Junto con los ritos de desagravio, será de esperar que los poderes públicos tomen cartas en el asunto para prevenir y sancionar
Cuando pensamos en los nuevos escenarios que se presentan en torno a la libertad religiosa, debemos dar un lugar a lo que podríamos llamar la estrategia de la “provocación”.
Cuando hablamos de provocación, nos referimos a esas acciones premeditadamente ofensivas y agraviantes contra una persona, un lugar o un símbolo religioso y que, gracias a la burla, el escándalo y el agravio, logran ingresar en el terreno periodístico.
Y decimos que se busca “provocar” porque este tipo de agravios parecen dirigidos hacia la Iglesia para que ella “pise el palito”, reaccione y entonces los provocadores ganan atención nuevamente, con la pretensión de transformarse a su vez en víctimas.
El caso más reciente ha sido la filmación de un provocativo e indecente vídeo en la Catedral de La Plata, ultrajando el lugar sagrado, los ritos y la liturgia, la Eucaristía y la misma oración del Padre Nuestro. Monseñor Aguer calificó el hecho como “abominable” y presidió una misa de desagravio el domingo 15 de junio.
Si pensamos en las posibles motivaciones detrás de la provocación, podemos pensar que se trata de:
a) una forma de marketing personal, de personas que buscan figurar de cualquier manera, en lo que hemos denominado el “marketing del escándalo”;
b) una forma de agresión a la Iglesia por personas que mantienen posturas ideologizadas, como ocurre muchas veces con feministas que se posan desnudas en lugares sagrados para protestar en favor del aborto;
c) un intento de llevar a la Iglesia católica al terreno de la discusión mediática y así distraer la atención de sus proféticas enseñanzas en favor de los más necesitados.
Ciertamente, no es la única forma de amenazar la libertad religiosa, ni siquiera la más grave. Decía el Papa Francisco en la entrevista al diario La Vanguardia: “Los cristianos perseguidos son una preocupación que me toca de cerca como pastor. Sé muchas cosas de persecuciones que no me parece prudente contarlas aquí para no ofender a nadie. Pero en algún sitio está prohibido tener una Biblia o enseñar catecismo o llevar una cruz… Lo que sí quiero dejar claro una cosa: estoy convencido de que la persecución contra los cristianos hoy es más fuerte que en los primeros siglos de la Iglesia. Hoy hay más cristianos mártires que en aquella época. Y no es por fantasía, es por números” (12 de junio de 2014).
La provocación es una forma sutil y tramposa de afectar la libertad religiosa, pues se busca agredir y luego descalificar, a través de la misma reacción que la Iglesia pueda tener.
En estas situaciones, junto con los ritos de desagravio, será de esperar que los poderes públicos tomen cartas en el asunto para prevenir y sancionar estos ataques a la libertad religiosa. Y también sería bueno que hubiera arrepentimiento y pedidos de perdón de los provocadores, solidaridad de otros sectores, repudio en los medios de comunicación.
La religión enriquece la vida social. Ridiculizarla, burlarse, profanar los lugares sagrados, expresa no sólo un ataque a la libertad religiosa, sino que es síntoma de una degradación cultural y social que embrutece a la persona y debilita al cuerpo social.
Artículo originalmente publicado por Tiempo de Evangelizar