El primer Rey proclamado en un Estado español no confesional: análisis de los gestos
Felipe VI ha sido proclamado Rey de España, tras jurar la Constitución. En el discurso del nuevo Rey éste ha señalado que encarna “una monarquía renovada para un tiempo nuevo” y ha desmenuzado su mensaje en el sentido que la nueva monarquía debe ser el “símbolo de unidad y permanencia del Estado”, de un Estado basado en la separación de poderes, y donde la monarquía debe ser cauce de diálogo, comprensión y estabilidad interna, construyendo puentes y ser cauce de la conexión entre los españoles siendo al mismo tiempo abierto a la sociedad y con una conducta ejemplar, “íntegra, honesta y transparente” ejemplar en sus valores morales, pues solo así tendrá “la autoridad moral necesaria” y será un referente para que los españoles puedan sentirse orgullosos de su Rey.
Felipe VI quiere ser un rey cercano al pueblo, un rey dispuesto a escuchar, consentir y animar. Anunció su solidaridad para los que sufren y protección para las “familias más vulnerables”, así como no ahorrar esfuerzos para resolver el problema del paro. Afirmó que es necesario “revitalizar nuestras instituciones” para crear más confianza en ellas basadas en la honestidad y los valores morales
Felipe VI quiso erigirse en defensor del patrimonio lingüístico español, por ser un “patrimonio común”. Las lenguas deben ser “protegidas” por los poderes públicos, pues en España “caben todas las formas de sentirse español”. España es una nación diversa y en esa diversidad nos hemos de encontrar todos, construyendo puentes de entendimiento. En la España diversa “cabemos todos”. Los españoles deben convivir con respeto y con vínculos de hermandad, y conviene para ello “cambiar muchas mentalidades y actitudes”: “Una nación es un proyecto integrador… es una unidad que no quiere decir uniformidad, señorías”. Felipe VI quiere una España en la que “nunca se rompan los puentes de la convivencia” y del diálogo.
Finalmente, tras un repaso a los ejes centrales de la política exterior española (integración en Europa, la paz, el entendimiento con Latinoamérica, el Mediterráneo, el Oriente Medio y los países árabes, terminó repitiendo representa una “monarquía renovada para un tiempo nuevo”.
Emocionante ha sido su recuerdo para el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía, la cual se emocionó junto a su hermana la infanta Helena. Se notó clarísima la ausencia de la infanta Cristina, apartada de la familia real. Los aplausos de los presentes ha contrastado con el silencio del lehendakari Íñigo Urkullu y de las palmas “protocolarias” del presidente catalán, Artur Mas.
El discurso del nuevo rey Felipe VI ha sembrado una esperanza, por su juventud, su mirada hacia el futuro, su clara visión de los valores morales de la función política y de las instituciones del Estado, su recuerdo para los más castigados por las crisis, el paro, el reconocimiento de la diversidad dentro del mismo Estado y la defensa de la institución que encarna como monarquía constitucional. Por lo que se ha visto y leído de su discurso Felipe VI no será un rey que esperará sino que va a impulsar iniciativas políticas y sociales, aunque dentro de las reglas que dicta la Constitución, pues “las funciones de la Corona no se agotan en el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales”, ha dicho.
La diversidad
Sobre la diversidad que existe en España, en los territorios y entre los pueblos, Felipe VI ha querido ser equilibrado, pero al tiempo firme en decir que no hay unidad no es uniformidad, y que la diversidad de lenguas ha de ser protegida por ser un patrimonio común. En los medios nacionalistas e independentistas han destacado la frase de Felipe VI dijo que “en esta España unida cabemos todos”.
En los nacionalistas menos radicales se ha comentado en un primer análisis del discurso de Felipe VI que el Rey tiene ganas de diálogo, de trazar puentes, de vivir cercano al pueblo y de colaborar para que en España quepan todos. También se ha valorado positivamente la defensa de las lenguas autóctonas. Sin embargo, todos dicen que habrá que ver cómo se concretan el diálogo y los puentes entre Catalunya y el Estado.
El presidente del Congreso, Jesús Posada, señaló en su discurso consensuado con los grupos políticos, que en los tiempos modernos conviene cambiar modelos de convivencia, o sea un cambio.
La Corona y la religión
La ausencia de símbolos religiosos en el acto de proclamación de Felipe V en las Cortes Españolas contrasta con la de don Juan Carlos I, quien juró ante los Evangelios y el Crucifijo. La razón está en que ambos reyes juraron en dos marcos constitucionales distintos. Juan Carlos I juró su cargo en el marco de un Estado confesional, mientras que Felipe VI lo ha hecho en el marco de una Constitución (de 1978) que es aconfesional o no confesional, es decir que reconoce a todas las religiones: “ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española” (art. 18, 3). Hoy no es preceptivo, como en la época franquista, que la Monarquía española sea católica o que sus miembros sean católicos.
La Constitución de 1978 está más acorde con la doctrina del Concilio Vaticano II (GS, n. 76) que establece principios claros: 1) Los laicos católicos son los responsables a título personal de su propia actividad política; 2) La Iglesia no está ligada a sistema político alguno pues su misión es “salvaguardar el carácter trascendente de la persona humana”; 3) La Iglesia y la comunidad política no se pueden confundir porque tienen misiones distintas, pero harán un mejor servicio “cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas”; 4) La Iglesia “no pone su esperanza en los privilegios dados por el poder civil”, es más renunciará a estos privilegios y derechos adquiridos si empañan el anuncio del Evangelio.
Con este enfoque conciliar, que no rechaza a los estados confesionales, aunque mejor que los poderes estén separados, pero con una sana cooperación, es como se encuadran hoy las relaciones Iglesia-Estado. Benedicto XVI acrisoló la fórmula de la “laicidad positiva”, es decir una laicidad en la que el Estado reconoce el bien que hace la Iglesia en la sociedad, no solamente por sus servicios materiales a todos los hombres, sino también por atenderles espiritualmente.
Volviendo al acto solemne de hoy, la coronación de Felipe VI Rey de España ha tenido lugar en la festividad del Corpus Christi aunque en muchos lugares se celebrará el domingo. Ahora bien, algunos preguntan si Felipe VI hubiera podido utilizar símbolos religiosos. En su juramento ante las Cortes Españolas hubiera sido improcedente, aunque ante su familia los símbolos religiosos hubieran sido los signos de identidad de la familia. Porque la Monarquía, la institución monárquica, es ante todo una institución familiar.
En la Corona, la Institución Monárquica, el núcleo familiar es su esencia, tiene un valor ineludible para su continuidad en el tiempo. Por eso siempre se ha dicho que la familia del Rey ha de ser una familia ejemplar para los ciudadanos. En el Mensaje de Navidad del Rey siempre se ha visto un Belén como fondo que adorna y de alguna manera preside la Navidad en la familia real. Es un signo de identidad familiar, de la Corona. ¿Hará lo mismo Felipe VI? Sabemos de la religiosidad del Rey, pero no sabemos cómo gestionará su creencia religiosa en el ámbito público y privado. Los analistas señalan que el rey Felipe VI se ha ceñido “estrictamente” a la Constitución
Por cierto, las voces republicanas, amplias en días pasados, han quedado apagadas por el apoyo mediático y popular al nuevo monarca Felipe VI.
Otra cuestión distinta que analizaremos en otro artículo, es la sucesión al actual Rey, en la Princesa Leonor, una niña de 8 años, que ya es desde hoy Princesa de Asturias y heredera al trono de España. La niña ha de llegar a su mayoría de edad para poder ser la sucesora al trono de su padre Felipe VI.