“Nunca me habían tratado así de bien”, confiesa la madre, todavía no casada; acoger no es lo mismo que dar la razón
¿Cómo acoger a unos padres no casados y alejados de la Iglesia que piden el bautismo para su hija? Esta es una de las problemáticas que abordará el Sínodo de los Obispos sobre la familia. La parroquia madrileña del Buen Suceso ha sido el escenario de la siguiente historia:
«Es que nunca me habían tratado así de bien, con tanto cariño».
La mujer lloraba. Lloraba mucho. Sonreía detrás de sus gafas de colores. Incluso su chico, que todavía no es su marido, pero sí el padre de la niña, piensa ahora que «la Iglesia no es lo que parece…».
La niña tiene tres años. Después de tiempo, largo, alejada de los sacramentos, alejada de la Iglesia, su madre se acercó por una parroquia que les habían sugerido y que no estaba muy lejos de su casa. Algo había en ella que le indicaba el camino correcto: Lola está escolarizada en un colegio católico concertado. Las monjas no habían influido directamente en el bautizo de la niña; sí sutilmente. La abuela llevaba tres años intentándolo con menos sutileza… El Espíritu conoce sus caminos.
El día que nos conocimos, en la primera sesión de catequesis, la actitud de Elena era reservada, expectante, algo a la defensiva. Se acercó a pedir fecha para el bautizo, y se encontró con condiciones: sesiones de catequesis y revisión de la ceremonia con el celebrante. O sea, que no era inmediato. ¿Pero no era tan urgente bautizar a la niña…?
Esa primera sesión complicó las cosas un poco más, pues, dada la situación de los padres -no casados, alejados de la Iglesia-, se imponía trabajar un poquito más. Y pedir que el padre también asistiera a las sesiones de trabajo. Y revisar quiénes iban a ser los padrinos. Una cosa hubo buena: se habían sentido rechazados en otros sitios y aquí los acogíamos.
Pero una cosa es acoger, y otra dar la razón. La segunda sesión fue para nota; se mostró toda la agresividad de la pareja contra todo: contra los curas, contra la Iglesia, contra la sociedad… Todos los tópicos imaginables salieron a relucir en la conversación. Y no encontraron respuestas igualmente agresivas, sino refutación o alternativa, uno por uno, para cada argumento. Respeto y afecto. La Iglesia es madre y como tal quiere y acoge. La Iglesia es madre porque es esposa. Dos cosas que siguen resonando en la cabeza de Elena.
En la tercera sesión ya pudimos abordar la catequesis prebautismal -para los padres, claro- propiamente dicha. Lo que más les descolocó, por decirlo en pocas palabras, fue comprender que iban a convivir con una santa durante algunos años.
Lola es incapaz del mal, aunque un poco trasto, y estaría en gracia de Dios en cuanto recibiese el bautismo: es decir, santa. ¿Qué se hace y cómo se vive con un santo?
La educación como cristiana de la niña no era sólo cosa del colegio. Los padres ponen cierto contexto, pero deben dar ejemplo, estar dispuestos a hablar y abordar los temas del día a día como cristianos; los padres deben saber reconocer y valorar el compromiso de sus hijos…
Los padres y los padrinos son los responsables de que la fe crezca después del bautismo. Es la única manera de evitar que la Primera Comunión se convierta en una celebración pagana con lista de regalos en unos grandes almacenes.
Todavía llorando, con su chico al lado, callado, con paz; todavía dando las gracias, pidió consejo para regularizar su situación matrimonial. La cosa tiene trabajo, porque el matrimonio no es la pena para ningún tipo de delito. Va por buen camino. La Iglesia, esposa y madre, los cuida, los quiere, los ayuda. Como a cualquiera de sus hijos.
Por Jaime Noguera
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega