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Papa Francisco: “Que la solución de los dos Estados se convierta en una realidad”

Discurso papa en Israel

© DR

Alvaro Real - publicado el 25/05/14

Al igual que hizo en Belén, el Papa defiende en Israel una solución dialogada con dos Estados

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El Papa Francisco era recibido en el Aeropuesto Internacional de Tel Aviv por el Presidente de Israel, Shimon Peres y el primer ministro, Benjamin Netanyahu. Tras ser recibió con honores militares y sonar los himnos nacionales y después de los discursos de los representantes israelís, el Papa Francisco volvió, una vez más a hacer un llamamiento por la paz: “Que se redoblen, por tanto, los esfuerzos y las energías para alcanzar una resolución justa y duradera de los conflictos que han causado tantos sufrimientos”.

Sus primeras palabras en suelo israelí fueron de agradecimiento y de recuerdo del hitórico viaje del Papa Pablo VI hace 50 años: “Desde entonces han cambiado muchas cosas entre la Santa Sede y el Estado de Israel: las relaciones diplomáticas, que desde hace 20 años se han establecido entre nosotros, han favorecido cada vez más intercambios buenos y cordiales, como atestiguan los dos Acuerdos ya firmados y ratificados y el que se está fraguando en estos momentos”.

El Papa Francisco destacó su llegada como peregrino a Tierra Santa, algo que hicieron ya sus predecesores y mostró su reconocimiento hacia esta tierra por ser “escenario de una historia plurimilenaria y de los principales acontecimientos relacionados con el nacimiento y el desarrollo de las tres grandes religiones monoteístas, el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam”. 

“Deseo que esta Tierra bendita sea un lugar en el que no haya espacio alguno para quien, instrumentalizando y exasperando el valor de su pertenencia religiosa, se vuelve intolerante o violento con la ajena”, destacó.

Rápidamente, el obispo de Roma retomó su mensaje de paz, muy parecido al que había realizado horas antes en Belén: “suplico a cuantos están investidos de responsabilidad que no dejen nada por intentar en la búsqueda de soluciones justas a las complejas dificultades, de modo que israelíes y palestinos puedan vivir en paz”.

Para ello pidió seguir por el camino del diálogo, la reconciliación y la paz: “No hay otro camino” y renovó el llamamiento de Benedicto XVI al reconocimiento del Estado de Israel, a la vez que explicó: “Que se reconozca igualmente que el pueblo palestino tiene derecho a una patria soberana, a vivir con dignidad y a desplazarse libremente. Que la "solución de los dos Estados" se convierta en una realidad y no se quede en un sueño”.

Durante su estancia en Israel, el Papa Francisco visitará el Memorial de YadVashem, en recuerdo de los seis millones de judíos víctimas de la Shoah y por eso pidió a Dios “que no suceda nunca más un crimen semejante, entre cuyas víctimas se cuentan también muchos cristianos y otras personas”, momento que el Pontífice aprovechó para condenar el terrible atentado ocurrido en Bruselas.

“Sin olvidar nunca el pasado, promovamos una educación en la que la exclusión y la confrontación dejen paso a la inclusión y el encuentro, donde no haya lugar para el antisemitismo, en cualquiera de sus formas, ni para manifestaciones de hostilidad, discriminación o intolerancia hacia las personas o los pueblos”, afirmó el Papa Francisco.

En este momento, el Papa Francisco invitó a realizar una jornada de oración por la paz en Vaticano. Se trata de una invitación que ya había realizado en Belén al presidente Palestino, antes del Regina Coeli y utilizó las mismas palabras que pronunció en ese momento: “Contruir la paz es difícil, pero vivir sin paz es un tormento”.

Finalizó así su primer discurso en tierra israelí manifestando, una vez más, su deseo de ir a Nazaret y Galilea y ofreció un saludo fraternal y cordial a los obispos y fieles laicos crstianos que viven en esta tierra: “Sean fermento de reconciliación, portadores de esperanza, testigos de caridad. Sepan que están siempre en mis oraciones”.

Discurso del Santo Padre: 

Señor Presidente,

Señor Primer Ministro,

Excelencias, Señoras y Señores:

Les agradezco cordialmente la acogida en el Estado de Israel, que me complace visitar en esta peregrinación que estoy realizando. Agradezco al Presidente, Señor ShimonPeres, y al Primer Ministro, SignorBenjaminNatanyahu, sus amables palabras, mientras recuerdo con agrado nuestros encuentros en el Vaticano. Como saben, vengo como peregrino 50 años después del histórico viaje del Papa Pablo VI. Desde entonces han cambiado muchas cosas entre la Santa Sede y el Estado de Israel: las relaciones diplomáticas, que desde hace 20 años se han establecido entre nosotros, han favorecido cada vez más intercambios buenos y cordiales, como atestiguan los dos Acuerdos ya firmados y ratificados y el que se está fraguando en estos momentos. En este espíritu, dirijo mi saludo a todo el pueblo de Israel y deseo que se realicen sus aspiraciones de paz y prosperidad.

