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Límite Bergoglio: ocho minutos

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Alvaro de Juana - La Razón - publicado el 02/06/14
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Análisis de la particular manera de comunicar del Papa, un estilo que ya desarrolló como arzobispo de Buenos Aires y que ha generado alguna controversia en la Santa Sede
Quienes están inmersos en la vorágine del día a día del Vaticano saben que, cada vez que habla el Papa, se producen  miles de reacciones. En los 15 meses que Francisco lleva a la cabeza de la Iglesia, ha pronunciado numerosas homilías y discursos. Ha enviado también cartas y mensajes privados que luego hemos conocido gracias a sus destinatarios.
 
La mayoría de expertos coincide en que las homilías que Francisco pronuncia en la misa que celebra cada día en la capilla de la Domus Santa Marta a las siete de la mañana son cruciales para comprender su papado. Estas palabras matutinas son las que, en opinión de los vaticanistas y conocedores de la personalidad de Bergoglio, marcan realmente su pensamiento y hacia dónde quiere llevar la Iglesia. Son parte de su estilo de comunicar.
 
Sin papeles, improvisando o “a braccio”, como se dice en italiano, habla desde su experiencia más profunda y lanza verdaderas “bombas” que dejan con la boca abierta a más de uno.
 
Una vez, durante una audiencia a alumnos y padres de escuelas jesuíticas, decidió dejar a un lado los papeles e improvisar. Lo explicó de esta manera “Preparé esto pero son cinco páginas… un poco aburrido. Hagamos una cosa: hago un pequeño resumen y después les entrego el texto escrito”, dijo.
 
Algunos afirman que a veces se le ve incómodo cuando lee un texto, o directamente decide no pronunciarlo, como en el caso anterior, porque su participación en el mismo ha sido mínima. Según fuentes consultadas por LA RAZÓN, Francisco “escribe la mayoría de sus homilías, y para las más complejas e importantes pide consejo, ayuda y revisión”.
 
¿Pero quiénes le acompañan en esta tarea? Además de los más cercanos, como sus secretarios personales y miembros de la Secretaría de Estado, que sobre todo se ocupan de la revisión de los textos, “pide ayuda a teólogos jesuitas de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, además de algunos amigos personales», explican.
 
Otra característica de sus textos son la brevedad y la sencillez con la que están escritos. Prefiere lanzar un mensaje concreto a perderse en ideas que distraigan al oyente o al lector. Por eso siempre da tres puntos clave, tres ideas que desarrolla después, una forma típica de predicar por parte de los jesuitas de la vieja escuela.
 
Los “Bergoglismos”
 
Muchos de estos mensajes contienen palabras y giros que se emplean en lenguaje porteño, tales como los ya populares “balconear” o “primerear”, un deje que es reflejo de la personalidad del Pontífice y de su implicación en dicho texto.  Son los llamados “bergoglismos” que todo el mundo espera escuchar cuando acude a una audiencia a la plaza de San Pedro o al Aula Pablo VI.
 
Hay otras palabras y expresiones que emplea con regularidad y que muchas personas ya han incorporado a su propio lenguaje. Por ejemplo, “periferias existenciales”, “cultura del encuentro”, “fervor apostólico” o “descartables”, al referirse normalmente a niños, jóvenes y ancianos, como hizo en la rueda de prensa en el avión papal a la vuelta de su viaje a Tierra Santa. Durante poco más de 45 minutos, llegó a pronunciar la palabra “descartar” al menos en cinco ocasiones.
 
Según han contado también a este diario, en su etapa como arzobispo de Buenos Aires “casi siempre improvisaba y no llevaba ningún  papel”. Para saber lo que tenía que decir, “se lo preparaba antes”, aunque es verdad que “a veces llevaba un pequeño esquema y únicamente intentaba no improvisar cuando tenía grandes celebraciones como la Pascua o el Te Deum”.
 
El estilo Francisco es el estilo Bergoglio. Y es que en Buenos Aires lo que solía hacer era “hablar con las personas encargadas de la pastoral unos diez días antes de asistir a alguna celebración y pronunciar la homilía”. Ellos “le contaban, por ejemplo, cuál era su experiencia, y Bergoglio ya armaba la homilía en su cabeza”.

 
Pero también era costumbre suya “llegar con antelación a los lugares” y “hablar con la gente, reírse y escucharles”, de esta forma “conocía en profundidad lo que ocurría en cada lugar y podía hablar después con conocimiento de causa”.
 
Algo que al principio llamó la atención en su forma de predicar, fue que todos sus discursos son breves, no duran más de siete u ocho minutos. “Decía que estaba convencido de que a partir del minuto ocho, la gente se dispersa y deja de prestar atención” y por eso “ahora continúa haciéndolo”, cuentan.
 
Pero el “método Francisco” también ha traído algún que otro quebradero de cabeza a la Santa Sede. Muestra de ello es lo que ocurrió la pasada semana con la polémica surgida a raíz de la autenticidad o no de una carta enviada por Francisco a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández.
 
Con motivo de la celebración de la Fiesta Nacional del país, el Papa habría enviado una misiva de felicitación. Sin embargo, la carta contenía algunos errores ortográficos y estaba escrita en un lenguaje no propio del Pontífice. Primero se dijo que era falsa, y más tarde la Santa Sede informó de que sí era auténtica.

Artículo publicado en el Suplemento de Religión del diario español La Razón
 

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