El padre Gregorio Alegría y la ingeniera Francina Hungría
Desde hace años, el Diario Libre, uno de los de mayor difusión del país, entrega anualmente un galardón al “hombre y mujer del año”
Este año han sido reconocidos para dicho premio el padre Gregorio Alegría y la ingeniera Francina Hungría. El caso de Francina conmovió a todo el país porque quedó ciega a consecuencia de un atraco; ella reaccionó con una entereza cristiana que se puede decir heroica; afirma que a partir de ese momento, Dios le ayudó a encontrar el sentido pleno de su vida y creó una fundación para ayudar a los invidentes.
El caso del padre Gregorio Alegría requiere un relato un poco más largo para describir su incansable labor espiritual y social. Pertenece a la Congregación de los Padres Paúles. Nació en Artazu, Navarra. Es misionero en el barrio Losmina desde 1978.
Este navarro incombustible, aterrizó en el país hace más de treinta años, dedicando su primera etapa dominicana a trabajar en los bateyes en San José de los Llanos, para ser destinado después en Losmina, como párroco de la iglesia San Vicente Paúl.
Y allá realiza una obra extraordinaria: un centro médico y una maternidad, una escuela infantil, un centro escolar con más de 2.500 alumnos, un comedor social que reparte 264.000 raciones de comida al año, una escuela de formación técnica de mujeres, un asilo de ancianos para acoger a los que viven en la calle y un dispensario.
Atento a todos los ángulos de la marginación, también se ha ocupado de que los niños del barrio aprendan el catecismo y tengan su documentación en orden, ha levantado un programa de apadrinamiento de comida y útiles escolares y otros de alfabetización de adultos.
Conoce cada callejón, esquina, madre, niño, desempleado, proyecto o desilusión de La Barquita y es el primero al que hay que acudir cuando el río crece.
Alegre, tenaz, incansable, pide, pide y pide, aquí y allá, en su tierra natal porque trabaja por tres y el dinero le rinde como a otros tres.
Es de esos sacerdotes que hacen de la vida de los más necesitados su propia vida. Que además son tan profundamente felices… hacen falta más.
Recuperó para el barrio la vieja costumbre de la procesión de la Virgen de la Altagracia, patrona del país.
Un total de 21 parejas alcanzaron, gracias a él, su sueño de realizar el sacramento del matrimonio por la Iglesia Católica, durante una ceremonia colectiva oficiada en la parroquia. Las parejas que contrajeron matrimonio tenían entre 14 y 50 años unidos por amor o por lo civil. La ceremonia formó parte del 50 aniversario de la parroquia San Vicente de Paúl.
Recibió en Madrid, el premio Cofares 2011 como reconocimiento a una vida dedicada a la cooperación.
Recientemente su nombre ha aparecido con frecuencia en los medios de comunicación por su eficaz intervención en el sector llamado La Barquita.
Los ríos Ozama e Isabela desembocan en Santo Domingo y son zonas de aglomeración de miles de personas desplazadas. Se trata de un sector del barrio de Losmina que se llama “La Barquita”, que ahora le van a poner el nombre de la Milagrosa de la barquita. Precisamente se llama la barquita porque aquí antes se cruzaba el río Ozama con una barcaza y esto que era un despoblado, que era la orilla del río, se ha ido poblando poco a poco con la gente que ha venido del campo, se ha ido invadiendo el terreno y también han ido invadiendo el cauce del río. Las distintas tormentas y huracanes han provocado sucesivos desastres en todas esas viviendas que invadían las cañadas y el cauce del río.
Se trataba de desplazar a 1.800 familias de ese lugar, sin provocar un nuevo desarraigo y, gracias a la mediación del Padre Alegría se llegó al acuerdo de reubicarlos en unos terrenos vecinos creando el proyecto “Nueva Barquita” que incluye todo tipo de servicios urbanos, de vivienda, transporte, salud, educación y recreo. Al mismo tiempo la antigua Barquita queda como zona protegida, de manera que nadie más pueda volver a asentarse en ese lugar.
Un periodista le pregunta al Padre Alegría ¿Por qué en República Dominicana la Iglesia se llena?
Y esta fue su respuesta: “Aquí el sentido de Dios está muy arraigado. Todo es Dios y sin Dios no hay nada. Si se muere uno, es voluntad de Dios y si llueve también. Si ahora ha subido el río y se ha llevado todo, también es voluntad de Dios.
Dios está presente en todos los acontecimientos de la vida.
Si la gente viaja viene a pedir la bendición, si se inaugura una casa, no entra nadie si el padre no va a bendecir, si hay una empresa nueva, también.
En medio de la pobreza se ve una fe que les hace sostenerse en la vida y afrontar las muchas necesidades que tienen. Viene mucha gente en acción de gracias.
Cuando una madre tiene un niño viene a la iglesia y en el ofertorio se presenta al Señor. Es un ambiente donde todo es Dios. En las sociedades europeas a Dios no se le tiene en cuenta, la juventud ya no va a misa, cada vez las celebraciones más vacías.”