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La Evangelización se hace de rodillas

Aleteia Team - publicado el 15/06/14

El arzobispo de Santiago da gracias a Dios por la vida consagrada
Queridos Miembros de Vida Contemplativa:

Proverbial es la frase de Pablo VI: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan…”.  Estas palabras nos adentran en la temática que el lema de la Jornada Pro Orantibus nos sugiere en esta ocasión: “Evangelizamos orando”. La evangelización ha sido siempre misión ineludible en la vida de la Iglesia, pero desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días ha ido adquiriendo mayor relieve. Esto se debe también a la situación por la que pasa la Iglesia en la cultura actual. El papa Juan XXIII advertía ya que “lo que se exige hoy a la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio”.  Por su parte, el papa Francisco nos acaba de decir: “No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: “El amor de Cristo nos apremia” (2Co 5,14); “¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!” (1Co 9,16).

“Una Iglesia en salida”.

El magisterio pontificio es clarividente. Escribía Pablo VI: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar”. Aunque “antes de hablar acerca de algunas cuestiones fundamentales relacionadas con la acción evangelizadora, conviene recordar brevemente cuál es el contexto en el cual nos toca vivir y actuar”. Ciñéndonos a nuestro entorno más cercano se observa una pérdida de vitalidad creyente. Esta constatación se ha denominado “crisis de Dios”, que consiste en prescindir de preguntarnos por Dios, dando la impresión de que no le echamos de menos.  Padecemos también una “crisis de Evangelio” en la que la concepción de la vida como entrega amorosa y liberadora según la propuesta de Jesús se sustituye por la actitud de un individualismo posesivo. Por otra parte, constatamos la “crisis de los propios creyentes”, que no acaban de encontrar su “lugar en el mundo”. Hemos de referirnos a la indiferencia religiosa de los alejados, pero sobre todo, a la falta o debilidad de la fe de quienes se sienten dentro de la Iglesia.

No cabe ninguna duda de que necesitamos impulsar una “nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, pues como advierte el cardenal W. Kasper, “en Europa no parece haber sitio para Dios. No deberíamos buscar las causas solo –ni tampoco en primer lugar- en los otros. Los cristianos nos hemos debilitado”. Ello nos remite a la necesidad de recuperar la calidad cristiana del pueblo de Dios y a buscar la creatividad que necesitamos para esa “nueva transmisión de la fe”. Si no somos capaces de hacer bien este trabajo dentro de la comunidad eclesial, será completamente irrelevante que fuera de este contexto apelemos “al nuevo ardor, los nuevos métodos y la nueva expresión de la fe”.

Quizá el problema radique en que nos hemos centrado en la situación del mundo que nos rodeaba y lo hemos convertido en el objeto de nuestros esfuerzos y críticas, olvidándonos de que “la Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio” y puede que hayamos pensado que nuestras comunidades eran ya un sujeto apto para llevar a cabo la proclamación del Evangelio olvidando que las primeras que han de ser nuevamente evangelizadas son nuestras comunidades, y evidentemente nosotros, como miembros de ellas. Necesitamos volver a encontrarnos con el Dios de Jesucristo que nos de vida a todos, más allá de las situaciones por las que estemos pasando.

“Pastoral en conversión”

Desde esta perspectiva hemos de plantearnos nuestro ser cristianos, la calidad de nuestra vida cristiana y la fortaleza de nuestra fe. A esto nos motiva el papa Francisco cuando escribe: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están”. Es preciso que el estilo de vida de los cristianos trasluzca convencimiento y manifieste alegría. El evangelizador ha de ser capaz de provocar en quienes le rodean interrogantes sobre la propia existencia y esto no lo logrará si permanentemente tiene cara de funeral, de tristeza y desaliento. “La Buena Nueva deber ser proclamada, en primer lugar mediante el testimonio… A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esta manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira?”.

“La evangelización se hace de rodillas”.

Así llegamos a la idea que nos propone el lema de la presente Jornada Pro Orantibus. “Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc 10,2). Somos “llamados”, “elegidos” y “enviados” por Dios. Por eso es importante la oración a la hora de pensar en la evangelización. La Iglesia, como nos ha repetido Benedicto XVI, no es nuestra, sino de Dios. El campo que hay que evangelizar es suyo. Así pues, la misión es, sobre todo gracia. El apóstol es fruto de la oración donde encontrará la luz y la fuerza necesarias para su acción. Con fuerza nos recuerda el papa Francisco: “En efecto, nuestra misión deja de ser fecunda, e incluso se extingue, en el momento mismo en que se interrumpe su conexión con la fuente, con el Señor. ¡Queridos hermanos y hermanas! La evangelización se hace de rodillas. Oídlo bien: “La evangelización se hace de rodillas”. ¡Sed siempre hombres y mujeres de oración!  Sin la relación constante con Dios, la misión se convierte en un oficio. Si miramos a Jesús, vemos que la víspera de cada decisión o acontecimiento importante, se recogía en oración intensa y prolongada. Cultivemos la dimensión contemplativa. Que cuanto más os llame la misión, más unido esté vuestro corazón al de Cristo, lleno de misericordia y de amor. ¡Ahí reside el secreto de la fecundidad pastoral, de la fecundidad de un discípulo del Señor!”
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Viviendo con esta conciencia no sólo responderemos al mandato misionero de Jesús: “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28,19), sino que también haremos que se desvanezca “el fantasma de la imagen de la vida religiosa entendida como refugio y consuelo ante un mundo externo difícil y complejo”. El Papa nos hace esta advertencia: “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cual es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”. Como la Virgen María salgamos también al encuentro de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, “ante la urgencia, más imperiosa, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús”.

En este Día de la Vida Contemplativa damos gracias a Dios por el inestimable don de la Vida Consagrada, pidiendo al Señor vocaciones a la misma. Compartiendo los gozos, las inquietudes y las esperanzas de los Miembros de la Vida Contemplativa y encomendando a vuestra oración las preocupaciones pastorales de la Diócesis, os saluda con afecto agradecido y bendice en el Señor,

Monseñor Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

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