Hacer como si Jesucristo no hubiera venido a salvarnos, es como negar a nuestros padres y a nuestros abuelos, como querer no tener historiaEntre los muchos libros aparecidos estos meses sobre el Papa Francisco, la lectura de uno de ellos –titulado Pilares de un pontificado (Ed. San Pablo)- me ha sugerido las reflexiones que expongo a continuación en este comentario.
El libro recoge fragmentos de las homilías pronunciadas por el arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio en diversas ocasiones. A pesar de recoger sólo los fragmentos más significativos, creo que el libro ofrece una idea bastante aproximada del pensamiento pastoral de nuestro Papa cuando estaba al frente de la populosa archidiócesis bonaerense.
En la homilía de la fiesta de San Cayetano (el 7/08/2010), fiesta que es muy popular en Argentina, porque es el santo al que se le pide sobre todo trabajo –como nosotros lo pedimos a san Pancracio, “salud y trabajo”-, el cardenal Bergoglio constata sin rodeos una realidad: “Vivimos en medio de una cultura cada vez más pagana”.
Pero el cardenal no se queda en esta constatación, sino que ofrece su reflexión sobre dos maneras de ser pagano.
Una es la manera de ser pagano que se hace realidad “si uno nació en una cultura que no conoce aún la verdad del Evangelio y la bondad de Jesucristo”.
Estos paganos los podríamos llamar acertadamente “precristianos”; algunos de ellos –como el centurión que estaba en el Calvario o Cornelio, al que visitó san Pedro en su casa para bautizarlo, aparecen en el Nuevo Testamento y precisamente como ejemplo de personas que tienen un sentido religioso profundo y sobretodo, abierto a la fe.
Son los “buenos paganos”; hay estudios bellísimos sobre ellos y sobre su encuentro personal con Jesús.
Después hay los paganos que podemos llamar “postcristianos”. Ahí ya nos duele más. Y le duele también al cardenal Bergoglio. Miren lo que dice: “Pero para nosotros, hacer como si Jesucristo no hubiera venido a salvarnos, es dar un paso muy atrás. Es como negar a nuestros padres y a nuestros abuelos. Es como querer no tener historia. Es como si eligiéramos ser huérfanos, gente desamparada, que tiene que empezar de cero sin contar con el tesoro de la sabiduría de nuestros mayores”.
Y aún añade, refiriéndose a la imagen pública de la fe cristiana: “Al hacer como si Jesucristo no existiera, al relegarlo a la sacristía y no querer que se meta en la vida pública, negamos tantas cosas buenas que el cristianismo aportó a nuestra cultura, haciéndola más sabia y justa; a nuestras costumbres, haciéndolas más alegres y dignas”.
En este tiempo pascual y en este mes de mayo, me parece oportuno invitar a quienes sigan estas reflexiones a dar gracias por la fe y por los dones recibidos. ¿Por qué hemos de hacerlo?
Vean cómo lo dijo el cardenal Bergoglio: porque “nosotros hemos escuchado el anuncio del Evangelio, somos gente bautizada en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, gente que ha vivido cuidada con el amor infinito de la providencia de nuestro Padre Dios y amparada bajo el manto de ternura de la Virgen María”. (¡Qué expresión tan bella y oportuna en el mes de mayo, el mes de María!).
“Nosotros hemos sido marcados por el signo de la cruz –siguió diciendo en su homilía el arzobispo jesuita- y le pertenecemos a Jesús que nos compró con su Sangre. Si en algo fallan nuestros valores es porque no los vivimos a fondo. No es que tengamos que reemplazarlos por otros, sino que tenemos que arrepentirnos de no haberlos guardado y comenzar a vivirlos en toda su plenitud”. Este es el camino: pidamos que el Espíritu Santo nos anime a seguirlo.
Por Josep Àngel Saiz Meneses, obispo de Terrassa