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Como católico, ¿sigo encerrado en mi casa?

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Por tu matrimonio - publicado el 05/06/14
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Una reflexión ante la fiesta de Pentecostés
El evangelio de Juan nos recuerda a aquella experiencia inolvidable que vivieron los discípulos al anochecer de ese primer día de la semana: la visita de Jesús después de 50 días a la resurrección y su soplo de aliento para que ellos no siguieran encerrados en sus casas por miedo; al contrario, los envió por todo el mundo a perdonar pecados o a retenerlos, si es el caso.
 
Este pasaje bíblico nos debe llevar a una reflexión seria sobre nuestro papel en la comunidad, de tal manera que nos preguntemos: y como católico, ¿sigo encerrado en mi casa? ¿Sigo encerrado en mi egoísmo? ¿Sigo encerrado en mi rutina diaria?

¿Sigo encerrado en mi caja de cristal pensando que que yo soy más bueno que los demás? ¿Sigo encerrado en la idea de condenar y calificar a los otros como pecadores, simplemente porque ellos no piensan o no actúan como yo? ¿Sigo encerrado en no colaborar y prestar un servicio a mi comunidad en aquello que sé o que podría aprender? ¿Sigo encerrando el talento que llevo en mi ser y que me fue dado gracias al Espíritu Santo?
 
Jesús, antes de exhalar su aliento sobre los discípulos, les pidió que salieran de ese encierro en el que andaban por el miedo o tal vez por cobardía, ya que así como el Padre lo envió, Él estaba haciendo lo mismo con ellos, para  que continuaran con la obra de perdonar pecados; no como piensan algunos que se creen con poderes sobrenaturales o mágicos, sino a través del acompañamiento sin importar la condición del otro (Jesús y Zaqueo), de hacer valer al otro como persona  (Jesús y mujer adúltera), de hablar con aquella persona sin importar su status migratorio (Jesús y la Samaritana), de hacer parte de una comunidad unida por la oración y el servicio (la multiplicación de los panes), de ser justo y respetuoso con la norma estatal (Lucas 20,25).

En fin, Jesús, antes de exhalar su aliento y depositar en cada uno de ellos el Espíritu Santo, pensó en todo esto para que tuviera sentido la fuerza que estaba inyectando en los discípulos.
 
Por eso es importante que hoy te preguntes dónde está el Espíritu Santo que recibiste en los sacramentos. Si la respuesta te lleva a enumerar muchas obras buenas que has podido realizar a imagen de Jesús, ¡felicitaciones!; pero si la respuesta es no, valdría la pena entonces en buscarlo para saber dónde lo dejaste la última vez que lo traías contigo; tal vez estará encerrado con doble cadena y candado de seguridad anti servicio.
 
Si Jesús sopló su aliento enviando el Espíritu Santo, sopla tú más fuerte en tu comunidad.
 
Artículo publicado originalmente por Por tu matrimonio 

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