra los conjuntos que los alemanes habían formado en sus diferentes ejércitos.

Que los nazis contaran con los ucranianos para enfrentarse, era una política publicitaria sobre las dotes superiores de la raza aria y una forma de herir el orgullo del país invadido, ya que, al estar enfermos y mal alimentados los del Start eran carne de cañón para perder sus encuentros por goleada ante las mejor alimentadas escuadras alemanas. A los ucranianos les servía para obtener algún dinero, en tan desequilibrados partidos de fútbol. La liga la componían cinco equipos alemanes y el Start, formado por jugadores soviéticos. Pero los resultados empezaron a cambiar.

El 7 de junio de 1942, el Start vapuleó por 7-2 al Rukh; días más tarde, derrotó por 6-2 a otro conjunto integrado por soldados alemanes y húngaros; después llegaría el 11-1 frente a un conjunto de soldados rumanos que apoyaban a los nazis. A los alemanes se les helaron las sonrisas displicentes del inicio, así que decidieron enfrentar al Start con el MSG de la ocupada Hungría. Era la mejor formación de cuantas había en las naciones ocupadas, pero los panaderos volvieron a ganar por 5-1.

A pesar de las draconianas restricciones informativas de los alemanes, los éxitos del Start corrían como la pólvora y elevaban la moral del pueblo y de los países limítrofes. Aquello se convirtió en una cuestión de Estado para las fuerzas invasoras, que ficharon a varios militares de la Luffwafe, algunos de ellos jugadores profesionales, con los que hicieron el Flakelf. En su primer partido, perdieron 5-1 con el Start, y solicitaron la revancha. Eran los prolegómenos del “Partido de la muerte”.

Juego sucio y amenazas de muerte

El encuentro se fijó para el 9 de agosto de 1942 en el estadio Zenit. Un oficial de las SS fue nombrado árbitro y aconsejó a los componentes del FC Start que perdieran el partido. La respuesta de los ucranianos fue rotunda: se negaron a realizar el saludo nazi durante la presentación de los equipos.

Con el pitido inicial, los alemanes desataron una violencia extrema contra los soviéticos para la que contaron con la complacencia del colegiado. Al descanso, Kuzmenko y Goncharenko daban ventaja por 2-1 a los panaderos. El gol nazi había llegado después de que a Trusevich le hubieran dado una patada en la cabeza y se encontrara tendido en el césped.

El momento más tenso llegó en la segunda mitad. Con 5-3 en el marcador, Klimenko cogió el balón en la defensa y sorteó a cuantos nazis le salían al paso, incluido el portero. En la misma línea de gol, se paró, cambió la orientación y chutó al centro del campo mientras se reía de los alemanes.

Unos días después la Gestapo detuvo y torturó a la mayoría de jugadores del Start. Mykola Korotkykh moriría a manos de la policía secreta nazi. El resto del equipo fue enviado al campo de concentración de Syrets, cerca de Kiev. Allí fueron ejecutados Ivan Kuzmenko, Oleksev Klimenko y Nicolai Trusevich. Solo tres, Fedir Tyutchev, Mikhail Sviridovskiy y Makar Goncharenko lograron sobrevivir para contar una historia que sigue viva en los aledaños del estadio Lobanovsky donde una estatua rinde homenaje a aquellos héroes del Start.

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