Joseph Pearce opina sobre grandes escritores conversos en la tercera parte de su amplia entrevista a Aleteia
“Estos libros estaban vivos y me han hablado”. Henry Miller, Les livres de ma vie.
Joseph Pearce es profesor de literatura inglesa y autor de biografías de escritores británicos como Chesterton, C. S. Lewis y Oscar Wilde, entre otros. Tuvo una juventud marcada por el odio, perteneciendo a organizaciones xenófobas y violentas. Sin embargo, dice que ya de adulto, fue alcanzado por la Gracia, siendo bautizado en la Iglesia Católica. Define su situación actual como de “amor racional”.
Acaba de editarse en español su libro Mi carrera con el diablo. Para presentarlo, Pearce ha realizado un recorrido por diversas ciudades españolas, comenzando el 9 de mayo por Barcelona.
Explica en Mi carrera con el diablo que a los 19 años leyó Archipiélago Gulag del premio Nobel Aleksandr Solzhenitsyn, un escritor converso que fue represaliado en su propio país, la antigua Unión Soviética.
Ese libro “le sirvió como un faro” entre las tinieblas de su juventud. Durante su primera estancia en prisión, un católico le aconsejó leer a Chesterton.
La lectura de Al límite de la cordura y El pozo y los charcos produjo un giro en su vida. El objeto de esta tercera entrega de la entrevista consiste en que el mismo Pearce describe a los lectores de Aleteia los escritores ingleses conversos que le han acompañado en su trayectoria vital.
¿Si usted tuviera que hablar a personas que desconocieran los nombres siguientes, cuáles serían las ideas básicas que quisiera compartir con ellos?
Tomás Moro: Una de las mentes, de los intelectos y de los ingenios más grandes de la lengua inglesa. Eso, en un plano humano. En el orden sobrenatural, nos hallamos ante un mártir de la fe, que prefirió perder la vida antes que sucumbir al fundamentalismo secular.
Tolkien: Escribió el trabajo más grande del siglo XX, El Señor de Anillos. No es sólo mi opinión, sino que lo demuestran las cifras. Es también un trabajo fundamental de tipo religioso y católico.
C.S. Lewis: C.S. Lewis es un genio. Nunca entró en la Iglesia, pero trajo a mucha gente a Cristo y a la Iglesia católica. Escribí un libro llamado C.S. Lewis y la Iglesia católica y, en un apéndice del mismo, recojo el testimonio de treinta y un católicos conocidos, una cifra muy significativa, que se convirtieron, por lo menos en parte, debido a la influencia de C.S. Lewis.
John Henry Newman: Lo describieron como el escritor de más alto estilo en la prosa del siglo XIX. Considerando que la época victoriana equivale, en literatura, a nuestro siglo de oro, eso dice mucho de su capacidad literaria.
Pero por supuesto, Newman fue también un gran filósofo, un gran teólogo, y lo más importante, un hombre santo. Fue beatificado por la Iglesia.
También, fue el padre del renacimiento católico en Inglaterra. Su conversión en 1845, estableció ese renacimiento católico del conjunto de Inglaterra por medio del movimiento de Oxford.
Chesterton: Está muy cerca de mi corazón porque, después de la Gracia, él fue la mayor influencia en mi propia conversión, en mi propia trayectoria a Cristo. Destaca su gran ingenio, su santidad y que su propia causa ha sido tomada por el obispo de Northampton en Inglaterra. Espero y ruego al Señor que Chesterton siga a John Henry Newman en ser reconocido por la Iglesia.
Alec Guinness: Uno de los actores más grandes que nunca haya dado Inglaterra. También, un buen escritor. En su autobiografía, Embajador en el infierno, habla de cómo llegó a la fe católica.
Personalmente, tengo con él una deuda de gratitud. Transcribí demasiado de su libro en el mío [se refiere a Escritores Conversos, publicado en España en el 2006, n.d.r.]. Su agente me escribió para exigirme el pago de derechos. A lo que accedí. Después recibí una carta de Alec Guinness, “Oh, no. El libro es estupendo, no puedo cobrarte nada por la transcripción”. En el interior del sobre, el cheque estaba cortado por la mitad. Ese es mi propio recuerdo personal de la amabilidad de Alec Guinness.
Graham Greene: Un alma torturada y un gran escritor. Debo confesar que, aunque me gusta su capacidad literaria, encuentro su ambivalencia teológicamente irritante. Probablemente, su trabajo más grande, El poder y la gloria.
Nadie puede llegar a estar tan angustiado y torturado permanentemente como el sacerdote del whisky. En Greene, podemos aceptar su oscuridad, pero al menos debería haber una luz tenue de la Gracia de Dios. Pero lo cierto es que la visión de Greene carece en gran parte de ella.
Lo que resume su visión es la siguiente anécdota. Fue a una Misa celebrada por el santo Padre Pío. Lo tenía justo enfrente y podía ver las manchas de sangre y los estigmas. Le dieron la oportunidad de conversar con el Padre Pio y Greene se fue a toda prisa. Dijo, “si viera un santo verdadero, tendría que dar un giro a mi vida.” No deseó cambiar su vida, así que se fue corriendo. Eso resume a Graham Greene.
Cuando llegamos a la universidad antes de la entrevista, alguna vestimenta, de ellas y ellos, nos recordaba que los ambientes universitarios en Barcelona están secularizados. En contraste, a Joseph Pearce lo encontramos en la Universidad hablando de Dios, de la Gracia y de la Iglesia, sin reservas. Habló de Dios hasta cuando nos despedíamos, momento en que, siendo extensible a todos los lectores de Aleteia, nos dio bendiciones: God Bless.