Un recorrido por su reinado, y en especial por su relación con los diferentes papas
La abdicación del Rey Juan Carlos en favor de su hijo el Príncipe Felipe ha sido una noticia bomba en España, aunque desde hace más de un año esperada por la opinión pública española que veía el declive del Rey, por sus problemas de salud y familiares por distintos incidentes personales y judiciales en que se han visto envueltas sus hijas, en especial la Infanta Cristina y su marido. La abdicación del Rey ha sido una noticia importante también a nivel internacional, tras 39 años de mandato. El Rey ha abdicado a los 76 años, como han hecho otras monarquías de Europa, la belga y la holandesa.
El Rey ha dicho en su mensaje a los españoles que abdica porque en estos momentos hace falta un relevo generacional, y el Príncipe Felipe, “ayudado por la Princesa Letizia” (dato importante) deberá asumir la Jefatura del Estado. La monarquía, ha venido a decir el Rey, es una institución de equilibrio y de paz para los españoles, y también para la unidad “de la gran Nación española”. Son necesarias reformas dentro de la estabilidad institucional, ha dicho el Rey, quien en otra ocasión hace poco más de un año, calificó al Príncipe Felipe como “el más preparado que ha tenido España en su historia”.
El Príncipe, por su parte, declaró precisamente en Barcelona hace menos de un año, que tiene pensado llevar a término cambios en la institución monárquica. ¿Qué va a hacer el Príncipe? De momento el independentismo catalán y vasco y la izquierda madrileña lo han recibido con un “queremos la República”, según dicen las redes sociales, pero la abdicación del Rey a favor de su hijo tiene el asentimiento explícito del Ejército, del PP y del PSOE, de los Estados Unidos, de las instituciones europeas, de los países árabes y lógicamente de los países de la OTAN. ¿Cómo afrontará el Príncipe los problemas cuando sea Rey? No lo sabemos, pero en su toma de posesión, que será probablemente en este mes de junio, dará las claves.
Los dos líderes de los partidos mayoritarios en España, Mariano Rajoy, presidente del Gobierno y del Partido Popular, y Alfredo Pérez Rubalcaba, Secretario general del PSOE y líder de la oposición, quien hace unos días dimitió del cargo, conocían la decisión del Rey en marzo. Aunque nada se dice de las elecciones europeas del pasado 25 de mayo, sin duda han sido un detonante para acelerar cuestión sucesoria en la Jefatura del Estado, aunque estaba prevista desde el 6 de enero.
La ciudadanía está a favor del Rey por lo que hizo en el pasado, no por lo que hacía en el presente. Y tal como estaban ahora las cosas con la salud quebrada del Rey y los problemas judiciales en la Familia Real, lo mejor era abdicar. Y así lo han reflejado inmediatamente las redes sociales.
Lo que se debe al Rey
El pueblo español debe al Rey Juan Carlos el haber sabido mover los entresijos necesarios del régimen de Franco, para hacer que la dictadura pasara a ser una democracia. Nadie más que el Rey podía haber hecho este tránsito. Y lo hizo bien. Posteriormente supo lidiar un golpe de Estado de unos militares monárquicos y franquistas (febrero de 1981) para abortarlo y llevar a España por la senda democrática. En estos dos actos el reconocimiento de los españoles al Rey es claro, agradecimiento que se extiende a que el Rey ha sido el mejor embajador de España. El Rey Juan Carlos también supo resolver el intrincado problema de la sucesión histórica, como representante de la monarquía borbónica, aun a costa de no pocos sinsabores con su padre Don Juan de Borbón, que era el Jefe de la Casa Real, hasta que renunció en favor de su hijo.
Por otro lado, el Rey supo moderar el turno pacífico de alternancia en el gobierno, entre el PP y el PSOE, y tuvo buenas relaciones con los nacionalistas catalanes y vascos, así como con las principales instituciones públicas y privadas españolas.
Los problemas para la Corona llegaron con la crisis económica, y con las noticias que se filtraron sobre las relaciones del Rey con personas dudosas que no podían mejorar la imagen del Estado y del Jefe del Estado en particular, llegando a sufrir un accidente en una cacería de elefantes en África. La Reina –cuya popularidad es muy alta—ha sabido estar siempre en su puesto de madre, de esposa y de Reina, como lo ha reconocido el Rey en su mensaje, a pesar de los pesares. El Rey Juan Carlos la calificó como “una gran profesional” en su larga entrevista con José Luis de Vilallonga.
La crisis de la Familia Real vino con mucha fuerza cuando se descubrieron los negocios turbios y presuntamente delictivos, que llevó a cabo el yerno del Rey, Iñaki Urdangarín, un ex jugador de Balonmano, que utilizaba su título y su posición para “vender” proyectos deportivos que ahora están siendo investigados por la justicia. La Infanta Cristina ya no aparece en las fotos oficiales y en las recepciones de la familia real.
La abdicación era ya un clamor incluso en las mismas filas monárquicas, aunque algunos opinaban que el Rey no abdicaría nunca y moriría con la corona puesta y sentado sobre el trono. La realidad lo ha desmentido, el realismo político y las razones de Estado han prevalecido sobre los intereses personales del Rey. Hoy la monarquía no es como antes y el Rey ha de ganarse cada día el favor de los españoles a quienes sirve.
