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​¿Cómo reformar la educación? Algo más que conocimiento y habilidades

Colegio Municipal Marcela Paz, La Florida, Santiago de Chile – es

Oficina Regional de Educación / Flickr CC

Patricia Navas - publicado el 04/06/14

Bases para un sistema educativo que realmente humanice y personalice al ser humano, expuestas por los obispos de Chile

Los grandes desafíos actuales de la educación se están abordando en muchos países con reformas educativas centradas prevalentemente en la adquisición de conocimientos y habilidades, que conciben la educación en función de la producción, la competitividad y el mercado.

Pero la llamada “emergencia educativa” requiere dar respuesta a las necesidades de desarrollo afectivo, intelectual, ético, social y espiritual de los niños y los jóvenes, y concebir la educación como un proceso de formación integral que humanice y personalice al ser humano.

Como señala el documento Iglesia y Educación, elaborado por la Comisión de Educación de la Conferencia Episcopal de Chile como aportación a la reforma educativa en proceso en el país, y presentado el 29 de mayo en rueda de prensa en Santiago, “se enseña para educar, o sea, para formar al ser humano desde dentro, para liberarlo de los condicionamientos que pudieran impedirle vivir plenamente como hombre y mujer”.

¿Qué es educar?

El concepto de educación es uno de los aspectos básicos en este debate y, como señala el episcopado chileno, “la Iglesia concibe la educación fundamentalmente como un proceso de formación integral, mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura”.

La cultura es un rico patrimonio a asimilar pero también un elemento vital y dinámico que exige confrontar e insertar valores perennes en el contexto actual. Por eso, advierte el documento, “una educación que se limite a elaboraciones prefabricadas se convertirá en un obstáculo para el desarrollo de la personalidad de los alumnos”.

En este sentido, es necesario “que todo centro de formación confronte su propio programa formativo, sus contenidos, sus métodos, con la visión de la realidad en la que se inspira y de la que depende su ejercicio” y “es decisivo que todo miembro de la comunidad educativa tenga presente tal visión de la realidad”.

Para los obispos, “la educación supone no solamente una elección de valores culturales, sino también una elección de valores de vida que deben estar presentes de manera operante”.

Citando el Documento de Puebla, añade que la educación “resultará más humanizadora en la medida en que más se abra a la trascendencia, es decir, a la Verdad y al sumo Bien”.

Aporte de la educación católica

Respecto al proyecto educativo católico, el documento explica que en él, “Cristo el Hombre perfecto es el fundamento en donde todos los valores humanos encuentran su plena realización y, de ahí su unidad”.

“La educación es «católica», porque los principios evangélicos se convierten para ella en normas educativas, motivaciones interiores y al mismo tiempo en metas finales”, señala el documento.

Esta educación “trata de superar un género de indiferencia creciente y generalizada, de ir contra corriente y educar en el valor de la solidaridad, contra la praxis de la competencia exacerbada y del provecho individual”, continúa el documento.

“Hoy, en un mundo neoliberal y de mercado, para un porcentaje importante de jóvenes es muy fuerte la tentación de refugiarse en lo privado y en una gestión consumista de la vida”, constata.

Ante este desafío, “la invitación católica es a trabajar, en el camino de la fe en Jesucristo, para hacer resaltar el valor absoluto de la persona y su inviolabilidad, que está por encima de los bienes materiales y de toda organización”.

“Se trata de que los jóvenes sean introducidos en un proceso de desarrollo de actitudes relacionadas con la solidaridad, la justicia y la paz, mediante experiencias significativas de compromiso social, que les permitan ir asumiendo el desafío de ser constructores de la civilización del amor”, añade.

Reformas educativas fracasadas

Según los obispos, las reformas educacionales en América Latina, “impulsadas justamente para adaptarse a las nuevas exigencias que se van creando con el cambio global, aparecen centradas prevalentemente en la adquisición de conocimientos y habilidades, denotan un claro reduccionismo antropológico”.

La mayoría de las reformas apunta más bien a la intervención de algunos ámbitos de la vida y al logro de determinados objetivos muy específicos, a favor de metas relacionadas con aspectos sociales, económicos y productivos, añade el documento.

Para los obispos, en el sistema educativo actual “se trasluce un cierto sesgo de utilitarismo al privilegiar tanto destrezas como competencias afines a necesidades técnicas y económicamente productivas”.

Y diagnostican una “perspectiva inmediatista, valorizada casi en modo exclusivo por su función de incorporar a quien se educa al mero sistema social y productivo”. En su opinión, “si bien ello es un objetivo deseable y necesario, se echa de menos una clara pretensión de querer formar verdaderamente”.

“Se pueden alcanzar los más elevados estándares exigidos por la movilidad mercantil, incluso internacionalmente, y no haber rozado ni cercanamente el verdadero criterio gracias al cual puede decirse que alguien está bien educado, esto es, formado integralmente”, advierten.

En las propuestas educacionales oficiales de América Latina y el Caribe “no existe un pronunciamiento explícito en torno a alguna concepción de hombre o de persona determinados que desea formarse”, lamentan.

Sobre ello, destacan que “los conceptos más utilizados suelen ser más bien los de ciudadano e individuo. Este confundir el individuo con la persona ha creado una sociedad de individuos, donde cada uno compite, busca su éxito y se aísla”.

Los obispos muestran su preocupación por la afirmación cada vez más escasa de la primacía de los padres para educar a sus hijos y por el silenciamiento de la función de la familia como primer referente de la vida en sociedad.

“Llama poderosamente la atención, asimismo, -sin desconocer su importantísima labor en la implementación de las políticas educacionales- la ausencia del rol eminentemente subsidiario del Estado, el papel protagónico de la persona misma de los alumnos en la propia formación, y su dimensión trascendente”, declaran en el informe.

Y añaden: “En sintonía con lo anterior, pareciera emerger un cierto sesgo de uniformidad de la educación y que particularmente se vislumbra a través de objetivas restricciones a la libertad de educación”.

Citando el Documento de Aparecida, los obispos chilenos afirman que las reformas “con frecuencia propician la inclusión de factores contrarios a la vida, la familia y una sana sexualidad. De esta forma no despliegan los mejores valores de los jóvenes ni su espíritu religioso; tampoco les enseñan los caminos para superar la violencia y acercarse a la felicidad”.

“Por ello –añaden- es necesario poner de relieve la dimensión ética y religiosa de la cultura, precisamente con el fin de activar el dinamismo espiritual del sujeto y ayudarle a alcanzar la libertad ética que presupone y perfecciona a la psicológica”.

Finalmente apuntan la “tendencia a asumir la actualidad como parámetro de los valores, corriendo así el peligro de responder a aspiraciones transitorias y superficiales y perder de vista las exigencias más profundas del mundo contemporáneo como son formar personalidades fuertes y responsables, capaces de hacer opciones libres y justas”.

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