Habla el cardenal Langlois, el primer purpurado haitiano de la historia
El nombramiento que el Papa Francisco hizo de un cardenal haitiano es una llamada para que Haití no sea olvidado. El Papa Francisco no se ha olvidado de Haití y de sus sufrimientos después del terremoto de hace cuatro años, y quiere que la gente no se olvide tampoco.
Se lo ha dijo ayer a ZENIT el cardenal de Haití, Chibly Langlois, de 55 años, quien estuvo esta semana en Roma para tomar posesión el sábado 7 de junio de la iglesia que le ha sido designada en cuanto cardenal, san Giacomo in Augusta, en la céntrica Via del Corso de la ciudad eterna. Pudimos encontrarlo y aquí compartimos con nuestros lectores la entrevista que nos concedió.
¿Cómo ha recibido la noticia de su nombramiento?
He sabido que había sido nombrado cardenal primero a través de las felicitaciones que me llegaban de los amigos, por teléfono y por e-mail. Es la primera vez que se nombra un cardenal haitiano. Muchos en mi país se preguntaban por qué nunca habíamos tenido un cardenal. Es verdad que estamos lejos y somos pequeños, pero siempre decía, habrá que esperar el momento… y ese momento ha llegado.
¿Había conocido al Santo Padre antes del cónclave?
No, no lo había conocido ni encontrado antes, pero le quiero mucho, así como el modo en el cual él se presenta y como quiere orientar la Iglesia hoy, y también por la manera en que da respuestas a una expectativa en la Iglesia y en la sociedad en general.
¿Cuáles son las preocupaciones actuales de la Iglesia en la región del Caribe?
Existe una preocupación de construir una Iglesia que tiene que seguir evangelizando, asumirse sus responsabilidades, para que la Buena Nueva se vuelva cultura.
Que los cristianos se refuercen en su fe y que se vuelvan misioneros, porque en nuestros días insistimos que hay que seguir no solamente en la línea del documento de Aparecida. Esa línea ha sido reiterada por el Papa Francisco: que todos los cristianos se sientan misioneros de la Iglesia.
La evangelización es una preocupación para todos y especialmente para mi. Necesitamos de hombres y mujeres que estén convencidos y se sientan verdaderamente llamados a construir la Iglesia, para así avanzar en la evangelización en el país.
Igualmente existe una preocupación sobre la situación económica porque las necesidades existen, y por lo tanto debemos organizarnos en el plano financiero para poder realizar tantos trabajos.
Estamos preocupados por la situación social, de reconstruir la nación, porque hay demasiada pobreza y mucha gente que no logra trabajar para ganarse la vida. Y para que el país pueda salir del subdesarrollo.
¿Cómo la gente sintió y se interrogó sobre el tremendo terremoto que asoló Haití?
Nuestra generación no estaba acostumbrada a terremotos tan fuertes. Fue necesario hacer entender y esclarecer a la población que se trataba de una catástrofe natural.
Había quienes no lo querían entender, como si hubiera sido una especie de maldición, como que Dios hubiera tenido la culpa. La gente lo entendió, y también la necesidad que existe de recuperarse. Hay dificultades para beber, alimentarse y vestirse, mucha gente todavía vive en carpas.
¿Y sobre las vocaciones?
Gracias a Dios, en Haití tenemos muchas vocaciones, en las diócesis, en las comunidades religiosas, hombres y mujeres. Es necesario entre tanto, trabajar para tener más caridad.
¿Han recibido ayuda de la Iglesia después del terremoto?
Hemos recibido ayuda por parte de las Iglesias hermanas desde todo el mundo y también en el plano social. Han llegado muchas organizaciones aunque lamentablemente no siempre se han canalizado bien las ayudas.
La mayor parte de las ONG se organiza para distribuir las ayudas, pero falta una plan y muchas veces se registran duplicaciones de servicios.