Monarca Católico
El Rey fue entronizado como un monarca católico, porque así lo marcaba la Ley Orgánica del Estado, aprobada 1966 en periodo franquista, que estaba en vigor cuando el Rey juró su cargo como Jefe del Estado. El Rey juró por Dios y ante los Evangelios, cumplir las leyes aunque luego las cambió. Aunque el Rey Juan Carlos se casó con la Reina Sofía de Grecia y celebró su boda en los dos ritos católico y ortodoxo, la Reina ha vivido y practicado la religión católica en su vida de casada, y por este motivo luce mantilla blanca cuando visita oficialmente al Papa o asiste a ceremonias oficiales en el Vaticano. La mantilla blanca solo la pueden utilizar las reinas o esposas de monarquías católicas, como la reina de Bélgica.
La función constitucional de la monarquía española no obliga al Rey o a la Reina a practicar la religión católica, o religión alguna, pero por ser la religión mayoritaria entre los españoles, aunque el Estado es aconfesional, asisten a las ceremonias religiosas que por el cargo están obligados.
Sin embargo, tanto el Rey Juan Carlos como la Reina Sofía han sido fieles en el mantenimiento de su fe. Y como “el Rey reina, pero no gobierna”, pues sólo promulga y sanciona las leyes, no puede hacérsele responsable de las leyes promulgadas desde el divorcio, hasta dos leyes del aborto, una ley de matrimonios homosexuales, entre otras que contradicen la doctrina católica.
El Rey tuvo una excelente relación con el papa Pablo VI. De hecho, la primera visita que realizó al exterior fue al papa Montini, el cual tenía malas relaciones con el franquismo, como lo demostró el hecho de no querer firmar la renovación del Concordato con Franco, y de las críticas al régimen por su falta de libertades. En este primer viaje, realizado en 1976, el que suscribe el artículo estuvo presente, por delegación de mis colegas de la Sala de Prensa del Vaticano, en toda la audiencia papal a excepción de la parte de conversación privada. Tanto el Papa como la diplomacia del Vaticano dieron una solemnidad inusual hasta entonces para un alto mandatario español. El clima había cambiado. El Rey contó al Papa su idea de democratizar España.
Con Juan Pablo II la cordialidad fue muy alta, como lo demuestran los encuentros a nivel familiar que sostuvo el pontífice con los Reyes de España, cada vez que vino a visitar España y todas las veces que los reyes fueron a Roma. El Rey Juan Carlos, de hecho, nunca olvidó que había nacido en Roma el año 1938. Esta predilección de san Juan Pablo II para con los reyes de España fue muy correspondida por la familia real española. Al fin y al cabo la institución de la Monarquía es la institucionalización de una familia entera en la Jefatura del Estado. Tanto con Juan Pablo II como con el papa Ratzinger, los Reyes ayudaron al Vaticano en sus relaciones con los países árabes y en apoyos diplomáticos concretos.
Con el papa Benedicto XVI también las relaciones fueron muy intensas, y tanto los reyes como sus hijos, se volcaron en agasajos al Papa cuando vino a España, y en concreto cuando vino para consagrar como Basílica menor el templo de Gaudí, la Sagrada Familia de Barcelona.
Con el papa Francisco, tanto en España como en el Vaticano se ha destacado la cordialidad con que los reyes de España fueron recibidos por el papa Bergoglio, después de la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II a finales de abril de este año. En esta audiencia los reyes contaron al Papa, con gran reserva, su intención de abdicar de la corona a favor de su hijo Felipe y la voluntad suya y del Príncipe de mantener los valores humanos y religiosos del cristianismo como base de convivencia en España ahora y en el futuro, siempre dentro de sus posibilidades constitucionales.
El Príncipe Felipe y la Princesa Letizia se casaron por la Iglesia católica y esto le da un barniz religioso especial a la sucesión del Rey Juan Carlos, quien ha estado siempre al servicio de la Constitución, como lo estará, es de suponer, el Príncipe Felipe. Este en una ocasión afirmó que él “sabe muy bien lo que he jurado”. El Príncipe un comportamiento muy aceptable en su actividad, dentro y fuera de España. Goza de la popularidad de buena conducta y será acogido bien por los españoles que querían un cambio en la Corona, no la alternativa republicana, aunque deberá ganarse a estos últimos. La Princesa Letizia es más criticada, por algunas ausencias en actos oficiales, y porque se le ve “poco profesional” en el ejercicio de su papel institucional de Princesa y de Reina, que tiene muchas obligaciones.
Repercusiones
La Ley Orgánica que deberá aprobar el Congreso y el Senado para la proclamación del Príncipe Felipe de Borbón como Rey de España tendrá un debate a las Cortes, y contará con la aprobación de los dos grandes partidos, PP y PSOE, probablemente con la abstención de los nacionalistas vascos y catalanes (PNV y CiU) y el voto contrario de Izquierda Unida (izquierda radical) de los independentistas radicales como Esquerra Republicana de Catalunya, Bildu (vascos), BNG (gallegos) y otros grupos muy minoritarios que no suman más del 8 por ciento de las dos cámaras.