En su primer discurso en tierra palestina defiende el derecho de dos Estados a existir
“Ya es hora de poner fin a esta situación, que se hace cada vez más inaceptable”, así de rotundo se mostró el Papa Francisco en la ceremonia de bienvenida a su llegada a Palestina.
Más de 8.000 personas llegadas de todos los rincones de Palestina esperan con emoción la llegada del Pontífice a la Plaza del Pesebre. Palestinos llegados desde Gaza y Cisjordania y toda la comunidad internacional a la espera de las palabras del Papa Francisco, en el mismo lugar donde nació el Señor. Pero el Papa Francisco no ha querido esperar para mandar su mensaje de paz y su primera intervención en territorio palestino no ha dejado indiferente a nadie.
Momentos antes el Pontífice realizaba una visita de cortesía al presidente de Palestina Abu Mazen y en su primera intervención en el Palacio Presidencial de Belén, justo tras el discurso de Abu Mazen y con la presencia del cuerpo diplomático y las personalidades palestinas el Papa Francisco pidió el fin del conflicto palestino-israelí e insistió en una búsqueda de una paz que “traerá incontables beneficios”.
Tras agradecer la bienvenida, saludar a las autoridades y mostrar cómo se viven las dramáticas consecuencias de este conflicto en Oriente Medio desde hace decenios, el Papa Francisco afirmó: “Ya es hora de poner fin a esta situación, que se hace cada vez más inaceptable”.
Hablaba el Papa Francisco de “heridas difíciles de cerrar”, de la incertidumbre de la situación, de la incomprensión de las partes y de “la negación de derechos, aislamiento y éxodo de comunidades enteras, divisiones, carencias y sufrimientos de todo tipo”.
“Que se redoblen pues los esfuerzos y las iniciativas para crear las condiciones de una paz estable, basada en la justicia, en el reconocimiento de los derechos de cada uno y en la recíproca seguridad” repetía el Santo Padre, que insistía en que “ha llegado el momento de que todos tengan la audacia de la generosidad y creatividad al servicio del bien, el valor de la paz, que se apoya en el reconocimiento, por parte de todos, del derecho de dos Estados a existir y a disfrutar de paz y seguridad dentro de unos confines reconocidos internacionalmente”.
El Papa Francisco invitó a los presentes a que “no se deje de perseguir la paz con determinación y coherencia” y explicó: “La paz traerá consigo incontables beneficios para los pueblos de esta región y para todo el mundo”. No obstante, afirmó es necesaria la renuncia de cada uno a algo.
“La paz basada en la seguridad y la mutua confianza será el marco de referencia estable para afrontar y resolver los demás problemas y una ocasión para un desarrollo equilibrado, que sirva de modelo para otras áreas en crisis”, explicó el Papa Francisco y mostró el ejemplo de la comunidad cristiana: “que participa de las alegrías y sufrimientos de todo el pueblo”.
Terminó su discurso el Papa Francisco refiriéndose al presidente palestino como “un hombre de paz y artífice de paz” y recordando las buenas relaciones entre la Santa Sede y el Estado de Palestina.
“El respeto de este derecho humano fundamental (libertad religiosa) es una de las condiciones irrenunciables de la paz, de la hermandad y de la armonía; proclama al mundo que es necesario y posible encontrar un buen acuerdo entre culturas y religiones diferentes; atestigua que las cosas que tenemos en común son tantas y tan importantes que es posible encontrar un modo de convivencia serena, ordenada y pacífica, acogiendo las diferencias y con la alegría de ser hermanos en cuanto hijos de un único Dios”, afirmó el obispo de Roma.
Discuro íntegro del Papa Francisco:
Señor Presidente,
Queridos amigos:
Agradezco al Señor Presidente Mahmoud Abbas su bienvenida y saludo cordialmente a los representantes del Gobierno y a todo el pueblo palestino. Doy gracias al Señor por estar hoy aquí con ustedes en este lugar donde nació Jesús, el Príncipe de la Paz, y les agradezco su calurosa acogida.
Desde hace decenios, Oriente Medio vive las dramáticas consecuencias de la duración de un conflicto que ha causado heridas difíciles de cerrar y que, incluso cuando afortunadamente no se desata la violencia, la incertidumbre de la situación y la incomprensión de las partes producen inseguridad, negación de derechos, aislamiento y éxodo de comunidades enteras, divisiones, carencias y sufrimientos de todo tipo.
Desde lo más profundo de mi corazón, y a la vez que manifiesto mi cercanía a cuantos sufren en mayor medida las consecuencias de este conflicto, deseo decir que, por el bien de todos, ya es hora de poner fin a esta situación, que se hace cada vez más inaceptable. Que se redoblen pues los esfuerzos y las iniciativas para crear las condiciones de una paz estable, basada en la justicia, en el reconocimiento de los derechos de cada uno y en la recíproca seguridad. Ha llegado el momento de que todos tengan la audacia de la generosidad y creatividad al servicio del bien, el valor de la paz, que se apoya en el reconocimiento, por parte de todos, del derecho de dos Estados a existir y a disfrutar de paz y seguridad dentro de unos confines reconocidos internacionalmente.
En este sentido, deseo que todos eviten iniciativas y actos que contradigan la voluntad expresa de llegar a un verdadero acuerdo y que no se deje de perseguir la paz con determinación y coherencia. La paz traerá consigo incontables beneficios para los pueblos de esta región y para todo el mundo. Es necesario pues encaminarse con resolución hacia ella, también mediante la renuncia de cada uno a algo.
Animo a los pueblos palestino e israelí, así como a sus respectivas autoridades, a emprender este feliz éxodo hacia la paz con la valentía y la firmeza necesaria para todo éxodo. La paz basada en la seguridad y la mutua confianza será el marco de referencia estable para afrontar y resolver los demás problemas y una ocasión para un desarrollo equilibrado, que sirva de modelo para otras áreas en crisis.
Deseo referirme con afecto a la activa comunidad cristiana, que ofrece su significativa contribución al bien común de la sociedad y que participa de las alegrías y sufrimientos de todo el pueblo. Los cristianos desean seguir desempeñando este papel como ciudadanos de pleno derecho, junto con los demás ciudadanos a los que consideran como hermanos.
Señor Presidente, Usted es conocido como un hombre de paz y artífice de paz. El reciente encuentro en el Vaticano con Usted y mi presencia hoy en Palestina atestiguan las buenas relaciones entre la Santa Sede y el Estado de Palestina, y espero que crezcan para el bien de todos. En este sentido, expreso mi aprecio por el compromiso de elaborar un Acuerdo entre las partes, que contemple diversos aspectos de la vida de las comunidades católicas del País, con una atención especial a la libertad religiosa. En efecto, el respeto de este derecho humano fundamental es una de las condiciones irrenunciables de la paz, de la hermandad y de la armonía; proclama al mundo que es necesario y posible encontrar un buen acuerdo entre culturas y religiones diferentes; atestigua que las cosas que tenemos en común son tantas y tan importantes que es posible encontrar un modo de convivencia serena, ordenada y pacífica, acogiendo las diferencias y con la alegría de ser hermanos en cuanto hijos de un único Dios.
Señor Presidente, queridos amigos reunidos aquí en Belén, Dios omnipotente los bendiga, los proteja y les conceda la sabiduría y la fuerza necesaria para emprender el precioso camino de la paz, para que las espadas se transformen en arados y esta Tierra vuelva a florecer en la prosperidad y en la concordia. ¡Salam!