Tras las huellas de mis Predecesores, he llegado como peregrino a Tierra Santa, escenario de una historia plurimilenaria y de los principales acontecimientos relacionados con el nacimiento y el desarrollo de las tres grandes religiones monoteístas, el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam; por eso, es un punto de referencia espiritual para gran parte de la humanidad. Deseo que esta Tierra bendita sea un lugar en el que no haya espacio alguno para quien, instrumentalizando y exasperando el valor de su pertenencia religiosa, se vuelve intolerante o violento con la ajena.

Durante esta peregrinación en Tierra Santa, visitaré algunos de los lugares más significativos de Jerusalén, ciudad de valor universal. Jerusalén significa "ciudad de la paz". Así la quiere Dios y así desean que sea todos los hombres de buena voluntad. Pero desgraciadamente esta ciudad padece todavía las consecuencias de largos conflictos. Todos sabemos que la necesidad de la paz es urgente, no sólo para Israel, sino para toda la región. Que se redoblen, por tanto, los esfuerzos y las energías para alcanzar una resolución justa y duradera de los conflictos que han causado tantos sufrimientos. Junto a todos los hombres de buena voluntad, suplico a cuantos están investidos de responsabilidad que no dejen nada por intentar en la búsqueda de soluciones justas a las complejas dificultades, de modo que israelíes y palestinos puedan vivir en paz. Es necesario retomar siempre con audacia y sin cansarse el camino del diálogo, de la reconciliación y de la paz. No hay otro camino. Así pues, renuevo el llamamiento que Benedicto XVI hizo en este lugar: que sea universalmente reconocido que el Estado de Israel tiene derecho a existir y a gozar de paz y seguridad dentro de unas fronteras internacionalmente reconocidas. Que se reconozca igualmente que el pueblo palestino tiene derecho a una patria soberana, a vivir con dignidad y a desplazarse libremente. Que la "solución de los dos Estados" se convierta en una realidad y no se quede en un sueño.

Un momento especialmente intenso de mi estancia en su país será la visita al Memorial de YadVashem, en recuerdo de los seis millones de judíos víctimas de la Shoah, tragedia que se ha convertido en símbolo de hasta dónde puede llegar la maldad del hombre cuando, alimentada por falsas ideologías, se olvida de la dignidad fundamental de la persona, que merece respeto absoluto independientemente del pueblo al que pertenezca o la religión que profese. Pido a Dios que no suceda nunca más un crimen semejante, entre cuyas víctimas se cuentan también muchos cristianos y otras personas. Sin olvidar nunca el pasado, promovamos una educación en la que la exclusión y la confrontación dejen paso a la inclusión y el encuentro, donde no haya lugar para el antisemitismo, en cualquiera de sus formas, ni para manifestaciones de hostilidad, discriminación o intolerancia hacia las personas o los pueblos.

Con corazón profundamente dolorido pienso en cuantos han perdido la vida en el cruel atentado perpetrado ayer en Bruselas. Al renovar mi viva deploración por semejante criminal acto de odio antisemita, confío a Dios misericordioso las víctimas e invoco la curación para los heridos.

La brevedad del viaje limita inevitablemente las posibilidades de encuentros. Desde aquí quisiera saludar a todos los ciudadanos israelíes y manifestarles mi cercanía, especialmente a los que viven en Nazaret y en Galilea, donde están presentes también muchas comunidades cristianas.

A los Obispos y a los fieles laicos cristianos aquí presentes dirijo mi saludo fraterno y cordial. Los animo a proseguir con confianza y esperanza su sereno testimonio a favor de la reconciliación y del perdón, siguiendo la enseñanza y el ejemplo del Señor Jesús, que dio la vida por la paz entre los hombres y Dios, entre hermano y hermano. Sean fermento de reconciliación, portadores de esperanza, testigos de caridad. Sepan que están siempre en mis oraciones.

Deseo dirigir una invitación a usted, señor presidente, y al señor presidente Mahmoud Abbas, a elevar conmigo una intensa oración para pedir a Dios el don de la paz. Ofrezco mi casa en el Vaticano para hospedar este encuentro de oración. Todos deseamos la paz, muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos. Muchos sufren y soportan pacientemente el cansancio de tantos esfuerzos por construirla. Y todos, especialmente aquellos que han sido puestos al servicio de su pueblo, tenemos el deber de hacernos instrumentos y constructores de paz, ante todo en la oración. Construir la paz es difícil, pero vivir sin paz es un tormento. Todos los hombres y mujeres del mundo entero nos piden que llevemos ante Dios la ardiente aspiración a la paz.

Señor Presidente, Señor Primer Ministro, Señoras y Señores, les agradezco nuevamente su acogida.

Que la paz y la prosperidad desciendan abundantemente sobre Israel. Que Dios bendiga su pueblo con la paz. ¡Shalom!

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